El siguiente artículo reúne los interrogatorios de la OGPU al poeta soviético Ósip Mandelstam, así como fragmentos del capítulo “La calle de Mandelstam”, pertenecientes al libro ‘La palabra arrestada’, de Vitali Shentalinski (Galaxia Gutemberg, 2018).
“Aislar, pero conservar”
—Mi caso nunca llegará a su fin —dijo Mandelstam una vez.
Lo que sigue está extraído de los espeluznantes expedientes que he conseguido después de insistir con gran empeño a los responsables de los archivos secretos del KGB, de la Fiscalía y del Ministerio de Interior. Se trata de dos actas de sumarios de 1934 y 1938, las del “Proceso de vigilancia” y el expediente de la reclusión en el campo de trabajo…
En la noche del 16 al 17 de mayo de 1934, los agentes de la OGPU Guerásimov, Vepríntsev y Zablovski cumplieron una misión en el piso de Mandelstam en Moscú, en el apartamento 26 del número 5 de la calle Nashokinski.
El registro se alargó durante varias horas: inspeccionaron libro por libro, incluso miraban debajo de los lomos y rajaban los libros encuadernados; escudriñaron en todos los cajones y rincones.
Cuando se lo llevaron ya era de día. Abrazó a su esposa y dio un beso de despedida a Ajmátova. ¡Estaba escrito en el destino de aquella mujer pasar con sus amigos los últimos momentos antes de que se los llevaran a la cárcel!
Al quedarse a solas, las dos mujeres, agotadas y perplejas, intentaron adivinar los motivos de la detención.
Entretanto, Mandelstam rellenaba los formularios de la Lubianka. Destacó lo más importante, lo que constituía la esencia de su vida: lugar de trabajo o tipo de ocupación: escritor; profesión: escritor; situación social: escritor. Su pasado político cabía en tan sólo media línea: no había militado en ningún partido.
Pero en la OGPU lo veían de otro modo. En la parte superior del formulario hay una nota añadida: “Contrarrevolución de escritores. Shivárov”. Su caso fue encomendado a manos expertas: el cuarto departamento de la sección política secreta, que se ocupaba de vigilar a los escritores, así como de cazar y liquidar a delincuentes de su entorno. Nikolái Jristofórovich Shivárov era considerado un perro viejo y el más profesional de entre todos los expertos en literatura de la Lubianka, el terror de los escritores, tristemente conocido entre ellos como el “Jristofórovich de la Lubianka”, en alusión al conde Aleksandr Jristofórovich Benkendorf, el jefe de la policía zarista en la época de Pushkin. Cien años atrás había realizado pesquisas de carácter político en Rusia. ¡Y aún coleaba! La historia se repite: era otro Jristofórovich y el poeta también era otro, pero ¡la causa de la policía es inmortal!
A partir de los materiales del proceso sabemos que nuestro Jristofórovich era natural de Bulgaria, un hombre de treinta y seis años en la plenitud de sus fuerzas; tenía pues siete años menos que su detenido. Mandelstam, por el contrario, estaba prematuramente envejecido y a sus cuarenta y tres años ya parecía un anciano: calvo y con barba entrecana.
Nadiezhda Yákovlevna vio al instructor durante una visita que hizo a su marido (pero olvidó su nombre):
Era un tipo grueso, con un tono de voz parecido al de los actores del teatro Mali, latoso y brusco… El famoso Jristofórovich era una persona muy esnob y parecía que disfrutaba con su trabajo, intimidando y destrozando la moral de los detenidos. Con su actitud, su mirada y su entonación conseguía que el detenido se sintiera una nulidad, una criatura despreciable, una escoria del género humano… Se comportaba como si fuera un ser de una raza superior, despreciaba la debilidad física y los deplorables prejuicios intelectuales. Aunque no me asustó, noté que durante la entrevista también yo me iba encogiendo poco a poco bajo su atenta mirada… Delante de mí, le dijo a Ó. M. (Ósip Mandelstam) que era bueno que el poeta sintiera miedo —”usted mismo lo dijo”—, ya que favorece la inspiración de la escritura, de modo que Ó. M. “tendrá una buena cantidad de ese sentimiento estimulante”.
Mandelstam describió más brevemente a Shivárov: “Este Jristofórovich está completamente trastornado y desequilibrado”.
En la foto que hay pegada en el expediente podemos ver el aspecto de Mandelstam ese día. Su semblante es muy distinto del que aparece en la típica foto oficial de un detenido: tiene los brazos cruzados sobre el pecho, los hombros erguidos, los labios fuertemente apretados; su penetrante mirada está llena de dignidad y de una sufrida sabiduría bíblica, sin asomo de miedo, y mira fijamente al objetivo, observándonos directamente a nosotros. Es posible que creyera que esta iba a ser la última fotografía de su vida. Está preparado para cualquier fatalidad, aunque por ahora apenas sospecha la razón de su encierro.
Jristofórovich no podía saber que había tenido la fortuna de entrar en contacto con un poeta clásico y que gracias a éste pasaría a la historia. Aunque cabe decir que ya se había formado una valoración personal de nuestra literatura clásica. Precisamente en el mes de marzo se las había tenido con otro poeta, Nikolái Kliúyev, a quien había enviado al destierro en Siberia. Con nuestro poeta tampoco tuvo el mínimo miramiento, sobre todo porque estaba convencido de la culpabilidad de Mandelstam y de la extrema gravedad de sus actividades…
Jóvenes amantes de poemitas puros e inocentes,
dadme aunque sólo sea un pedazo de mar azul o el ojo de una aguja…
Shivárov no permite que el detenido tenga tiempo de recuperarse. El día siguiente a su detención lo llama para someterle a un interrogatorio que se alarga durante toda la noche y continúa al día siguiente.
Al principio, Jristofórovich le hace dos preguntas indirectas, sin ninguna importancia, con la evidente pretensión de que su tutelado baje la guardia:
Pregunta. ¿Ha estado alguna vez en el extranjero?
Respuesta. Estuve una vez en París, en 1908, durante unos meses. Fui para proseguir con mi formación, ya que había empezado a estudiar poesía francesa. La segunda vez viajé a Heidelberg en 1910, donde estuve estudiando en la universidad durante sólo un semestre. El tercer viaje fue en 1911 y estuve en Berlín y Suiza durante unas semanas e hice un viaje de tres días a Italia.1
P. ¿Desde cuándo se dedica a la literatura?
R. Como aficionado, desde niño. Mi primera experiencia profesional se remonta a 1909, cuando la revista Apolon2 publicó mis primeros versos.
