Spain

Llevo un par de semanas editando el nuevo libro de Orlando Luis Pardo Lazo.

Pero me corrijo. Llevo semanas editando, y pasando los cuidados infinitos que OLPL está teniendo con la edición de su libro.

Él es un escritor austero. Sobre todo, cuando escribe del dolor.

Y este es un libro, esencialmente, sobre los estragos del dolor. Porque sin dudas, toda dictadura es un acto de sufrimiento, una escenificación de la precariedad y el amaño.

El libro se llama Del clarín escuchad el silencio, y hoy acaba de entrar a imprenta.

Pronto, muy pronto, estará aquí.

Blanco, acerado, incómodo.

Tan difícil de clasificar como la música de Spain (así, como este país desde el que escribo, aunque el grupo se fundó en Los Ángeles, en 1993).

Mientras editaba a OLPL y veía desfilar ante mi sorpresa, la escritura de un hombre incapaz de acostumbrarse a la caída de un país, de todas sus mujeres, de todos sus hombres hasta el último: él; dejé correr el disco más reciente de Spain, porque es la única música que, recordaba, me ha dolido tanto como leerlo a él.



Hacía años que no sentía lástima. Una lástima genuina, dañina. Pero también, hacía años, no sentía un odio tan intenso.

Un odio igual a una necesidad de gritar, de emigrar, o de patear a ese, mi semejante, que todavía da por hecho que la miseria, la delación, la aniquilación de un país o el asesinato, son ‘circunstancias’ ajenas a su voluntad, algo que no le pertenece y contra lo que nada puede hacer, salvo cooperar.

Por el libro de OLPL desfilan muchos muertos. Pero sobre todo, desfilan los muertos de hambre en los que todos —sin excepción— hemos ido convirtiéndonos. Y esa imagen desoladora hace que el libro sea muy difícil de abandonar, y casi imposible de leer.

El diseñador Rolando Pulido ha creado para él una chinata, una de aquellas, que llamábamos ‘cubanitos’, y que en el centro guardaban los colores de la bandera. De la nuestra.



La cubierta es una sábana blanca, tersa, inasible, sobre la que descansa la esencia destruida de nosotros. No quiero escribir mortaja, pero las letras negras y grises se me antojan clavos en el alma, como la música de Spain:



Hacía años que no encontraba un libro escrito por una víctima —y aclaro, que todos lo somos—, que resumiera tan bien nuestra insignificancia, pero sobre todo, la servidumbre y la indefensión de la nación cubana.

Mientras lo leía, solo conseguía recordar diatribas y denuncias de ese siglo XX europeo tan ocupado por la voluntad del Hombre.

Cuba, en cambio, siempre ha sido un silencio imposible de romper. Ningún cubano ha conseguido creer nunca en los fusilamientos, las torturas, las vejaciones que ocurrían —según sus víctimas— tras los muros insonorizados de las cárceles. Ninguno. Siempre ha habido algo más urgente, inmediato, y necesario que atender.

La literatura se ha venido plegando, como un escritor más, a la voluntad del dictador.

Hasta hora.

Hasta este silencio. Lo único sonoro que podría extraerse de un clarín. Sobre todo, del nuestro.

OLPL y yo terminamos anoche de enviarnos correos con cambios, citas, presentaciones.

Le dije: «mañana sale a imprenta».

Y dejé correr este disco, como si aún no lo hubiese escuchado.



PD: Toda historia encierra una moraleja.

La de este libro la ha escrito Néstor Díaz de Villegas (NDDV) y aquí se las dejo:

Si Cabrera Infante escribió en “los distintos dialectos del español que se hablan en Cuba”, Orlando Luis Pardo Lazo introduce en el cubano las palabras de un himno tocado en reversa. El castrismo como expletivo y cochinada subliminal. Debido a que el escritor es también un biólogo, su contrarrevolución pretende afectar la gramática del ADN, la estructura semántica. El acrónimo deviene organización para la liberación de una Palestina interior: OLPL es el Malleus Castrorum, el antídoto del Castro que llevamos adentro. Así Orlando Luis Pardo Lazo ha llegado a ser un evento de masas, un acto de repudio antitético, peripatético y unipersonal. Su desaforado Work in Progress parte de Lawton, La Habana, y avanza sobre Rhode Island, New York, Alaska, Miami y Reikiavik. El discurso anticastrista, para cobrar sentido, debe reconquistar el mundo, y los ensayos que integran este libro están escritos en lenguaje evangélico, en los distintos dialectos de la esperanza. Es la maldita buena nueva de una época límite que encontró en OLPL su expresión más acabada.





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