Lo que está ocurriendo en Los Ángeles podría ser un modelo para la administración Trump

¿Es el desorden en Los Ángeles un hecho aislado? ¿O estamos ante el inicio de un verano de disturbios y represalias por parte del presidente Donald Trump, que no tiene paciencia con los manifestantes en ciudades demócratas?

Hasta ahora, las protestas en Los Ángeles son pequeñas si se comparan con los estallidos anteriores en la ciudad. Más de 12.000 personas fueron detenidas durante los disturbios tras el caso Rodney King, en 1992. En los últimos dos días, la cifra apenas ronda las 60 detenciones. Pero la situación podría agravarse. Mientras los angelinos rezan por la calma y porque las tropas se retiren de sus calles, Estados Unidos se encuentra en un momento peligroso.

En el centro del dilema está el hecho de que el presidente fue elegido con el mandato de abordar la inmigración ilegal. Pero algunos de sus partidarios interpretan eso como una carta blanca para aplicar medidas que podrían ser inconstitucionales, y que son claramente inviables e imprudentes. El propio Trump parece estar dispuesto a usar soldados para reprimir las protestas contra sus políticas. “Vamos a tener tropas por todas partes”, dijo al ser preguntado por la situación en Los Ángeles.

El presidente y sus asesores creen que la política de imponer la Guardia Nacional en California juega a su favor. El modelo es el siguiente: se anuncia una redada de inmigración en una ciudad cuyos líderes se oponen, se espera a que estallen protestas y luego se envían tropas para reprimirlas. Golpear cabezas sirve de advertencia para otras ciudades que puedan resistirse. Es también una señal para los fieles de MAGA de que Trump está cumpliendo lo que prometió.

Con la notable excepción de las marchas de mujeres en 2017, las recientes protestas políticas masivas en ciudades estadounidenses han tendido a estar teñidas de violencia. En las últimas 72 horas, en Los Ángeles se han registrado daños a la propiedad y algunos fuegos artificiales lanzados contra la policía. Esto puede convertir el despliegue de la Guardia Nacional en un acto autojustificativo: las tropas podrían ser vistas como solución a una tensión que su mera presencia contribuye a inflamar.

Una de las cuestiones clave es si Trump tenía autoridad legal para desplegar la Guardia Nacional sin el consentimiento del gobernador de California, Gavin Newsom. Newsom afirma que la policía estaba manejando bien la situación por su cuenta y que ha demandado a la administración. Trump ha citado una disposición del Código de Servicios Armados de EE. UU. que permite el uso de tropas ante una amenaza de rebelión.

Sea cual sea el fallo judicial —y los tribunales suelen mostrarse reacios a contradecir al presidente sobre qué constituye una amenaza—, la política migratoria de Trump es impracticable. Se estima que hay entre 11 y 20 millones de migrantes indocumentados en EE. UU. Incluso con el enorme aumento previsto en gasto para centros de detención, Trump no tiene dónde alojar ni una fracción de esa cifra antes de expulsarlos. Pero oponerse a esta política, como hace California, coloca al alcalde de Los Ángeles y al gobernador en el bando de los extranjeros que infringen la ley, justo donde Trump quiere situarlos.

Y potenciar esta política mediante el uso de soldados en activo —como ha amenazado con hacer la administración Trump— es claramente insensato. De todas las peleas que ha escogido este presidente —con tribunales, universidades y bufetes—, una guerra con las ciudades estadounidenses, sus votantes y alcaldes, es la que más potencial tiene para desencadenar violencia.

Cuesta creer que el objetivo de Trump con este pulso sea simplemente deportar inmigrantes de forma más eficiente. El año pasado obtuvo poco más del 30% de los votos en el condado de Los Ángeles. Solo dos de las mayores ciudades del país, Dallas y Fort Worth, tienen alcaldes republicanos. En medio del odio partidista que sacude hoy a EE. UU., el presidente puede usar esta táctica para enfurecer a los votantes del otro bando y entusiasmar a los suyos. En esta guerra tribal, las acusaciones de hipocresía se desvanecen. Al contrario, cuando el presidente que indultó a los asaltantes del Capitolio envía tropas contra los demócratas de Los Ángeles, sus seguidores están más dispuestos a ignorar las preocupaciones sobre la economía o la polémica en torno al exjefe de DOGE, Elon Musk. El peligro es que Trump aplique esta táctica también en otros bastiones demócratas.

Desde los disturbios de los años sesenta, que ayudaron a elegir a Richard Nixon, hasta las protestas de Black Lives Matter, que parecieron perjudicar a Trump antes de beneficiarlo, el ciclo de protesta, violencia y represión ha favorecido con frecuencia a la derecha política, incluso cuando el propio gobierno ha sido quien ha avivado las llamas. En Los Ángeles, ni el departamento de policía local, ni el alcalde, ni el gobernador creían que la presencia de la Guardia Nacional ayudaría a restaurar el orden. Pero señalar eso es no entender por qué Trump ordenó el envío de tropas. Su objetivo era generar confrontación.



* Artículo original: “What’s happening in LA could be a template for the Trump administration”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.






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