Aquí termina el calentamiento. Ahora empieza lo serio.
“¿Por qué cree que le hemos detenido?”, le pregunta Shivárov y después de una respuesta evasiva, le propone que lea unos poemas que podrían ser el motivo del arresto.
Mandelstam acepta el desafío y lee tres estrofas, una tras otra: cada uno de los versos, como si hubieran sido escritos expresamente para esta ocasión, suena de un modo inauditamente impertinente.
Por el atronador heroísmo de los siglos futuros,
por la sublime raza humana
he perdido mi copa en el banquete de los
antepasados, mi alegría y mi honor.
Encima de mí se precipita el lobuno siglo, pero yo
no tengo sangre de lobo,
embutidme mejor, como un gorro, en las mangas
de un cálido abrigo de las estepas siberianas…
Y más adelante:
Pero los malditos muros son débiles
y no hay otro lugar donde huir.
Y me obligan, como a un necio,
a tocar con mi peine para cualquiera…
El instructor le pide que hable más lentamente y, acto seguido, apunta los versos al dictado. Mandelstam nunca había tenido un oyente y un admirador como él. No sin razón dijo que en ningún otro sitio se valora tanto la poesía como en Rusia, donde incluso fusilan a la gente por ella.
Pero Shivárov no tiene suficiente con lo que ha leído el poeta. No lo han detenido por esos poemas. Jristofórovich saca algo de una carpeta y, con una mirada triunfal, le enseña el as que tenía escondido: el poema sobre el “montañés del Kremlin”: Iósif Stalin. —¿Este poema es suyo?
Mandelstam reconoce su autoría.
—Recítelo —le exige el instructor y, mientras el poeta lo recita de memoria, el instructor va cotejándolo con el texto que tiene en sus manos.
Vivimos sin percibir el país bajo nuestros pies,
nuestras palabras a diez pasos no se oyen,
y donde con una breve charla basta,
nos salen con el montañés del Kremlin.
—Yo lo tengo distinto —señaló Shivárov—, dice “con el asesino de almas y el tormento de los mujiks”.
—Esa es la primera versión…
El hecho de que el instructor tuviera en su poder una versión del poema significaba que los órganos tenían una persona infiltrada en el círculo de amigos del poeta. Mandelstam no confiaba esos poemas al papel, pero a menudo los declamaba ante mucha gente. El nombre de la persona que lo delató sigue siendo un misterio. Pero ¿importa realmente?
—Si no es uno, será otro —dijo con aire indiferente el propio Mandelstam más adelante.
Para Shivárov, la composición de este tipo de poemas es un acto de terrorismo, y los propios poemas, una prueba criminal sin precedentes. Los mete dentro de las actas del interrogatorio con el resto de material acusatorio que ya tiene preparado.
Pregunta. ¿Se confiesa usted culpable de componer obras de carácter contrarrevolucionario?
Respuesta. Sí, soy el autor del siguiente poema de carácter contrarrevolucionario:
Vivimos sin percibir el país bajo nuestros pies,
nuestras palabras a diez pasos no se oyen,
y donde con una breve charla basta,
nos salen con el montañés del Kremlin.
Sus gruesos dedos son como gusanos, sebosos, y sus
palabras exactas, como pesas macizas.
Sus ojos de cucaracha se ríen,3
y las cañas de sus botas refulgen.
Le rodea una chusma de líderes de cuello escuálido se
recrea con los servicios de estos desgraciados.
Uno silba, otro maúlla, otro gimotea, pero sólo él
dispone y dicta.
Nos lanza decretos y decretos como si fueran
herraduras, a uno en la ingle, a otro en la frente, en
la ceja o en el ojo.
Para él, cualquiera de sus castigos es algo exquisito e
hincha su pecho de oseto, anchísimo…
“Pero ¿dónde considera que hay fascismo?”, preguntó Shivárov, aunque, al no recibir ninguna respuesta, no se molestó en averiguarlo.
Lógicamente, el término “fascismo” no aparece en las actas del interrogatorio.
Pero Jristofórovich dio papel al detenido y le propuso que escribiera y firmara de su puño y letra su panfleto contrarrevolucionario. Y el poeta escribió el poema, que contiene simultáneamente una doble acusación: contra el héroe, el Vozhd, E1 y contra sí mismo, el autor.
Al fin la instrucción había conseguido la prueba material que había estado buscando infructuosamente durante el registro, una nota escrita de su puño y letra, un escrito sedicioso, y además, firmado. Shivárov metió con satisfacción la hoja dentro de una carpeta y la adjuntó al expediente.
El 25 de mayo conducen de nuevo a Mandelstam al despacho del instructor. El acta del último interrogatorio está fechada ese día; para ser más exactos, en esa acta se resumen todos los interrogatorios anteriores. No se sabe cuántos se celebraron en realidad, pero el propio Mandelstam habla de muchos. Ahora Shivárov escarba en la biografía del poeta desde el principio, fijando de un modo bastante objetivo sus impresiones ideológicas.
Pregunta. ¿Cómo se forjaron y evolucionaron sus opiniones políticas?
Respuesta. En mis años de juventud, era íntimo amigo del hijo del conocido socialista revolucionario Borís Naumovich Sinani. Mis primeras opiniones políticas se forjaron bajo la influencia de Sinani y de otros miembros del Partido de los Socialistas Revolucionarios que frecuentaban su casa. En 1907 ya trabajaba como propagandista en el círculo obrero de los Socialistas Revolucionarios: redactaba octavillas y celebraba reuniones secretas con obreros. Hacia 1908 empecé a sentirme atraído por el anarquismo. Ese mismo año, cuando fui a París, tenía la intención de entrar en contacto con anarcosindicalistas. Pero en París, mi pasión por el arte y mi incipiente vocación literaria relegaron a un segundo plano mi entusiasmo político. Al volver a San Petersburgo, no me uní a ningún partido revolucionario. Entonces empezó un período de inactividad política que continuó hasta la Revolución de Octubre de 1917.
“El golpe de Estado de Octubre me hizo reaccionar de un modo bastante negativo. Consideraba al gobierno soviético como un hatajo de usurpadores, y así lo expresé en mi poema titulado “Kérenski” que apareció publicado en Volia naroda [La voluntad del pueblo]. En este poema manifiesto mis ideas socialistas revolucionarias reincidentes: idealizo a Kérenski llamándolo “polluelo de Pedro el Grande”, y califico a Lenin de provisional.
