La vara de tumbar gatos (II)

“Un día yo amaré a alguien apasionadamente y buscaré 
un camino hacia él, con precaución, con dulzura.”
Buenos días, tristeza
Françoise Sagan


—De cerca, veo perfecto. Cerca, como leer un libro, eso lo veo, pero ya a dos metros veo borroso.

—Y ahora tienes espejuelos para ver de lejos.

—Por eso no me gustaba ver la televisión. Ahora me los pongo para todo. Como una idiota.

—Haces bien. Yo también quiero ver todo. Soy mirona. ¿A qué hora se duerme el niño?

—Se acaba de dormir, por eso te escribo, si no, imposible. Hoy quiso que lo cargara, cachorrito.

—Tú lo tienes malcriado.

—Está malcriado pero es independiente también. Se duerme solo hace un mes. De día y de noche. Me da tristeza. Hoy cuando quiso que lo cargara casi lloro. Porque extraño cargarlo. 

—Tú quieres seguir durmiéndolo, malcriada estás tú.

—Sí, huele muy rico, es un olor inexplicable. Yo me puse muy histérica cuando nació. No podía ver que alguien lo cargara y lo alejara de mí cuatro metros.

—Yo el otro día le mandé a una amiga muchas fotos de su hijo, que también es amigo mío, y ella me decía que extrañaba su olor.

—Empezaba a gritar y a llorar.

—Yo creo que yo sería igual.

—Es una sensación que no puedes evitar. Como si fuera una parte de uno. Lo es. Y cuando nació, extrañaba tanto tenerlo adentro. Es muy visceral.

(emoji)

—Es muy intenso. Yo me convertí en gallina.

—Yo tengo una amiga que abrió un blog sobre embarazos hace poco, se llama Maternidad Obrera, no sé si la conoces.

—No. ¿Quién es tu amiga?

—Te voy a mandar el link. No lo he leído. No sé qué tal. Mi amiga se llama Aimara.

—Ah, no la conozco, mándamelo.

(Link)

—Yo solo he escrito poemas para mi hijo, libritos y cosas para él. Pero un día escribiré algo más sobre eso. Cuando esté más lejos de este momento.

—¿Viste la niña de Orlando?

—Una sola foto que él me mandó. Pero es que Orlando habla mucho de eso que él habla, sin parar, yo quiero que hable como antes, de gatos y de libros.

—Yo también.

—Me alegré mucho con la bebé. Le dije: ahora verás.

—Yo igual, ojalá lo haga cambiar.

—Estoy viendo una película mientras hablo contigo y la mujer acaba de matar a su hijo. Dios mío. En el minuto 19.

(emoji)

—Qué dolor me ha dado. Una mujer muy pobre. Que lo amaba. Un niño pequeño, de cuatro años o menos.

—¿Y por qué lo mató?

—No tenía comida que darle. Nada de nada. Parece.

—Terrible.

—Una miseria espantosa. Pachka, se llama el niño.

—¿Cómo se llama la película?

Beanpole. Rusa. Bella.

—Mírala, yo me voy a poner a ver algo también.

—Rusa, creo.

(emoji)

—¿Y esa cara?

—Cara triste. No sé.

—No te pongas triste.

—No.

—Me quedo aquí. Y haces las dos cosas.

(emoji)

—Sí.

—Yo también puedo hacer dos cosas.

—Así no me doy cuenta cuando pase algo malo en la película. Aunque ya pasó lo peor.

—Y además tienes que leer subtítulos (emoji) tu libro me gustó, estoy segura de que hoy voy a soñar.

—Más nítido. Ella no era la mamá. Es otra mujer que acaba de llegar.

(emoji)

—Y le está preguntando por el niño.

—Ay Dios.

—Le está diciendo que se murió.

—Ayer soñé, me cuesta mucho recordar los sueños. Si me despierto y hay silencio y lo pienso sin moverme, puedo recordarlo. ¿Que murió solo?

—No te muevas. ¿Cómo te vas a mover? Hay que estar sin moverse.

—Trataré.

—Yo me acuerdo de mis sueños perfectamente. Dicen que uno solo se acuerda de un sueño pero que en verdad se pasa la noche soñando. Si son agradables y me despierto, me quedo despierta completando la historia.

—A veces los recuerdo, pero son contadas.

—Yo creo que es verdad que son producto del deseo.

—Pero hay sueños locos y raros.

—Residuales.

—Puede ser.

—Hay imágenes que se quedan ahí.

—Pero no creo que sea solo del deseo.

—En un sentido amplio, no deseo deseo. Pero sí. Un concepto de deseo más amplio. Esto es muy denso, disculpa.

—No. Dime. Me gusta. Si quieres.

—A veces no me doy cuenta de que empiezo a hablar cosas densas. Era solo eso. Me corté.

—Boba. Yo soñé anoche que me estaba escondiendo, había dos personas más escondiéndose, no recuerdo quién. Nos escondíamos porque algo venía a llevarse las cosas y las personas de esta dimensión para ponerlas en otra dimensión de manera más o menos idéntica.

—Es un sueño complicado. Me quedé pensando en la conversación.

—Un día con tiempo lo hablamos, si quieres.

—Yo sueño cosas simples.

—¿Qué hizo la madre? Hay sueños más directos que es muy evidente que sí son causa del deseo.

—La madre verdadera preguntó: ¿se murió, cómo? La otra le dijo: mientras dormía.

—Del deseo deseo.

