Las fuerzas militares rusas se han expuesto una vez más a la precisión letal de la potencia de fuego ucraniana, siendo el tercer incidente de este tipo en una sola semana. El último incidente tuvo lugar el martes, cuando miembros de la 155ª Brigada de Infantería Naval, una unidad diezmada y reconstruida en múltiples ocasiones, se reunieron al aire libre para una inspección, haciendo caso omiso de la amenaza inminente que suponían los Sistemas de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad (HIMARS) suministrados por Ucrania.
La reunión tuvo lugar en Olenivka, a tan solo 13 kilómetros al este de la línea del frente en el este de Ucrania, lo que los situaba a una distancia de impacto de los HIMARS. Las fuerzas ucranianas, utilizando un avión no tripulado de reconocimiento, identificaron a los marines rusos y enviaron dos cohetes M30/31 guiados por GPS. El impacto fue devastador, esparciendo 182.000 bolas de tungsteno letales por la plaza de armas y causando la muerte de 19 miembros del personal ruso, entre ellos un coronel y otros dos oficiales. El comandante de la brigada, el coronel Mikhail Gudkov, resultó herido en el ataque.
Este patrón de vulnerabilidad no fue un incidente aislado. Los días 20 y 21 de febrero, las fuerzas ucranianas aprovecharon concentraciones similares de tropas rusas en el radio de acción de los HIMARS para lanzar bombardeos rápidos y mortíferos. El primer ataque destruyó una formación de la 39ª Brigada de Fusiles Motorizados de la Guardia Separada, cobrándose la vida de unos 65 soldados, incluido su comandante, el coronel G. Musaev. Al día siguiente perdieron la vida otros 60 soldados rusos del 328º Regimiento de Asalto Aéreo y otras unidades durante una concentración de entrenamiento e inspección en el Parque Natural Nacional de Oleshky Sands.
Estos repetidos errores tácticos han suscitado críticas incluso desde dentro de Rusia, con destacados blogueros de guerra lamentando el “cuadro clínico” de los repetidos errores. La práctica continuada de los militares rusos de reunir tropas en zonas abiertas, fácilmente atacables por la artillería ucraniana, se ha atribuido a una crisis más amplia dentro del estamento militar ruso. Las importantes tasas de desgaste, combinadas con un régimen de entrenamiento rápido y a menudo inadecuado para los nuevos reclutas, han provocado un deterioro de la calidad de las fuerzas disponibles para el servicio en primera línea.
Desde la escalada del conflicto con Ucrania, Rusia ha sufrido numerosas bajas, con estimaciones que apuntan a entre 300.000 y 400.000 rusos muertos o mutilados. El incesante ritmo del conflicto y el elevado número de bajas han obligado al Kremlin a acelerar el despliegue de las tropas recién movilizadas, a menudo a expensas de un adiestramiento exhaustivo. Este proceso acelerado ha dado lugar a fuerzas mal entrenadas e indisciplinadas, mal preparadas para las complejidades de la guerra moderna y más susceptibles de cometer errores tácticos fatales.
Los repetidos ataques con HIMARS ucranianos contra formaciones militares rusas y su destrucción ponen de manifiesto una vulnerabilidad crítica en las tácticas y liderazgo militares rusos. La insistencia en reunir a las tropas en condiciones abiertas y expuestas no sólo refleja un desprecio por la seguridad de los soldados, sino también una profunda subestimación de las capacidades y determinación ucranianas. A menos que se produzcan cambios significativos en el planteamiento del ejército ruso respecto al adiestramiento y la planificación táctica, es probable que continúen produciéndose pérdidas tan devastadoras, con graves consecuencias para la eficacia y la moral de las fuerzas rusas en el conflicto actual.
El suministro continuado de cohetes HIMARS por parte de Estados Unidos ha sido un factor clave para que las fuerzas ucranianas pudieran llevar a cabo estos precisos ataques. Sin embargo, con el cese de la ayuda estadounidense a Ucrania por parte de ciertas facciones de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la disponibilidad futura de estas municiones sigue siendo incierta. Este hecho introduce una dimensión estratégica adicional en el conflicto, que podría afectar a la dinámica de enfrentamiento entre las fuerzas ucranianas y rusas en el futuro.
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