“Aproximadamente al cabo de un mes, mi orientación política experimentó un cambio brusco hacia los asuntos soviéticos y hacia los bolcheviques, que se materializó en mi incorporación a las tareas del Comisariado del Pueblo de Educación en la creación de una nueva escuela.
“A finales de 1918 caí en una especie de depresión política provocada por los duros métodos con que se aplicaba la dictadura del proletariado. Por esa época, me trasladé a Kiev, y después de que fuera tomada por las tropas blancas me trasladé a Feodosia. Ahí, en 1920, después de que los blancos me detuvieran, me surgió un dilema: tenía que escoger entre emigrar o quedarme en la Rusia soviética, y elegí la Rusia soviética. De hecho, la razón de mi huida de Feodosia fue el sentimiento de repulsa que los guardias blancos despertaban en mí.
“Al volver a la Rusia soviética, planté mis raíces en esa nueva realidad, en un primer
momento a través del mundo literario, y posteriormente con mi propio trabajo de escritor, redactor y editor. Mi conciencia política y social se caracterizaba por una creciente confianza en la política del Partido Comunista y de las autoridades soviéticas.
“En 1927, a raíz de mis afinidades, no muy profundas, pero suficientemente entusiastas, con el trotskismo, esta confianza empezó a resquebrajarse, pero en 1928 volví a recuperarla.
“En 1930 empieza un período de profunda depresión; mi conciencia política y mi actitud social se tambalean. El motivo de esta depresión es la eliminación de los kulaks como clase. Mi percepción de todo este proceso está recogida en mi poema “Jolódnaya vesná” [Fría primavera], escrito en el verano de 1932 después de mi regreso de Crimea y que adjunto a esta acta del interrogatorio. En esa época, me invade una sensación de acoso social que aumenta y se agudiza por una serie de conflictos de orden personal, social y literario…
El poema mencionado por Mandelstam, que trata de la terrible hambruna que asoló el sur de Rusia y que el poeta pudo ver con sus propios ojos, se ha conservado en el expediente. Fue el instructor quien lo escribió de su puño y letra, pero el autor lo firmó. Además, es un texto muy valioso, ya que presenta variaciones respecto a la versión conocida.
Fría primavera. Crimea temerosa y hambrienta.
Igual de culpable que en la época de Wrangel,
acurrucados sobre la tierra, con harapos remendados,
siempre el mismo humo agrio y mordaz.
La dispersa lejanía es igual de bella,
los árboles, nacidos de brotes insignificantes,
se yerguen como forasteros, y el almendro ornado
de menudencias pascuales inspira compasión. La
naturaleza no reconoce su rostro.
Y las terribles sombras de Ucrania y Kubán,
y los campesinos hambrientos sobre la tierra de fieltro
vigilan las puertas, sin tocar la aldaba.
Seguidamente, Shivárov volvió al delito principal del detenido, “el panfleto contrarrevolucionario contra el líder del Partido Comunista y el país de los Sóviets”. Su objetivo era desenmascarar a todos los que conocían este poema. El asunto mantuvo a Jristofórovich atascado durante mucho tiempo. El instructor sonsacó a Mandelstam los nombres uno por uno, enumerando las personas que solían frecuentar la casa del poeta. De hecho, había muchas más personas que oyeron este poema, pero Mandelstam sólo confirmó aquellos nombres de los que el instructor tenía noticia. Además de la cruel intimidación, Jristofórovich también empleaba refinados métodos inquisitoriales. Por ejemplo, después de mencionar el nombre de alguna persona, le comunicaba que había obtenido de ella una declaración personal, dando a entender que ya había sido detenida. O también, como para recalcar que le sobraba información –sabía casi todos los detalles de la vida de Mandelstam, incluso los detalles del día a día–, citaba a los amigos del poeta por sus motes –el Bígamo, el Excluido, la Teatrera– para que sospechara de todos ellos, ya que los agentes de la Lubianka también tenían sobrenombres. Lo cierto era que alguien de entre quienes conocían el poema era un soplón…
El resultado final de todo este ingenioso trabajo se presentó del siguiente modo:
Pregunta. Cuando hubo terminado de escribir este panfleto, ¿a quién lo recitó y a quién le dio una copia?
Respuesta. Lo recité a: 1) a mi esposa; 2) a su hermano, el escritor y autor de libros infantiles Yevgueni Yakóvlevich Jazin; 3) a mi hermano, Aleksandr Mandelstam; 4) a una amiga de mi esposa, Emma Grigorievna Guershtein, que colabora en la sección de trabajadores científicos del VTSSPS;T1 5) a Borís Serguéyevich Kuzin, colaborador del Museo Zoológico; 6) al poeta Vladímir Ivánovich Narbut; 7) a la joven poetisa María Serguéyevna Petróvij; 8) a la poetisa Anna Ajmátova, y 9) a su hijo Lev Gumiliov.4
“No di copias a nadie, pero Petróvij apuntó el panfleto mientras yo lo recitaba, aunque la verdad es que me prometió que lo destruiría posteriormente.
“Este panfleto fue escrito en noviembre de 1933.
P. ¿Cuál fue la reacción de las personas que ha mencionado después de recitarles este panfleto?
R. Kuzin destacó que, de todas mis obras recitadas durante el año 1933, esta era la más fervorosa.
“Jazin señaló la vulgarización de la temática y la interpretación incorrecta de la personalidad como un hecho dominante en el proceso histórico.
“A. Mandelstam movió la cabeza en señal de reproche, sin expresar su opinión.
“Guershtein elogió el poema por sus virtudes poéticas. Según creo recordar, no discutimos a fondo este tema.
“Narbut me dijo: “Aquí no ha pasado nada”, un modo de decir que me guardara de contarle a nadie que le había recitado el panfleto.
“Petróvij –como ya he apuntado– anotó este panfleto mientras lo recitaba y lo ensalzó por sus grandes virtudes poéticas.
“Lev Gumiliov lo aprobó con una expresión emocional difícil de determinar, del tipo “genial”, pero su valoración coincidía con la de su madre, Anna Ajmátova, en cuya presencia se recitó este poema.
P. ¿Cuál fue la reacción de Anna Ajmátova durante la recitación de este panfleto contrarrevolucionario y cuál fue su valoración?