—Sí. Esos hay que guardarlos para uno.

(emoji)

—Yo no los guardo porque entonces me dan más deseo.

—Cuéntame uno un día. De los de deseo deseo.

—Sí. Chismosa. Así que me quedé pensando en mis amigos.

—Sí. Soy curiosa. Me gustan los cuentos.

—Creo que tal vez sí me tocaron un poco y por eso estaban cortados al otro día.

—Pero soy una tumba.

—No dejes de serlo. 

—¿Curiosa o tumba? ¿Tú no hiciste nada aquel día? ¿Ellos habían tomado?

—Todo el mundo había tomado, yo más. No hice nada de nada. Tal vez quedarme ahí echada como un saco de papas. Me acosté. Les dije: arriba, a acostarse. Con tono asexual completo, creo yo.

—Es raro eso. 

—Yo no soy muy sexual. Soy más bien apática.

—Seguro sí tiene pena, entonces. Evidentemente ellos querían estar contigo y trataron (emoji) la gente maneja eso de manera extraña.

—Me muero de la risa solo de pensar en ella en posición sexual. Se me seca el alma. Tengo una foto de esa mañana.

—Mala. ¿Por qué? ¿No te gustaba o eran muy amigas?

—Somos. Casi familia. Yo sentía que había pasado algo pero siempre he pensado que son ideas mías. Una vez le dije: descarada. Y me dijo: discúlpame.

—Yo siempre fui muy sexual pero sabía muy bien lo que quería y lo que no quería. Ahora soy una mata de mango.

—Pero todo a un nivel subliminal y poético.

—Se puso lenta la conexión, eso es que la gente aquí se empezó a conectar.

—Todos están en lo mismo ahora. 

—Háblalo un día para que destruyas esos demonios.

—¿Una mata de mangos por qué? Yo siempre quise tener pareja y vivir tranquila sin salir de la casa viendo películas y leyendo pero tengo un problema de compatibilidad.

—A esta hora los datos son más baratos y la gente en Cuba se conecta.

—No son demonios, yo a ella le perdono lo que sea.

—¿En qué sentido lo de compatibilidad?

—Una mata de mango bien parecida. Una mata de gatos. Voy a hacer un cuento con eso. Para niños.

—Yo también quisiera una pareja estable y estar tranquilita viendo películas pero también soy rara.

—¿Te imaginas una mata de gatos en vez de mangos?

—Lo imaginé ahora, hazlo.

—Yo no puedo escribir sabiendo que hay alguien en el mismo espacio. Me molesta. Y me siento culpable.

—Me imagino tener una pareja, vivir como Diego y Frida.

—Esos eran terribles. Jenny sufrió mucho.

—Pobre. Y estaba jovencita.

—Muy joven y nunca sentí confianza. Yo la conocía de antes pero no sabía que le gustaba. De pronto me lo dice y yo: lo hubieras dicho antes.

(emoji)

—Pero, bueno, la cosa es que le pedía que me dejara sola muchas veces.

—¿Ustedes vivían juntas?

—Pero he aprendido a controlarlo. Sí, en mi alquiler.

—¿Y cómo te imaginas una relación ideal entonces? ¿Qué sería lo perfecto para ti? ¿Vivir sola?

—Creo que sí pero ya nada de eso cuenta.

—Lo sé. ¿Vivir sola con pareja o con otra pareja que viva en otro lugar? ¿O soltera para estar con gente diferente?

—Creo que viviría con ella y me controlaría. Jenny y yo terminamos por gusto.

—¿Te gusta todavía?

—Era un espacio muy pequeño. No, no me gusta.

—Yo hace mucho vivo sola y no logro asimilar el hecho de vivir con alguien. Eso tiene que ser muy despacio para mí.

—Así debe ser. Despacio. Yo me apresuro siempre y después me arrepiento. Pero ya todo ha quedado muy lejos. Yo disfruto demasiado sentarme a escribir o simplemente sentarme a pensar. Y eso tengo que hacerlo sola.

—Pero estoy tranquila, hay mucha gente que viene y que quiere que todo sea rápido y fácil y no tengo prejuicio con eso porque antes yo era así pero ya estoy viejita (emoji) gente linda que las he dejado ir. Estoy hecha una ermitaña. Ermitaña con cámara.

—Puedo estar en el medio de un lugar lleno, repleto de desconocidos, pero no en un espacio pequeño junto a alguien que sí conozco. Me alegro de eso.

—Entiendo. ¿De qué te alegras?

—La película es muy buena. Trata de conseguirla. De que seas una ermitaña.

—Sí.

—Esto corrige mal.

—Hay que seguir el hilo.

—A mí me pone y me quita tildes.

—A mí me cambia las palabras enteras.

—Cuando escribo muy rápido se van errores.

—Estas cosas me persiguen.

(una foto de la película de muchas mujeres bañándose con un jarro)

—¿Ellas se bañan?

—Todo el mundo junto.

(emoji)

—No me gusta, en fotos y en películas sí.

—¿Tienes problemas con el cuerpo desnudo?

—Porque es hermoso. A veces. Sensación rara.

—Sí.

—Y de mucho roce, no me gusta. Con extraños.

—Me gusta conversar contigo.


© Imagen de portada: fotograma de la película: ‘Beanpole’ (2019), de Kantemir Balagov.




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La vara de tumbar gatos

Legna Rodríguez Iglesias

Una historia donde no pasa nada, solo pelo largo.






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