Ups! Se me coló un reclamo generacional en el ojo

La Habana es una ciudad con más de un millón de cadáveres —según las últimas estadísticas— y desde el insomnio —como un Dámaso Alonso cualquiera— revisito sus parajes y su hacer, más cuando me persigue su inercia. Zapatear sus calles significa no hallar el mínimo destello de lo que fue su algarabía, su clave, su esencia de sonrisas. Se le escapó la mañana a La Habana, huyó junto a los miles y miles que abandonan La Isla y dejó huérfanos a los que aún quedamos.  

La ciudad transita por un estatismo insoportable donde casi todo es retórico. Retazos de saberes creativos plantan y resisten; otros se resignan y perecen. La hostilidad ahoga y la mala fragancia de una flor casi muerta envenena el respirar. Pero fluye, entre tanta densidad, un reclamo por lo sano, transfigurado a través de matices que resultan una variable más en la ecuación que se propone este ciclo.


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El Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV) inauguró en julio una de las propuestas curatoriales que, a mi parecer, más se responsabilizan con estas exigencias. Hablo de Mover algo de lugar lo hace nuevo, concebida por el colectivo Ups! y curada por Laritza Suárez del Villar. Esta muestra alberga en la ironía y la bufa toda una vertiente heraclitana, enfocada en la dinámica del cambio espacial como acción de renovación.


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Resulta evidente la forma en que se consagra el discurso estético a las múltiples digresiones que, desde rituales performáticos, pretenden incendiar lo consabido dentro de los rumbos del arte cubano de los últimos años. La itinerancia de una visión coqueta y plácida, así como la pretensión por desmontar el dogma instalativo, supuso el desglose de acciones que remataron lo brillante del guiño burlesco en la propuesta, la que enfocó su cauce en el movimiento como interpelador por excelencia de la transformación, y esta última como núcleo consustancial a la vida.


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Es simple: si varío mi realidad espacial me resignifico, cambio, pues mi condición e influencia en el medio serán potencialmente diferentes; aunque no del todo nuevas. De esta manera, el cambio se presenta como la evidencia de la forma más general de todos los objetos y fenómenos. Desde aquí parte la provocación que propone Ups!, tanto como el tránsito por una vertiente de analogismos y símbolos responsables de darle cuerpo al asunto.        

Sería ininteligible el cambio sin explorar sus causas. Así, con picardía, Ups! expone las suyas desde traquimañas narrativas que llegaron a mí a través de lives en Instagram. Ahí dieron evidencia de sus ardores de movimiento: cargaron, reacomodaron, resignificaron. Los espacios tomaron nuevas formas y condiciones perceptivas; siempre que se sustrajo un elemento de un sitio para colocarlo en otro, se halló una nueva exposición, aunque más sustanciosa e impensable.


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El aparente caos de la sala maqueta la idea y el tránsito de sus hacedores la hace funcionar. Con cada gota de sudor derramada, estos pseudo estibadores concretan giros tangenciales a la idea tradicional con la que se concibe una muestra, desplazando la sintomatología estatista que embelesa los espacios galerísticos cubanos. A su vez, la incertidumbre y la expectativa dinamizaron el proceso y lograron darle atractivo a la propia persistencia del proyecto en los interiores del CDAV. Mientras más era la intromisión en el sentido al que aspiraban, más interesante se asumía esta burla llena de subterfugios.


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El gesto del colectivo, al proponerse tal atrevimiento, regaña en la frivolidad con que se estructuran muchos de los diversos escalones creativos hoy en Cuba y la uniformidad que demandan. La altanería y desenfadado por donde boga —e imagino bogará— el proyecto, así como el tono jaranero con que se comunica, hilvana los extremos que ofrece, al punto de convertir una propuesta de harta hondura en un producto asequible y entretenido, tanto como cargado de significaciones semánticas que exploran patrones filosóficos.

Se extraen, así, un conglomerado de presuposiciones que aspiraron a determinar la innovación que trae consigo un cambio espacial, que, si bien deja puntos flojos en la conformación del todo, el resto de elementos que complementan la muestra gozan de un timbre provocativo y seductor. 


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Esta encerrona de Ups! arroja brasa sobre los saberes contextuales a los que nos enfrentamos en la actualidad. Cuba y cada elemento que conforma su sostén cultural claman por un hormigueo que, al acto, represente desligarse de concepciones añejadas en la inamovilidad de la Isla, tanto como desuncir nuestras interioridades espirituales del dogma que nos ata. ¿Aquí cuántas estructuras no merecen una buena sacudida? ¿Cuántas resignificaciones se están pidiendo a gritos?

Ups!, además de toda su mañosa intención artística y simbólica, hace una insinuación política, que si bien no se explicita en lo factual de los procesos, condiciona la interpretación del espectador con todo un juego de artilugios que denotan el cauce de su performance antisistema —léase ‘antisistema’ como la oposición a la totalidad de un sistema establecido.


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Mover algo de lugar lo hace nuevo cabe dentro del panorama como una alegoría al principal reclamo de esta generación. Su acción artística excede los límites del espacio donde fue acogido para darse a la sazón del pálpito de su atmósfera e imbricarse con las humaredas de hastío y cansancio que se cuelan por La Habana.


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Estamos en tiempos de “reenquiciamiento y remolde”. Ups! evidentemente lo sabe. Y desde su mofa y afán de estibación, comulga con la idea del cambio, nuestro sufrido leitmotiv generacional.




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Federico García Cortiza y su ‘expresionismo biológico’

Yaysis Ojeda Becerra

Buscaba un modo de trabajar directo, a lápiz, que el dibujo se percibiera y que en cualquier lugar que llegara pudiera coger un pedazo de cartón y un lápiz para ponerme a dibujar. Me parece más complejo dibujar que pintar”.