R. Anna Ajmátova indicó, con la perspicacia lacónica y poética que la caracteriza, el “carácter fugaz, pseudopopular y labrado” de esta obra. Es una definición acertada, ya que este abominable panfleto contrarrevolucionario y difamatorio, en el que se hallan concentrados con enorme furia el veneno social, el odio político e incluso el desprecio hacia la persona representada, a pesar de admitir a su vez su enorme fuerza, posee las cualidades de un cartel de propaganda de una gran eficacia…
Pregunta. Su panfleto contrarrevolucionario My zhiviom… [Nosotros vivimos…] ¿expresa únicamente su propia percepción, la de Mandelstam, o también la actitud de un determinado grupo social?
Respuesta. El panfleto My zhiviom…, del que soy autor, no es un documento que exprese mi actitud y percepción personales, sino las de una parte de la antigua intelligentsia, que se considera la representante de los valores culturales antiguos y pretende transmitirlos a nuestra época. En cuanto a la política, este grupo ha aprovechado la experiencia de distintos movimientos opositores del pasado y ha proyectado ciertas analogías históricas para alterar la realidad contemporánea.
P. ¿Significa eso que su panfleto es un arma de lucha contrarrevolucionaria únicamente útil para el grupo que ha mencionado o también puede ser empleada con estos mismos objetivos por otros grupos sociales?
R. En mi panfleto he seguido un recurso típico de la literatura rusa antigua, que se basa en exponer de un modo simplificado la situación histórica, convirtiéndola en una contraposición entre “el país y su soberano”. Sin duda, eso disminuye el nivel de comprensión histórica propio del grupo mencionado más arriba, al que pertenezco, pero precisamente por ello el panfleto logra una gran expresividad propagandística, lo que lo convierte en un instrumento de amplia aplicación en la lucha contrarrevolucionaria y que puede usar cualquier grupo social…
La instrucción se acercaba a su fin. Sólo quedaba que los superiores tomaran una decisión. Fue entonces cuando se produjo un milagro. Las diligencias a favor del poeta alcanzaron su objetivo: llegaron hasta Stalin. Lo que siguió fue una orden, dictada por el mismo protagonista del panfleto contrarrevolucionario, de una benevolencia sin precedentes: “Aislar, pero conservar…”.
Ahora el caso tomó una velocidad frenética. Shivárov redactó a toda prisa la acusación en unos términos bastante discretos: “Se le acusa de redactar y difundir obras literarias contrarrevolucionarias”. Mandelstam estampó su firma en señal de aprobación: “Considero que la instrucción del caso con motivo de mi poema ha sido correcta. Puesto que no se me ha acusado de ningún otro hecho, y no tengo conocimiento de que se me impute ningún otro delito, considero que la instrucción se ha desarrollado correctamente”. Y el 26 de mayo, exactamente diez días después de su arresto, la Comisión especial del Tribunal de la OGPU, en ausencia del detenido, sentenció desterrarle a la ciudad de Cherdin, en los Urales, por un período de tres años. Así, de golpe, en tan sólo un día, Mandelstam se convirtió de detenido en acusado, de acusado en procesado, de procesado en condenado; a continuación sólo faltaba que se dirigiese al destino asignado con una escolta especial, el 28 de mayo a más tardar, después de una entrevista con su mujer.
“Junto con el individuo condenado se remite un extracto del acta de la Comisión especial…”, reza una orden del tribunal. El documento no acompaña a la persona –”completamente trastornada y desequilibrada”–, sino que es la persona la que acompaña al documento.
En el curso del encuentro del matrimonio antes de la partida del escritor, el ahora indulgente Jristofórovich les comunica el motivo del milagro de una condena tan inesperadamente leve: la decisión, de una extraordinaria benevolencia, de “aislar pero conservar”. Se comporta de un modo muy distinto al que solía: regaña al detenido por su mala conducta y se queja de él ante su mujer. Resulta que cuando Shivárov le preguntó por su actitud hacia el régimen soviético, Mandelstam contestó: “Estoy dispuesto a colaborar con todas las instituciones soviéticas, excepto con la Checa…”.
Jristofórovich se había ofendido.
Durante la visita, aún tuvo lugar otro milagro: propusieron a su mujer que le acompañara al destierro. No lo hicieron por compasión, por supuesto, sino simplemente porque el estado del condenado era tal que no se le podía dejar sin vigilancia ni atención. Dado que Nadiezhda Yákovlevna aceptó de inmediato, los chequistas redactaron rápidamente la disposición necesaria.
Enviaron al condenado al destierro y su caso fue archivado.
Pero apenas había pasado una semana cuando el caso atrajo de nuevo la atención de los órganos.
A la OGPU
De Aleksandr Emilievich Mandelstam Solicitud
El 28 de mayo, según una sentencia de la OGPU, mi hermano Ó. E. Mandelstam fue deportado por un período de tres años a la ciudad de Cherdin. La esposa de mi hermano, N. Y. Mandelstam, que le ha acompañado al destierro, me comunicó en un telegrama enviado desde allá que mi hermano está psíquicamente enfermo, desvaría, tiene alucinaciones, se tiró desde la ventana de un primer piso. Esa ciudad, Cherdin, no dispone de un dispensario médico (el único personal médico lo integran un joven médico y una comadrona). Proponen internarle en el hospital psiquiátrico de Perm, lo que, según su esposa, puede resultar contraproducente.
Ruego que se examine a mi hermano y, en caso de confirmarse su enfermedad psíquica, que sea trasladado a una ciudad cerca de Moscú, Leningrado o Sverdlovsk, donde pueda ser atendido por personal médico cualificado fuera del marco hospitalario.
5 de junio de 1934
Esta solicitud, que se encuentra dentro del expediente, tuvo por fuerza que atemorizar a los agentes de la OGPU: ¡Stalin había ordenado “conservar”! Salieron volando comunicados urgentes a los Urales en los que se decía: verificar el estado físico del condenado, prestarle la ayuda necesaria para que reciba tratamiento, ingresarle en un hospital…
Pero el 10 de junio la Comisión especial revisó el caso y tomó la decisión de privar a Mandelstam del derecho de vivir en las regiones de Moscú y Leningrado, y también en diez ciudades importantes de la Unión. Por tanto, se le permitió vivir en las otras ciudades. Mandelstam eligió Vorónezh, ya que alguien le había elogiado esta ciudad y, además, estaba bastante cerca de Moscú.
