Así podría terminar TikTok: no con un estallido, sino con un susurro.
En las últimas semanas, a medida que se aproximaba la fecha límite del 19 de enero para la venta forzosa de TikTok por parte de ByteDance, su empresa matriz china, me ha sorprendido lo poco que parece preocupar a los estadounidenses la posibilidad de que una de las aplicaciones de redes sociales más populares del país desaparezca por completo.
Claro, están los que se hacen llamar “refugiados de TikTok” y que ya se han unido a Xiaohongshu, una red social china, como una especie de protesta semi-humorística contra la decisión del gobierno de Estados Unidos de prohibir TikTok por motivos de seguridad nacional. (El chiste sería: “Ah, Congreso, ¿no quieres que usemos una app china dudosa? Pues descargaremos otra aún más dudosa y la usaremos en su lugar”).
También están los creadores de contenido en TikTok que temen perder su audiencia y han estado frenéticamente tratando de convencer a sus seguidores de que los sigan en Instagram y YouTube. Asimismo, las marcas de comercio electrónico y los vendedores están buscando nuevos lugares para ofrecer sus productos.
Y, por supuesto, está TikTok, que ha estado luchando por sobrevivir en los tribunales, junto con algunos legisladores, activistas de la libertad de expresión y grupos de la industria que argumentan que prohibir la aplicación haría más daño que bien. (El viernes pasado, la Corte Suprema confirmó por unanimidad la ley que prohíbe TikTok si continúa propiedad de los chinos).
Sin embargo, en los próximos días, cuando lleguen las elegías por TikTok, fíjate en lo que no verás. No hay manifestaciones masivas con el lema #SalvemosTikTok. No hay multitudes de jóvenes enojados con cortes de cabello extravagantes marchando por las calles y exigiendo justicia para su app favorita de videos cortos. Incluso entre los usuarios más fanáticos de TikTok que conozco, el estado de ánimo dominante es más humor negro que indignación o tristeza. (Esta semana, un meme popular en TikTok muestra a sus usuarios despidiéndose en broma de sus “espías chinos”).
¿Es realmente posible que TikTok, una aplicación con unos 170 millones de usuarios en Estados Unidos —casi la mitad de la población— pueda desaparecer con tan poca fanfarria? ¿Y si es así, qué explica que una app que transformó tan profundamente la cultura estadounidense tenga tan pocos dolientes?
En un universo alternativo, cuesta imaginar al Congreso aprobando una ley para prohibir, digamos, Amazon Prime —otro servicio usado por casi la mitad de los estadounidenses— sin enfrentar apenas resistencia pública. (Incluso atacar a Netflix, que tiene unos 85 millones de suscriptores en Estados Unidos, probablemente inspiraría disturbios).
Es posible que los estadounidenses estén convencidos de que prohibir TikTok sea lo correcto. Y que, a pesar de las muchas vagas y dudosas justificaciones, ofrecidas por los miembros del Congreso para prohibir la aplicación, hayamos examinado de manera calmada y racional la relación de ByteDance con el gobierno chino y concluido que, permitir que un adversario político ejerza control sobre una plataforma mediática dominante dentro de nuestras fronteras, representa un riesgo inaceptable.
Pero dudo que eso sea lo que ocurrió. De hecho, según encuestas del Pew Research Center, el apoyo a una prohibición de TikTok ha disminuido constantemente desde que se propuso por primera vez. (En el verano de 2024, sólo el 32% de los estadounidenses apoyaba la prohibición, frente al 50% de marzo de 2023).
Entonces, ¿qué está pasando?
Una posibilidad es que la gente simplemente no crea que TikTok realmente desaparecerá. Han pasado más de cuatro años desde que la administración Trump intentó por primera vez prohibirlo y el vaivén desde entonces ha hecho que muchos sean escépticos. Primero, parecía que la venta forzosa era inminente. Luego, que no lo era. Aún luego, el Congreso aprobó un proyecto de ley y el presidente Biden lo firmó. Finalmente, el presidente electo Donald Trump cambió de opinión y decidió que, después de todo, no quería prohibir TikTok.
