La desgracia de Landrián, y también su timbre de gloria, es que comienza a trabajar como documentalista cuando el ICAIC está en su fase más agresiva en relación con esas tareas: nadie es cineasta en el país.
La desgracia de Landrián, y también su timbre de gloria, es que comienza a trabajar como documentalista cuando el ICAIC está en su fase más agresiva en relación con esas tareas: nadie es cineasta en el país.