Los más allegados al poeta creen que Bujarin intercedió para que se revisara el caso. De hecho, también a él lo bombardeó Nadiezhda Yákovlevna con telegramas desde Cherdin. Probablemente, las diligencias de sus amigos también contribuyeron. En una carta a Stalin, Bujarin escribió: “Los poetas siempre tienen la razón, la historia está de su parte”, y añadió: “Pasternak también está nervioso…”. Stalin comprendió que el caso Mandelstam ya era de dominio público y que cualquier solución quedaría ligada para siempre a su nombre. “¿Quién les dio el derecho de arrestar a Mandelstam? Esto es un escándalo”, garabateó en la carta de Bujarin.
Fue precisamente entonces cuando se produjo la famosa llamada telefónica de Stalin a Pasternak. El propio Pasternak, que no consideró necesario ocultarla, la contó y durante toda su vida no tuvo ningún problema en sacarla a colación. Pero al difundirse por los medios literarios, este suceso se tergiversó y se crearon diversas versiones y chismorreos contradictorios. Una de estas interpretaciones, muestra inequívoca del comportamiento de algunos camaradas escritores, está recogida en el expediente. En un atestado sobre Mandelstam durante su proceso de rehabilitación en 1987, el dramaturgo Iósif Prut escribió lo que le había contado el poeta Kirsánov:
Poskrebyshev5 llamó a Borís Pasternak y le dijo:
—¡En un momento le hablará el camarada Stalin! En efecto, Stalin cogió el auricular y le dijo:
—Hace poco han detenido al poeta Mandelstam. ¿Qué me puede decir de él, camarada Pasternak?
Borís, al parecer, se quedó aterrorizado y respondió:
—¡Le conozco muy poco! ¡Él era acmeísta, y yo pertenezco a otra corriente literaria! ¡Así que no puedo decir nada de Mandelstam!
—¡Pues yo le puedo decir que es usted un mal camarada, camarada Pasternak! –le dijo Stalin y colgó.
En realidad, todo sucedió de otro modo. Para poder esclarecer este caso, citaremos esta importante conversación telefónica tal como el propio Pasternak se la contó a Nadiezhda Yákovlevna inmediatamente después del suceso.
Stalin. Se está revisando el caso Mandelstam. Todo irá bien. ¿Por qué no se dirigió usted a la organización de escritores o directamente a mí? Si yo fuera poeta y un amigo mío poeta cayera en desgracia, yo haría lo que fuera para ayudarle.
Pasternak. Desde el año 1927 las organizaciones de escritores no se ocupan de estos asuntos, y si yo no hubiera intercedido, usted, probablemente, no sabría nada.
Después, Pasternak añadió algo relativo a la palabra “amigo”, queriendo puntualizar que, sin duda, el concepto de amistad no era lo que mejor definía la especial relación que le unía a Mandelstam.
Stalin. ¿Es realmente un maestro? ¿Un maestro?
Pasternak. Esa no es la cuestión.
Stalin. ¿Pues cuál es?
Pasternak respondió que le gustaría reunirse con él y hablar tranquilamente de eso.
Stalin. ¿De qué?
Pasternak. De la vida y de la muerte.
En este punto, Stalin colgó.
Después de llamar a Pasternak, Stalin aún trató de averiguar cómo había que actuar, comprobó la reacción de los escritores y la valoración que hacían de Mandelstam como poeta. Sabía que Pasternak le había dicho la verdad.
“Si Stalin pregona a bombo y platillo que se revise el caso, es que el poemita le habrá causado una profunda impresión”, le dijo Mandelstam a Pasternak al comentar la conversación con Stalin.
Pero eso no era más que una prórroga.
Todos los años de exilio en Vorónezh, Savévlovo y Kalinin fueron para Mandelstam una cadena interminable de intentos febriles por sobrevivir, reconciliarse con la realidad y reubicarse en la vida soviética.
Fue acosado de nuevo y acorralado en un rincón. La carta que en 1937 escribió al escritor Kornéi Chukovski es un grito en demanda de auxilio:
Estando físicamente mutilado, he empezado a trabajar. Me he dicho que los que me condenaron estaban en lo cierto. Le he encontrado su significado histórico… Trabajaba sin pensar en las consecuencias. Por eso me vapulearon. Me han dejado de lado… Estoy en la situación de un perro, de un chucho… Soy una sombra. No existo. Sólo me queda el derecho a morir… Resulta inútil que me dirija a la Unión de Escritores. Ellos se lavan las manos. Sólo hay una persona en este mundo a quien puedo y debo recurrir con todo este asunto… Ayúdeme… No soportaría que me condenaran de nuevo al destierro…
Y una vez más todo apunta a Stalin, el amo todopoderoso de cualquiera de los súbditos de su imperio.
Mandelstam dio un último paso, su última humillación: escribió a Stalin, no una carta, sino una oda… Él, que había puesto al Vozhden la picota, trató de componer un poema que lo ensalzara, pero el resultado fue una obra fría, inexpresiva… y además inútil, ya que había centenares de diligentes escritorzuelos que lo hacían mucho mejor. Durante un tiempo perdió la conciencia de que tenía razón. Y después lo reconoció: “Estaba enfermo”. El intento de herirse a sí mismo volvió a fallar.
En la primavera de 1938 el Litfond (Fondo de Literatura de la URSS) otorgó un favor a Mandelstam: una estancia en la casa de descanso Samatija, cerca de Moscú. Antes de partir, consiguió que le recibiera Vladímir Stavski, el secretario general de la Unión de Escritores.
“¡Lucharé por una nueva melodía creadora en la poesía!…”, le dijo Mandelstam.
Stavski le escuchó atentamente, le deseó un feliz descanso y le prometió que antes de su vuelta ya habría decidido qué hacer con sus poemas y le habría buscado un medio de subsistencia. Aunque sabía que el poeta ya no volvería, pues Stavski estaba a punto de enviar una carta a Yezhov, una carta de condena.
Estrictamente confidencial
Dirección de la Unión de Escritores Soviéticos de la URSS 16 de marzo de 1938
A la atención del camarada N. I. Yezhov, comisario del Pueblo de Interior
¡Distinguido Nikolái Ivánovich!
El caso de Ósip Mandelstam es motivo de acaloradas discusiones en un sector de los círculos literarios.
Como ya sabrá, hace unos tres o cuatro años, Ósip Mandelstam fue desterrado a Vorónezh por escribir obscenos poemas difamatorios y por realizar propaganda antisoviética. El período de su destierro ha concluido. Actualmente vive con su mujer cerca de Moscú, fuera de los límites de la “zona” prohibida.