Tal vez haya más drama por venir. En Washington, la disputa sobre el destino de TikTok continúa y el presidente electo Donald Trump indicó en una entrevista que “probablemente” otorgará una extensión de 90 días una vez que asuma su cargo el lunes. (Se espera que Shou Chew, director ejecutivo de TikTok, asista a la toma de posesión de Donald Trump, lo que algunos interpretan como una señal de un posible indulto.
He argumentado que las heridas más grandes de TikTok han sido autoinfligidas: el espionaje a periodistas, la falta de transparencia y sus vínculos con China. Pero no creo que esa sea la razón principal por la que la mayoría de los usuarios estadounidenses de TikTok no están protestando.
Mi tesis es que el diseño de TikTok juega un papel clave. La aplicación se centra en un feed “Para ti” que prioriza videos creados por desconocidos, en lugar de clips publicados por amigos. A diferencia de Facebook o Instagram, donde todavía es posible interactuar con personas que conoces en la realidad, TikTok creó una experiencia de entretenimiento pasiva que, para muchos usuarios, está completamente desconectada de sus vidas offline.
He tenido una cuenta de TikTok desde 2018 y he pasado cientos, quizás miles de horas usándola. Descubrí a Lil Nas X en TikTok, apoyé al hombre de la patineta de Ocean Spray, vi a Keith Lee reseñar innumerables comidas en su auto. Incluso he publicado videos en TikTok y comprado cosas en sus tiendas. Para la empresa y sus anunciantes, soy un usuario modelo.
Pero nunca he añadido a un amigo en TikTok, ni he enviado un mensaje directo ni me he visto a mí mismo como un “TikToker”. Y no creo ser el único. Para la mayoría, TikTok no es un lugar para conectar con otros. Es un sitio donde perder el tiempo, desconectarse, evadirse de la realidad y dejarse llevar por el feed. Esa cualidad pasiva y disociativa, aunque excelente para generar interacción, también ha hecho que TikTok se sienta más reemplazable que otras redes más sociales. Si desaparece, simplemente buscaremos nuestra dosis en otro lugar.
También me convence la explicación dada en The Atlantic por Hana Kiros, quien sostiene que TikTok es víctima de su propio éxito. Según ella, la popularidad de TikTok ha llevado a muchas otras redes sociales a copiar sus características. Ahora, los usuarios que desean sumergirse en un agujero infinito de videos verticales cortos y entretenidos pueden ir a Instagram, YouTube, Snapchat o X, pues todas han introducido feeds al estilo de TikTok en los últimos años. En un mundo donde todas las aplicaciones funcionan como TikTok, quizá TikTok mismo sea menos necesario.
Añadiré un última posibilidad más optimista: tal vez ya estamos listos para cambiar.
Al menos para mí, gastar tiempo en TikTok representa una especie de rendición cognitiva, una disposición a dejar de dirigir activamente mis pensamientos y emociones, y permitir que el algoritmo de ByteDance me entretenga por un rato. Puede ser una experiencia placentera y, a veces, incluso eufórica. (Cada unos cuantos días, mi esposa me sorprende riéndome con el teléfono en la mano y me pregunta: “¿De qué te ríes?”. La respuesta, siempre, es TikTok).
Con el tiempo, a medida que he pasado más y más horas en TikTok, también he notado cómo el app ha empezado a reconfigurar mi cerebro: difumina mi capacidad de concentración, acorta mi capacidad de atención, me hace menos interesado en contenidos que no estén dirigidos con precisión a mi conjunto específico de receptores de dopamina. Otros han señalado que TikTok se ha convertido en una adicción dañina para ellos, una aplicación que anhelan desesperadamente que sea el gobierno el que la prohíba, porque ellos no pueden dejarla por sí mismos.
Probablemente sea ilusorio pensar que, de implementarse la prohibición, millones de usuarios adictos a las pantallas comenzarán a leer la novela Ulises y a dar paseos largos en su tiempo libre. Tal vez lo razonable sea reflexionar sobre la indiferencia ante la desaparición de TikTok y preguntarse si, después de años de entregar nuestra atención a esa app, no estaremos ya listos para hacer lo mismo en cualquier otra parte.
* Artículo original: What if No One Misses TikTok?, impreso por The New York Times (sección A, página 1), el domingo 19 de enero de 2025. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.