Las ‘Tragedias insulares’ de Roger Fariñas



Recién se acaba de presentar en Madrid, en la céntrica librería Sin Tarima Libros, la trilogía teatral Tragedias insulares del dramaturgo cubano exiliado en España Roger Fariñas Montano. 

La trilogía aparece bajo el sello español de Editorial Cuadranta, la cual, a mi humilde y ajeno parecer, ha tenido el acierto de publicar este trabajo y dar cobijo a la voz valiente, independiente y, ¿por qué no?, maravillosamente inconsciente, de este dramaturgo, director de escena, crítico y, en definitiva, de este hombre total del teatro: porque a poco que uno conoce a Fariñas, sabe que su presencia es teatro y saber del teatro. Lo de “inconsciente” lo intentaré explicar más adelante.

Para mí, como autor y director teatral, compañero, colega y admirador de Roger, me provoca una especial ilusión poder presentar esta auténtica joya y hablar de una obra que conozco bastante, que se presta a ser estudiada, debatida y que, de alguna manera, irrumpe en nuestra ciudad y en nuestro país con una fuerza desbordante y contenida al mismo tiempo, e intuyo que para quedarse. Y no sólo en las hojas de un libro, como este que recoge por primera vez tres de sus obras de teatro (MorboColapso y Tragedia de una mujer estéril), o de otras editoriales que las han publicado de manera individual en otros países, sino también las vislumbro sobre las tablas de un escenario, sobre las tablas de muchos escenarios.

No obstante, y antes de entrar en materia, debe resaltarse que, aunque celebramos este encuentro en la increíble tarde de primavera madrileña como una puesta de largo oficial del trabajo dramático de Roger Fariñas, y así lo vamos a seguir sintiendo durante muchas jornadas de presentaciones más, porque no hay nada como empezar, como “estrenarse” y, sobre todo, como caerse y “volver a empezar” continuamente en nuestra vida, debe resaltarse —insisto— que Roger Fariñas Montano, su trabajo, ya tuvo su presentación oficial en Madrid hace algún tiempo. 



Concretamente, fue en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores de España, SGAE, donde se presentó su libro de ensayos Puntos de fuga. Una década con Argos Teatro(2010-2020), aquí como investigador, donde recoge parte de la trayectoria de la esencial e importante compañía cubana de teatro. 

Tragedias insulares, como Roger, es principalmente Cuba. Es, probablemente, una Cuba herida, una Cuba que supura a pasos agigantados, y que el propio autor intenta cicatrizar a través de su literatura dramática, a través de su teatro. Pero lo curioso, lo realmente interesante en la dramaturgia de Fariñas, es que vemos Cuba y la dejamos de ver en el mismo momento. 

Es Cuba sin ser Cuba, dada la universalidad y la atemporalidad de lo que escribe. Cuba es una excusa, quiero creer, seguramente el lugar en el que cada uno de nosotros hemos nacido también es una excusa, y esta excusa sirve para que Roger nos presente un abanico de personajes, de situaciones y de historias que nos hacen transitar al lugar del que viene para enseguida hacerlo nuestro. 

¿Quiere esto decir que sólo es Cuba lo que leemos en sus obras o que hay Cuba también en todos nosotros? Esto último se palpa de una manera evidente en la manera en que las ubicaciones de sus textos nos confunden. Puede ser allí o puede ser aquí, puede ser en cualquier lugar. Esto se debe a que el autor no habla de un país, habla de su gente, habla de cómo los seres humanos nos resquebrajamos a “machetazos”, que es lo que hacen los personajes de sus obras.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo hacen? Y ahí, de nuevo nos viene Cuba. De nuevo sentimos que lo hacen porque se los come la Isla, la Isla rodeada y cerrada a cal y canto, con cerrojos como los de La Casa de Bernarda Alba. Y de nuevo, quizá, no es Cuba —la Isla— de lo que nos habla el autor. 



Esa existencia encerrada, que refleja una Isla donde pronto todos acabaremos devorados por el agua o cayendo en ella, es en realidad la metáfora más evidente y esclarecedora de una humanidad que se encierra, de una humanidad acotada, limitada y claustrofóbica que no encuentra la felicidad porque no sabe que “cuando huyes de un problema, huyes también de la solución, y la solución de los problemas siempre trae consigo la felicidad”. 

Mas los personajes de Roger Fariñas, desgraciadamente, no saben ser felices. La humanidad se resquebraja porque el instinto ejerce una poderosa dictadura feroz. Y eso nos gusta, como le ocurre a la Beatriz de Colapso, por citar un ejemplo, que narra la humillación, el abuso, la violencia —acaso también física— y el ejercicio de poder recibido por parte de su marido para inmediatamente, acto seguido, confesar que le ha gustado. 

Los personajes de Roger, de su teatro, no son, pues, Cuba. No son la Isla. Los personajes de Roger son, más bien, la isla interior que habita dentro de todos y cada uno de nosotros. La isla interior, aquella de la que a tiro de fotograma nos hablaban de manera prodigiosa Félix Sabroso y Dunia Ayaso en su película. 

Los personajes de estas tres obras, como los de la película, se mienten, se engañan, y de alguna manera se mortifican creando triángulos o círculos de los que es imposible salir pero, al mismo tiempo y por encima de todas las cosas, se necesitan. Todo, en esa “isla interior” de la que hablamos. La “isla interior” en la que habitan estos personajes. ¡El teatro de Roger es digno de estudio!

Quiero resaltar el trabajo que el autor hace de las consecuencias, magistralmente desarrollado en su creación de escenas. Las consecuencias de los actos que manan de los personajes de estas obras son otro personaje más, sin duda. Las consecuencias nacen, crecen, respiran y sólo me queda la duda de si se reproducen —probablemente, sí—, y de si llegan a morir del todo. 



Roger Fariñas.


Resalto de igual manera el manejo de la intelectualidad en su trabajo. Los autores no podemos hacer intelectual lo que ya es intelectual de por sí. Es un error y una, digamos, pretenciosa irresponsabilidad. Desintelectualicemos el arte, porque ya el arte es lo más intelectual que existe. Lo demás es pose, y Roger emerge en el panorama de la dramaturgia internacional sin pose. Ese es, e intuyo que será, su sello personal. 

Para terminar mi particular visión, debo decir que la literatura dramática de Roger Fariñas refleja estructuras dinámicas, cuajadas de saltos, de flashbacks dentro de otros flashbacks, evidenciando que no siempre las cosas son como parecen y que transitamos por más de una realidad al mismo tiempo. 

Hay un estar y no estar de los personajes en las escenas que fascina. Los personajes no sólo viven las escenas, sino que, además, las intuyen, las invocan, se adelantan a ellas antes de vivirlas. 

Todas estas características reflejan, por momentos, estructuras dramáticas desquiciadas en las obras que nos ocupan. Con esto, y con otras características como la condensación de escenas, unidas en una amalgama secuencial exenta de límites, acotaciones y aclaraciones al lector, acierto a concluir que el lenguaje de Roger engancha al lector, le hace pensar, le hace reflexionar y discurrir, pero, por encima de todo, le hace vivir.

Agradezco, especialmente, y como decía al principio, la inconsciencia del autor. La escritura es, principalmente, un ejercicio de inconsciencia. Esa es al menos mi opinión. 

El autor no tiene que tener en cuenta más que su instinto y su impulso, condiciones ambas que, como sus personajes, tiene Roger Fariñas Montano, autor de esta trilogía increíble.







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