Pudiera dirigir este texto exclusivamente hacia la censura del arte, hacia la inconsecuencia discursiva de aquella exposición en la galería “independiente” Figueroa-Vives o el espacio “autónomo” de la Embajada de Noruega.
Pudiera, incluso, hablar sobre el oportunismo del artista contemporáneo y lo que ello implica. Pero en realidad lo que me desconcierta —aunque lo anterior coja su ramalazo—, es lo que se destapó a partir de la prohibición de la obra Hijos del silencio, del artista Reynier Leyva Novo.
Prohibición amparada bajo una dudosa justificación que se escondía a su vez detrás de una cortina de humo del MINREX y la ANSOC (Asociación Nacional de Sordos de Cuba), a través de la cual este performance fue excluido, el martes 10 de abril de 2018 —o procrastinado para más adelante (si echamos mano a los eufemismos), hacia un futuro, por demás, incierto—, de la exposición colectiva Bodas de oro en la Embajada de Noruega.
Dicha exposición —para echar mano ahora a la ironía— versaba sobre la censura.
Lo que se destapó allí, para decirlo rápido, fue la falta de independencia o la falta de autonomía. Pero no sus ausencias abstractas, sino la materia concreta de esas ausencias, lo cual es algo mucho más preocupante. Porque nadie se dice “independiente” o “autónomo” a medias; eso sería algo así como decir: “yo soy casi independiente”, o “yo soy, dentro de lo posible, autónomo”. Estas nociones no sobreviven al “casi”, a los tintes o a los grises; si no, ¿de qué se estaría hablando?
Aunque la censura siempre ha tenido mano dura para cualquier cosa que mínimamente roce una de las minas burdas de la incorrección, no deja de producirse un tipo de sorpresa —una sorpresa más bien necia— cuando la censura posa garras en terreno seguro. Es decir: un terreno ya sesgado para un propósito, que puede ser el arte y su libertad, o al menos la libertad de la nómina de sus artistas o el respeto por la expresión libre. Un terreno preparado y listo para cualquier tipo de incidentes, que a su vez quiere decir “curado de espanto”. Un terreno trinchera cuyo piso brillante se trastocó ese día, sin embargo, en pozo ciego, lleno de lozas blandas, repletas de miedo.
El performance Hijos del silencio consistía en un coro de sordos que interpretarían, mediante el lenguaje de señas, cinco canciones censuradas en Cuba: “Secretaria”, de Mocedades; “Nuestro día (Ya viene llegando)”, de Willy Chirino; “Cuando salí de Cuba”,de Luis Aguilé —en la voz de Celia Cruz—; “La fiesta de Blas”, de Fórmula V, y “Revolution”, de The Beatles.
Coro de sordos. Cortesía Reynier Leyva Novo.
No sé si fueron los relámpagos, la impotencia del artista o la lluvia repentina aquella noche de la exhibición. Lo cierto es que la furia era colectiva, como mismo la decisión y las ganas —incluso de todos los sordos allí reunidos— de “cantar”. Esta vez, no en lenguaje de señas.
“La ANSOC es una Organización No Gubernamental, con más de 23.000 miembros afiliados, que tiene como misión representar a la comunidad sorda e hipoacúsica en nuestro país, trabajando por una mayor integración en la sociedad, contribuyendo a elevar su calidad de vida; sirviendo de mediador con las instituciones gubernamentales, organizaciones sociales y de masa en la materialización de los anhelos, intereses y necesidades de sus miembros” (Tomado de “Contribución Individual de La Asociación Nacional de Sordos de Cuba (ANSOC). Examen periódico universal de Cuba, mayo 2013”).
La ANSOC capta a todos los cubanos nacidos con tales discapacidades, los integra a sus filas y les da un carnet; como mismo la UNEAC, la AHS, el PCC, la FMC, la UJC, la FEU, etcétera. Con la única diferencia de que tal integración no es solicitada por la persona, u otorgada por sus méritos, sino que es impuesta por su condición física.
La ANSOC, como padre/tutor, sabe lo que es bueno y lo que es malo para sus hijos. Cree que, porque sus hijos dependen de las manos para comunicarse, tienen que andar con cuidados, saber bien con quién se relacionan y ocupar un lugar en la sociedad según sus limitaciones. De manera que, ante la ANSOC, son estas limitaciones las que los definen como individuos. La ANSOC, como responsable, sabe los derechos de sus miembros y tiene que estar al tanto de todo lo que hacen y, para ello, les impone un estigma, que es la única manera de reconocerlos. Bajo la sombra de ese Querubín Protector hemos visto apagarse valiosísimas ideas y talentos individuales.
El Chino Novo ya venía jugando con la cadena de los tres monos sabios desde su exposición anterior en Galería Continua. En la primera, con el no ver, y en esta última, con el no escuchar y no decir. Tres condiciones que le han sido castradas a un número importante de artistas, sin contar los que ya han sido perdonados y curados por la historia.