Pero el caso es que a menudo va a Moscú a ver a sus amigos, principalmente escritores. Estos le prestan ayuda, recaudan dinero para él, lo están convirtiendo en un “mártir”, en un poeta genial a quien nadie reconoce. Valentín Katáyev, I. Prut y otros escritores se han manifestado pública y enérgicamente en su defensa.
Con el fin de distender un poco el ambiente, se le ha concedido una pequeña ayuda a Ósip Mandelstam a través del Litfond. Pero esto no resuelve de ningún modo el caso Mandelstam.
El problema no radica únicamente en él, autor de poemas obscenos y difamatorios contra la dirección del Partido y por ende contra todo el pueblo soviético. El problema radica en la relación que un grupo de destacados escritores soviéticos mantiene con Mandelstam. Por ello me remito a usted, Nikolái Ivánovich, para pedirle su ayuda.
En los últimos tiempos, Ó. Mandelstam ha escrito una serie de poemas. Pero, según la opinión de los camaradas a quienes les pedí que los leyeran (particularmente, el camarada Pávlenko, cuyo informe le adjunto con la presente), no tienen ningún valor especial.
De nuevo le ruego su ayuda para resolver el caso de Ósip Mandelstam.
Con un saludo comunista,
V. STAVSKI
La siguiente “reseña” aparece adjunta a la carta:
Sobre los poemas de Ó. Mandelstam:
Al leer los antiguos poemas de Mandelstam, siempre he opinado que no es un poeta, sino un versificador, un creador frío y calculador de obras rimadas. Tampoco ahora, después de leer sus últimos poemas, puedo quitarme de encima esta sensación. En su mayoría son fríos, están muertos, no contienen lo más importante que, a mi modo de ver, convierte unos versos en poesía, no hay temperamento ni fe en sus versos.
El lenguaje de los poemas es complejo, oscuro y huele a Pasternak.
Los versos citados a continuación apenas pueden considerarse un ejemplo de claridad:
¿Dónde está el gemido constreñido y crucificado?
¿Dónde está Prometeo, amparo y apoyo de la roca?
¿Y dónde está el azor y el curso de ojos amarillos de sus garras, que vuelan de soslayo?
Me resulta difícil escribir una reseña sobre estos versos. No puedo valorar su posible importancia y utilidad, ya que no me gustan y no los entiendo. La técnica de imágenes, el lenguaje, las metáforas, el gran número de flautas y demás, todo me parece como si lo hubiera leído hace tiempo en algún lugar.
Son relativamente buenos (y mejor que los otros) los poemas que describen paisajes: 1) “Si nuestros enemigos me capturaran…”; 2) “No como una mariposa blanca y farinácea…”, y 3) “El mundo empieza, terrible y enorme…”.
Hay algunos versos buenos en el “Poema a Stalin”, una obra que, penetrada de un gran sentimiento, se diferencia del resto. En general, este poema es peor que algunas estrofas cogidas por separado. Contiene muchos fragmentos discordantes que resultan inoportunos en una obra sobre Stalin.
No tengo a mano los anteriores poemas de Mandelstam para comprobar si se ha desviado mucho con estas creaciones, pero después de leerlos, no me parece recordar que sean muy distintos los unos de los otros. Quizá deba atribuirlo a mi aversión por los poemas de Mandelstam.
¿Son unos poemas soviéticos? Por supuesto que sí. Pero sólo lo advertimos sin dudarlo en el
“Poema a Stalin”, pues en el resto de poemas el elemento soviético sólo se puede adivinar. En el caso de que se me planteara la conveniencia de publicar o no estos poemas, yo respondería que no, que no conviene.
Y otra vez una firma conocida: Piotr Pávlenko.
De nuevo este hombre surge en el destino de Mandelstam como una sombra apremiante.
Los informes de Stavski y Pávlenko se adjuntaron al acta del proceso de Mandelstam de 1938 y fueron el detonante que provocó la siniestra explosión. No es el escritor proletario Vladímir Stavski quien pone la denuncia a título personal, sino que es el mismo secretario general de la Unión de Escritores en nombre de toda la literatura del país de los Sóviets el que toma la decisión porque es su obligación.
Mandelstam ya había vaticinado mucho antes este ajuste de cuentas, cuando dejó escrito en La cuarta prosa lo siguiente:
Todo era terrible, como en un sueño infantil. En la mitad del camino de la vida, unos bandoleros, que se hacían llamar mis jueces, me detuvieron en el frondoso bosque soviético… Soy culpable. No puede haber dos opiniones distintas… Me mutilaron y me marcaron con mi propio apellido como si usaran el taladro de un revisor… Y todo les parecía poco, muy poco… Los ojos de los escritores rusos me observan con la ternura de un perro e imploran: ¡Pálmala! ¿De dónde sacan esta sumisa maldad, este desprecio rastrero por mi nombre?
A Mandelstam le sucede lo mismo que a su querido Dante: “Nel mezo del cammin di nostra vita / mi ritrovai per una selva oscura…”.
¿Cómo podía Yezhov “ayudar a resolver este caso” del poeta?
En la carta de Stavski hay un sello que dice: “4.a Sección de la GUGB, la Dirección Principal de la Seguridad del Estado. Recibido el 13 de abril de 1938”. Parece ser que Yezhov retuvo esta carta alrededor de un mes, probablemente en connivencia con Stalin; después la entregó a sus subordinados y así puso en marcha la maquinaria. ¡Y empezó a funcionar!
El jefe del 9.º Departamento de la 4.a Sección de la GUGB, Yúrevich, 6 es responsable de un informe en el que los pasajes de la carta de Stavski son desarrollados con destreza:
Tras cumplir el período de destierro, se ha visto a Mandelstam en Moscú; el escritor ha intentado influir en la opinión pública en beneficio propio mediante una demostración premeditada de su
“mísera situación” y de su enfermedad.
Elementos antisoviéticos que pululan entre los escritores utilizan a Mandelstam con finalidades propagandísticas hostiles, lo han convertido en un “mártir” y organizan recolectas en los medios literarios para ayudarle. El propio Mandelstam acude en persona a los pisos de los escritores y les implora ayuda.
Según las informaciones de que disponemos, Mandelstam ha continuado manteniendo hasta la actualidad sus puntos de vista antisoviéticos. A causa de su desequilibrio psíquico, Mandelstam es capaz de acciones violentas.
