‘Parasite’: avanzar hacia atrás

Sería reconfortante pensar que Parasite (Bong Joon-ho, 2019) nos ha caído del cielo como el diagnóstico definitivo de un enfermo terminal. Pero por mucho que esta visión aliviase temporalmente el malestar, no dejaría de ser mentira.

La enfermedad se fue fraguando con lentitud, alevosía y comodidad en todos nosotros.

La fecha del estreno y posterior distribución global arrojan luz sobre el muerto.

En el trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, la unanimidad con que la cinta fue condecorada con la Palma de Oro en Cannes coincide con la que los analistas prevén una nueva recesión en los mercados occidentales.


Parasite - Edgar Pozo

La película cuenta los malabares que realiza una familia surcoreana con dificultades para llegar a fin de mes en el siglo XXI. Después de que el miembro más joven de la familia sea contratado como profesor de inglés de la niña de una familia rica, todo cambiará. A través de engaños y triquiñuelas, la familia pobre conseguirá ir siendo contratada miembro a miembro para diferentes trabajos en la casa adinerada, sustituyendo a todo el personal anterior. Sin embargo, no serán los únicos en intentar esto.

Leyendo estas líneas de sinopsis, la trama se nos presenta en sencillez y comicidad. Pero hay también un cierto rebrillo de familiaridad si nos atrevemos a mirar dos veces. La clásica comedia de tragedias entre ricos y pobres, arropada en las disfuncionalidades folclóricas del pueblo en cuestión.

1) Una cucharada sopera de neorrealismo italiano.

2) Sofreír en la sartén algo de teatro español de posguerra durante un rato.

3) Dejar en remojo un poco de comedia soviética, recomendable que sea anterior al realismo socialista.

4) Un poquito de Bertolt Brecht, así que te quede amargo.

5) No te vayas a pasar con la obra social de Titón.

6) Incluso, si hay a mano, dar un toque de realismo ruso. Sí, sí, de ese donde la carca nobleza del imperio zarista hablaba francés para diferenciarse del vulgo que hablaba… ruso.

7) Cocer todo ello finalmente en la cazuela del pensamiento ilustrado francés, et voilà.

¡Ese es el plato que cocina la criada para la eterna reminiscencia estomacal de la burguesía inútil!

Resulta un poco extraña esta gastronomía. Aunque ordinarios, sus ingredientes no dejan de tener un gusto a quemado. Como si alguien hubiera guisado tanto con ellos, que hubieran perdido su caché.

Parasite nos devuelve a la palestra sujetos como “ricos” y “pobres”, o incluso “burguesía” y “clase obrera”, que creíamos enterrados ya y para siempre en los grandes relatos.


Parasite - Edgar Pozo

No obstante, algo de sepulturero sí que tiene el metraje. En este, queda patente lo soterrado ya del consenso social de 1945.

Una nueva clase social nunca antes vista, la clase media, iba a acabar con la dicotomía de pobreza y riqueza, que el capitalismo traía de nacimiento. Se iban a crear así sociedades no solo más justas e igualitarias, sino también más prósperas.

Pues bien, todo esto era mentira.

Derribado el muro de Berlín y muerto el comunismo en 1989, se difuminaba también el horizonte emancipador en la historia del hombre. La linealidad con la que este, en teoría, avanzaba hacia el “progreso humano total” desde la Revolución francesa, se había detenido. La percepción de un “destino de la humanidad” desaparecía.

Esto es lo que hay.

Pero la realidad es que no solo no se había terminado la historia, ni tampoco se había detenido, sino que una misteriosa tuerca comenzaba a girar en la dirección contraria. La historia seguía avanzando, pero hacia atrás. Los años corrían, pero la percepción de los mismos era la de épocas anteriores.

El nuevo rico se aprovecha del nuevo pobre, que es él y su móvil.


Parasite - Edgar Pozo

Inyectado el serpentino veneno de la red, una nueva conciencia general surge. En esta, la rapidez y la fugacidad se colocan como elementos fundacionales de las cosas y el desarraigo se arraiga. Perdiéndose un vínculo duradero con todo lo terrenal, se abre la caja de Pandora de la mercantilización de todos los aspectos posibles de la vida, de materia a espíritu.

Los viejos odios individuales y sociales, que se pensaban superados, vuelven a surgir. Pese a hacerlo de manera distinta, los esclavos vuelven a pelearse por ser los favoritos de su negrero.

Casas ostentosas, coches de lujo, sonrisas falsas, profesores particulares innecesarios y ridículos, arte deforme e irrisorio, choferes y mujeres, siempre mujeres, que preparan la comida a unas suaves manos de príncipe que nunca han tocado un plato: solo los cubiertos.

Si al inicio de esta emocionante década nos encontrábamos en tiempos de República de Weimar, con una clase media estremecida por la crisis financiera e intentando contestarle en la calle, ahora, casi a su término, hemos avanzado hasta retroceder a 1914, donde los auges de los nacionalismos a nivel global y sus guerras comerciales nos recuerdan a los viejos imperialismos coloniales europeos del siglo XIX.

La razón de por qué los ingredientes de la cocina de Parasite parecen los de la abuela es… ¡porque realmente son los de la abuela!

La película es toda ella un déjà vu de cosas que la humanidad está viviendo por segunda vez.

Hincado ya el dedo en la llaga, esperemos a que caigan unas cuantas gotas de sangre para seguir narrando.


Parasite - Edgar Pozo

¿Quiénes son los verdaderos parásitos? ¿Quién vive de quién y del trabajo de quién? ¿Quién es la causa y quién el efecto?

Pero paremos un poco.

En verdad: ¿cómo culpar a los ricos?

Tras cada destello de belleza visual que desprenden sus mansiones, sus vidas, y también los planos de Parasite, se nos presenta una horrible contradicción introspectiva, que es interclasista.

Por cuanto más claro es el ingenio y la agudeza del esfuerzo intelectual y físico del pobre para cumplir con su trabajo, tanto más oscura es la vil simiente de su obligación de trabajar.

Si el trabajo humaniza, el porqué del trabajo deshumaniza.

Cuando Cervantes escribió el Quijote, el embajador francés envió una carta al rey de España, Felipe III. En la misiva, el diplomático alababa las penurias y miserias cotidianas que sufría el pueblo español bajo la monarquía, y aupaba a que la situación no cambiase jamás. La necesidad habría de seguir dando lugar a semejante ingenio y a tan magnas obras.

“Ser pobre es la mejor manera de ser humano”, ¡se dice cuando no se es pobre o cuando no se es humano!

Si no es juntos, no será más que un sueño.




Parasite (tráiler)




Érase una vez en Tarantino

Érase una vez en Tarantino

Edgar Pozo

Once Upon a Time in Hollywood (Quentin Tarantino, 2019) es una de esas películas que albergan una mente de pecado. Como un molesto zumbido de mosquito o una punzante jaqueca, algo se cuece en lo más íntimo de su realizador.