El discurso de las limitaciones mentales, más allá de las físicas; el refrán popular “No hay peor ciego que el que no quiere ver”; el signo lingüístico forma/contenido; el trueque de sentidos; la sinestesia libertad/prisión, voz, pluralidad/masa, gestualidad, expresión…, eran las piezas que conformaban la obra. A todo eso, sumémosle la propia censura que el Estado le ha propiciado, y la obra se carga de más sentido, se actualiza, se vitaliza.
Miembro 030721. Cortesía Reynier Leyva Novo.
Novo recibe una llamada, donde lo citan a las 11:00 a.m. en la Embajada de Noruega. Esta llamada era consecuencia de una llamada del MINREX, poco usual en su naturaleza misma, que había recibido la Primera Secretaria de la Embajada la noche anterior, donde la convidaban a una reunión a las 8:00 a.m. del día siguiente para hablarle de las implicaciones de la obra Hijos del silencio.
En la mañana del 10 de abril, Novo se reúne con la Primera Secretaria de la Embajada de Noruega —concluida la reunión de esta en el MINREX— y los dueños del estudio Figueroa-Vives. Un tanto incrédula, la Primera Secretaria le comunica al artista que el performance no se podría efectuar ese día, y le habla sobre una carta de queja de la ANSOC firmada por el presidente de dicha Asociación el 5 de abril, y tramitada a través del MINREX. En la carta se exponía una preocupación por parte de la presidencia de la ANSOC: aproximadamente 20 de sus miembros habían sido contactados por una persona “oyente” que no conocían, y con la que no tenían relaciones de trabajo ni conocimiento de sus motivaciones. Según pudieron constatar, a estas personas se les había entregado dos hojas impresas con varias canciones que debían interpretar, algunas de las cuales poseían letras de contenido político.
Novo ya había recibido algunas represalias por esta obra durante los ensayos, mediante operativos del propio presidente de la ANSOC y otros funcionarios. Incluso, muchos de los sordos que integraban el coro habían sido amenazados en sus propias casas por tales funcionarios, y se les había advertido que su participación en la obra les dificultaría cualquier trámite de viaje al exterior. Como resultado de estas amenazas, el coro, de 24 integrantes en el inicio, se vio diezmado a 18.
A las 4:00 p.m. de ese día se realizaría el último ensayo, aunque ya Novo sabía que eso no iba a suceder, al menos no ese día, al menos no ese año, al menos no en esa Cuba. De todas formas decidió no cancelarlo, para que fuese la propia representante de la Embajada quien hablara directamente con los participantes del performance y les explicara lo sucedido. Con las últimas esperanzas, el artista inició un careo con la Primera Secretaria frente al resto de los implicados en defensa de la obra. Pero la decisión ya estaba tomada: la obra sería pospuesta para algún día, según Cristina Vives, quien era la más decidida a clausurar el performance, convencida como estaba de que detrás de todo no solo estaban la ANSOC y el MINREX.
Entonces, para no postularse abiertamente como censores, se armaron de una serie de pretextos vagos e incomprensibles para ellos mismos —absurdos, en toda la extensión de la palabra— y usan una justificación tan delicada como suciamente manipulada en ese contexto: el respeto de los derechos de estas personas sordas (que participaban por su propia voluntad y convicción y que habían sido reunidas por el artista visual Alejandro Barreras, también sordo, quien cree que su propio apellido representa, más allá de su condición, un karma por sus infortunados contratiempos de planes de viaje y derrumbes de proyectos). Por supuesto que ni el Chino Novo, “explotador de los derechos de los participantes sordos”, ni los mismos participantes sordos, se tragaron tal justificación.
El incidente demostraba que el dominio del Estado sobre esos espacios “pseudoindependientes” era palpable, y que ese dominio marca el paso sobre gustos e intereses; que la censura sigue con el hábito setentero y que, a la expresión, aún le quedan unos años en la cárcel.
El incidente marcaba la conveniencia de estos espacios, dados al arreglo por encima del arte y los derechos del arte. Marcaba la antigua coletilla de lo permisible y lo confiable a costa de prebendas y autorizos. Muy a tono con algo que dice Héctor Antón Castillo en su texto “¿Frankenstein vs Drácula?”: “Amparando a productores confiables venidos a menos en el panorama visual, el Estado aplica una justicia económica que beneficia a los mansos y perjudica a herejes, los negados a tragarse la hostia oficial. ‘Si te portas mal con nosotros, tendrás lo que merecesʼ, diría uno de estos mafiosos bebiendo un trago de Chivas Regal 12”.
Kiss me, but I’m Gay
Aceptamos a los gays, pero no pueden manifestar públicamente sus deseos sexuales, no pueden besarse, no pueden singar, no pueden andar de la mano, no pueden vestirse así, no puede hablar asao… Los gays fuera del clóset que se metan en el clóset para besarse.