Considero imprescindible llevar a cabo la detención de Mandelstam y mantenerle aislado.
En el informe están recogidos todos los elementos comprometedores de la biografía del poeta: hijo de un comerciante que pertenecía a la Asociación del Comercio, miembro del Partido Socialrevolucionario, más tarde se unió a los anarquistas… Además, ha llegado el momento de pagar por el delito más importante: “[…] escribió un duro panfleto contrarrevolucionario contra el camarada Stalin y lo difundió entre sus amigos recitándolo”.
La resolución fue: “Detenerlo. M. Frinovski.7 28 de abril de 1938”.
El propio Frinovski, a la sazón adjunto al comisario del Pueblo de Interior, también firmó la orden de detención.
Llegó el mes de mayo. Se celebró la fiesta internacional de los trabajadores. Y en la madrugada del día 3 de mayo se presentaron de improviso…
Esta vez los chequistas (en la documentación de la detención consta que era una troika compuesta por Iliushkin, Shishkánov y Shelujánov) no se entretuvieron mucho rato, y a los pocos minutos ya habían terminado. Metieron los papeles dentro de un saco: “[…] un manuscrito, una carpeta con correspondencia y un libro de Ó. Mandelstam”, se llevaron al detenido, lo sentaron en el camión y partieron de inmediato.
En la Lubianka despojaron al detenido de lo poco que le quedaba de su vida privada: una maletita, una funda para la almohada, un bastón de madera, unos tirantes y la corbata. En el formulario que rellenó Mandelstam está escrito, y subrayado dos veces: “Terror”. Esta era, parece ser, la línea de investigación que debería seguir la instrucción.
Sólo hay un acta de interrogatorio con fecha del 17 de mayo. El caso estaba claro, era lo mismo de la otra vez. Únicamente tenían que observar las formalidades. El suboficial Shilkin llevó el peso del interrogatorio.
Pregunta. Ha sido detenido por actividades antisoviéticas. ¿Se confiesa culpable?
Respuesta. No me confieso culpable de realizar actividades antisoviéticas.
P. ¿Cuál fue el motivo de su detención en 1934?
R. En 1934 fui detenido y condenado a tres años de destierro en Vorónezh por actividades antisoviéticas al escribir (durante muchos años) poemas contrarrevolucionarios (“Kérenski”,
“Viesná”, “Kassandra”, etcétera).
P. Se le prohibió vivir en Moscú después del destierro. Sin embargo, usted ha estado viajando a Moscú legularmente (sic; la ortografía da fe del nivel de instrucción que ostentaba el interrogador encargado al poeta). Dígame, ¿a casa de quién y por qué motivo iba a Moscú?
R. Al finalizar mi destierro en el verano de 1937, fui a Moscú sin saber que me estaba prohibido vivir en esta ciudad. Después, me fui a la aldea de Savielovo y en el mes de noviembre de 1937 me trasladé a vivir a Kalinin.
“Debo reconocer mi culpa por haber ido en repetidas ocasiones a Moscú, a pesar de la prohibición y de no tener el permiso pertinente. La razón de mis visitas era pedir a la Unión de Escritores que me encontrara un trabajo, que me es indispensable, ya que en la ciudad de Kalinin y en mis condiciones me resultaba imposible encontrar trabajo alguno.
“Además, pretendía que la Unión de Escritores hiciera una valoración crítica de mi trabajo poético. Asimismo, me acuciaba la necesidad de establecer contactos artísticos con escritores soviéticos. Durante mis visitas, me hospedaba en casa de Shklovski (escritor), Osmerkin (artista), a quienes recitaba mis poemas. Aparte de los ya mencionados, en el piso de Valentín Katáyev recitaba mis poemas a Fadéyev, Pasternak, Markish,8 Kirsánov, Surkov, Yevgueni Petrov, Lajuti y Yájontov (actor).
P. La instrucción ha averiguado que, estando en Moscú, usted ha realizado actividades antisoviéticas que no ha mencionado. Denos pruebas verídicas de estas actividades.
R. No he realizado ninguna actividad antisoviética.
P. ¿Fue a Leningrado?
R. Sí, fui.
P. Cuéntenos los motivos de sus viajes a Leningrado.
R. Fui a Leningrado para recoger ayuda material de los escritores. Me ofrecieron esta ayuda los escritores Tiniánov, Chukovski, Zóshenko y Stenich.9
P. ¿Quién le proporcionaba ayuda material en Moscú?
R. Los hermanos Katáyev, Shklovski y Kirsánov.
P. Háblenos de la naturaleza de sus encuentros con Kibalchich…
No es casualidad que el instructor saque a colación a Kibalchich (apodo literario del escritor Víctor Serge). El mero hecho de conocer a este destacado trotskista, catalogado como enemigo extremadamente peligroso del régimen soviético, era considerado un delito suficiente para incriminar a alguien.
R. Kibalchich y yo nos hemos visto exclusivamente por razones profesionales y no más de tres veces. La primera vez fue en 1924—1925, cuando fui a su despacho en la editorial Lenguiz para que me diera un trabajo de traducción. La segunda vez estuve en su piso y esta visita se debió también a razones de mi trabajo como traductor. La tercera vez fue en 1932, cuando, estando yo en Leningrado, invité a mi hotel a unos cuantos escritores de la ciudad, entre los que estaba Kibalchich, y les leí en voz alta mi obra Viaje a Armenia. Nunca más me he vuelto a cruzar con él…
Aquí termina el interrogatorio, de un modo bastante extraño, muy distinto a la feroz costumbre de la Lubianka.
El 2 de agosto la Comisión especial del NKVD sentenció: recluir a Mandelstam, “hijo de un comerciante y antiguo militante del Partido Socialrevolucionario” –¡en ningún momento se dice que sea poeta!–, en un campo de trabajo por un período de cinco años.
Al cabo de unos días, fue trasladado a la prisión de Butirka, lugar que por entonces servía de punto de partida nacional para tomar “el camino de Kolymá”.
Desde el momento de su detención hasta bien entrado el invierno no se tiene noticia alguna de Mandelstam. A mitad de diciembre, el hermano de Ósip Emilievich recibió la única carta de él, las últimas palabras del poeta que nos han llegado:
¡Querido Shura!
