Cuando Elon Musk dijo que amaba a Donald Trump “tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro”, la reacción de rechazo fue generalizada. Trump es una de las pocas personas en Washington D.C. que aún disfruta de la compañía de Musk. Sin embargo, tras haberle otorgado más poder que a cualquier otra figura privada en la historia de EE. UU., el presidente está viendo cómo su benefactor se convierte en un lastre. La cuestión no es si Trump se deshará de Musk, sino cuándo y cómo lo hará.
El precio de tenerlo como copiloto ya es elevado. The New York Times relató cómo Trump recortó las alas de Musk en una tensa reunión de gabinete la semana pasada. Los jefes de gabinete, y no el llamado “Departamento de Eficiencia Gubernamental” de Musk, serían los encargados de contratar y despedir personal, afirmó Trump. Hasta entonces, su Casa Blanca había sido notablemente hermética —en claro contraste con su primer mandato—, pero parece que el equipo presidencial está ansioso por ver partir al magnate de la motosierra. La confrontación se organizó con la intención de acelerar ese desenlace.
Una señal de la preocupación de Musk por su declive es que su visita a Mar-a-Lago el pasado fin de semana no estaba inicialmente programada, según fuentes cercanas. Además, Musk ha intentado canalizar millones adicionales hacia los comités de acción política de Trump, pero ha sido rechazado. Trump no es conocido por rechazar dinero, pero aceptarlo en este caso parecería que Musk está comprando tiempo. Su prestigio cae tan rápido como el precio de las acciones de Tesla. La aprobación de Trump, en cambio, se mantiene estable. Con señales de una inminente “recesión Trump”, Musk aún podría servir como pararrayos útil.
Pero ese es el único aspecto positivo de su presencia. Su influencia es, en su mayoría, negativa. No hay un solo legislador republicano o figura clave en la órbita de Trump que no tema el poder de Musk. Un cheque de 50 millones de dólares para financiar un rival en las primarias podría acabar con la carrera de un senador —y 10 millones serían suficientes para destruir a un legislador. X, la plataforma de Musk, que se ha convertido en la emisora oficiosa del movimiento MAGA, también podría acabar con la carrera de un miembro del gabinete. Ahora, los funcionarios gubernamentales suelen emitir comunicados de prensa primero en X. El secretario de Estado, Marco Rubio, por ejemplo, anunció en la plataforma su plan para reducir la financiación de la USAID.
Parece no haber límite a lo que Musk está dispuesto a decir para difamar a quienes se interponen en su camino. Esto ha sido evidente desde que, hace unos años, acusó sin fundamento a un espeleólogo de ser pedófilo. Ahora Musk simplemente está mostrando su verdadera naturaleza. Pero su inclinación por la difamación está interfiriendo en el trabajo de Rubio. Recientemente, Musk amenazó con provocar el colapso del frente ucraniano retirando su servicio satelital Starlink. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radosław Sikorski, objetó, Musk respondió con un mensaje en X: “Cállate, hombrecillo… No hay sustituto para Starlink”. Polonia es uno de los pocos países europeos a los que Trump ha prometido ayudar en caso de un ataque. Rubio, impotente, se vio obligado a respaldar a Musk.
Pero el costo de mantenerlo cerca de Trump sigue aumentando. Musk, con su desconocimiento del funcionamiento del gobierno federal, solo está causando estragos. Esto también socava a Russell Vought, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca, quien ha pasado años diseñando planes para desmantelar el Estado administrativo. Vought fue coautor de Proyecto 2025, el radical plan de la Heritage Foundation para un segundo mandato de Trump. La devastación del servicio civil estadounidense perdurará más allá de Musk. Pero Vought probablemente lo hará con menos torpeza. Además, a diferencia de Musk, no parece tener reticencias en atacar al Pentágono, que es una fuente clave de contratos federales para las empresas de Musk.
Es tentador pensar que Musk tiene un instinto autodestructivo en la política. La reciente caída de su fortuna —eliminando casi todas sus ganancias tras las elecciones— parecería sugerirlo. Pero sería ingenuo creerlo. El acceso de Musk a bases de datos gubernamentales, registros de la Seguridad Social y datos de empleados federales representaría una mina de oro para cualquier magnate de la inteligencia artificial. La tentación de explotarlo para sus propios fines será grande. Pero eso implica mantener la confianza de Trump. Si Musk tiene un mínimo de autoconciencia, empezará a vestir trajes y evitará llevar a sus hijos a la Oficina Oval. Después de que llevó a su hijo de cuatro años, X, a la Casa Blanca el mes pasado, fuentes internas dicen que Trump ordenó desinfectar el escritorio HMS Resolute. El niño se sintió tan en casa como su padre.
Otro factor a considerar es el impacto de Musk en la política de Trump hacia China. A medida que clientes en EE. UU., Europa y otras regiones rechazan Tesla y buscan alternativas a SpaceX, la dependencia comercial de Musk respecto a China está aumentando. Su influencia moderadora en la política hacia Pekín es evidente. Trump ahora suena casi tan indiferente al destino de Taiwán como lo es respecto a Ucrania. La mayoría de su equipo, en cambio, está compuesto por halcones en política hacia China. Cuando Trump se vuelva contra Pekín, será otra señal más de la caída de Musk.
* Artículo original: “Elon Musk’s self-destruction”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.

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