Estoy en Vladivostok, en el barracón número 11 de un SVITL.10 Por decisión del OSO,11 me han condenado a cinco años por k.r.d.12 El convoy salió el día 9 de septiembre desde Butirka, en Moscú, y llegamos el día 12 de octubre. Estoy muy débil de salud. Estoy tremendamente extenuado, he adelgazado, soy casi irreconocible, pero no sé si tiene mucho sentido que me enviéis ropa, comida y dinero. De todos modos, intentadlo. Me congelo sin ropa.
Mi querida Nadiezhda, no sé si estás viva, mi palomita. Shura, escríbeme inmediatamente para saber cómo está Nadia. Estamos en un campo de tránsito. Aún no me han llevado a Kolymá. Es posible que pasemos aquí el invierno.
Queridos míos, un beso muy fuerte.
OSIA
¡Está vivo!
Nadiezhda Yákovlevna se lanzó a buscar ayuda a toda prisa: le envió un paquete y dinero. En el acta del sumario se conserva otro testimonio, desconocido hasta ahora, de la intrépida lucha de Nadiezhda en apoyo de su marido:
Moscú, 19 de enero de 1939
¡Distinguido camarada Beria!13
En mayo de 1938 el poeta Ó. E. Mandelstam fue detenido…
Esta segunda detención fue totalmente inesperada. Por entonces, Mandelstam había terminado de escribir un libro de poemas, cuya publicación se consultó inmediatamente a la Unión de Escritores Soviéticos. Antes que una detención, lo que esperábamos más bien era su total rehabilitación y su reincorporación a la actividad literaria.
No entiendo cómo pudo llevarse a cabo la instrucción sobre las actividades contrarrevolucionarias de Mandelstam sin que yo –que a consecuencia de su enfermedad no me separé de su lado durante años– fuera citada por la instrucción como cómplice o, al menos, en calidad de testigo.
Añadiré que durante la primera detención, en 1934, Mandelstam enfermó de psicosis aguda, por lo que la instrucción y el destierro tuvieron lugar durante su enfermedad. En el momento de la segunda detención, Mandelstam estaba gravemente enfermo, era física y psicológicamente inestable.
Le ruego:
Mediar para que se revise el caso de Ó. E. Mandelstam y se esclarezca si había suficientes motivos para detenerlo y condenarlo al destierro.
Examinar la salud psíquica de Ó. E. Mandelstam y determinar si en este caso el destierro es legal.
Finalmente, comprobar si no había alguna persona interesada personalmente en este destierro.
Por último, me gustaría que me aclarara una cuestión más de índole moral que jurídico:
¿tiene el NKVD suficientes pruebas para destruir a un poeta, a un maestro, en un período de activa y pacífica actividad poética?
NADIEZHDA MANDELSTAM
La respuesta de Beria no llegó. Y le devolvieron el giro postal que había enviado. En la oficina de correos le comunicaron el motivo: “Muerte del destinatario”.
Ese día, el 5 de febrero de 1939, no pasó a la historia de la literatura soviética como un día de luto, sino de fiesta. En Literatúrnaya Gazeta se publicó una larga lista de escritores condecorados, ¡eran más de 150 personas! Por supuesto, entre ellos estaba Stavski, que recibió la Orden de Honor, y Pávlenko, a quien honraron con la máxima condecoración: la Orden de Lenin. ¡Las habían ganado a pulso! El gobierno sabía de sobra a quién, por qué y cómo había que condecorar. Las distinciones fueron acompañadas de abundantes festines, los pisos de los escritores desbordaban de alegría.
La noticia acerca de la muerte de Mandelstam pasó casi inadvertida. Un pequeño grupo de amigos lamentó su muerte. Y entre los cabecillas de la literatura únicamente Fadéyev vertió algunas lágrimas embriagadas:
—¡Qué gran poeta hemos destruido!…
Notas:
- Según otras fuentes, Mandelstam estudió en Heidelberg en 1909, estuvo en Berlín en 1910 y visitó Suiza e Italia en 1908 y 1909.
- Mandelstam publicó por primera vez su obra en 1910, en el número 9 de la revista Apolon.
- En la versión conocida y publicada se lee: “Sus bigotes de cucaracha se ríen”.
- Tres personas de esta lista fueron represaliadas en distintos períodos: el doctor en Biología
- B. S. Kuzin (1903—1973) y el historiador y geógrafo L. N Gumiliov (1912—1992) cumplieron penas de prisión en cárceles y campos de trabajo, mientras que el poeta V. I. Narbut fue fusilado en Kolymá.
- A. N. Poskrebyshev (1891—1965) fue secretario de Stalin.
- V. I. Yúrevich (1906—1940). Capitán de la Seguridad del Estado. Fue fusilado.
- M. P. Frinovski (1898—1940). Primer sustituto del comisario del Pueblo de Interior y responsable de la Dirección General de la Seguridad del Estado y uno de los más cercanos colaboradores de Yezhov. En sus memorias, Jruschov lo describe en estos términos: “Un fortachón muy corpulento con una cicatriz en la cara. Un tipo con un físico impresionante”. Fue fusilado.
- P. D. Markish (1895—1952). Poeta y dramaturgo judío. Fue fusilado como figurante del caso del Comité Judío Antifascista.
- V. O. Stenich (Smetanich) (1897—1938). Traductor y crítico. Fue fusilado.
- Siglas en ruso de Campos Correccionales de Trabajo del Nordeste (Severo—vostochnie ispravitelno—trudovie lagueriá).
- Siglas en ruso de la Comisión especial (Osóboe soveshanie).
- Siglas en ruso de actividad contrarrevolucionaria (kontrrevolutsiónnaya deyátelnost).
- L. P. Beria (1899—1953). Comisario del Pueblo de Interior entre los años 1938 y 1945. Ministro del Interior en los meses de marzo a junio de 1953. Fusilado.
T1 Siglas del Consejo Central de la Unión de Sindicatos de la Unión Soviética. (N. de los T.)
T2 En el original ruso, dojodiaga: en el argot de los campos se llamaba así a la persona que, abatida por la extenuación y por el hambre, se había abandonado por completo y estaba al borde de la muerte. (N. de los T.).
E1 En ruso, guía, líder, es uno de los apelativos con que se conocía a Stalin en los años del llamado culto a la personalidad, conjuntamente con el de Jaziain, el Amo. (N. del E.)
El país de las últimas cosas
Por Paul Auster
A veces pienso que la muerte es lo único que logra conmovernos. Constituye nuestra forma de creación artística, nuestro único medio de expresión.