Como “el diligente Palinurus” —el piloto de Eneas— en “su travesía por el mar de Libia” hacia la futura Roma, yo, Jonathan Edax, “no acierto a distinguir el día de la noche”, porque todo gran libro me hace atravesar una tempestad de la que no saldré ileso, de la que no hay retorno; de ahí que también me quede dormido, víctima del dios Somnus, y caiga al mar.
Una corriente marina me arrastra a una isla en la que, tras ser asesinado, quedo “insepulto en ignorada arena”. La sepultura sin sosiego. Las voces de Palinuro claman por el descanso “en plácidas moradas”. Desde ahora, yo, Jonathan Edax, clamo ante la imposibilidad de leerlo todo, de escuchar cada una de las voces que habitan el Libro.
The Unquiet Grave es la más rara (y tal vez perdurable) obra de Cyril Connolly. Escrita mientras las bombas alemanas caían sobre Londres en plena Segunda Guerra Mundial, podría definirse como su testamento literario. El autorretrato de un hombre melancólico. Aquí se conjuga su formación en los autores clásicos grecolatinos con su conocimiento de los preceptos de la literatura moderna; esto es, Connolly hizo emigrar el ideal clásico hacia la fragmentación (obra inacabada) de la modernidad… Primera edición de pasta dura en azul; sobrecubierta beige, sin ilustraciones y con letras azuladas.
Primera edición de The Unquiet Grave (London, Horizon, 1944).
En la solapa se lee: “The manuscript, which was submitted anonymously to HORIZON, seemed unusual enough to warrant separate publication. The book is set in the new Monotype Ehrhardt and is printed on J. Barchman Green’s hand/made paper, in an edition limited to one thousand copies”.
A modo de resumen:
- Dividido en tres partes —“Ecce Gubernator”, “Te Palinure Petens”, “La Clé des Chants”—, el libro inicia con la contundente frase: “Cuantos más libros leemos, antes nos damos cuenta de que la verdadera misión de un escritor es crear una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene la menor importancia”.
- Connolly retoma el ideal estético (propio de un romántico) que ya había desarrollado en Enemies of Promise: el trascendentalismo del Arte. Sin embargo, el pesimismo del autor para con su propia obra está presente en todo momento; se sentía incapaz de llegar a escribir la obra maestra: “¡El pasado, ay, cuando una obra maestra bastaba para sostener una reputación de por vida! Catulo, Tibulo y Propercio caben íntegros los tres en un solo volumen; Horacio o Virgilio no necesitan sino un tomo, igual que La Fontaine y La Bruyère. Un libro para una vida y el resto es fama, comodidad y falta de Angustia”.
- Bajo el heterónimo de Palinurus, Connolly arma una obra con fragmentos de posibles ensayos inacabados, aforismos, registros de lecturas, pensamientos que suelen quedar a medias, proliferación de citas latinas y de autores clásicos franceses y británicos, entradas de diario: “Síntomas de buena salud que se esfuman: levantarse temprano, afeitarse temprano, vivacidad en el cuarto de aseo, alacridad al cruzar la calle, cuidado del aspecto externo, horror de la propiedad, indiferencia hacia los periódicos, amabilidad con los desconocidos, folie des maures”.
- ¿Qué autores son canónicos? ¿Qué diferencia sus obras de las del resto? Connolly tiene su respuesta: “Las Odas y las Epístolas de Horacio, las Églogas y las Geórgicas de Virgilio, el Testament de Villon, los ensayos de Montaigne, las fábulas de La Fontaine, las máximas de La Rochefoucauld y La Bruyère, Les Fleurs du Mal y el diario íntimo de Baudelaire, los poemas de Pope y de Leopardi, las Illuminations de Rimbaud, y el Don Juan de Byron […] Aman la vida y la naturaleza; no creen en la idea de progreso; se interesan por la humanidad, a la vez que la desprecian. […] En lo que respecta al sentimiento, estas obras maestras contienen el máximo de emoción compatible con un sentido clásico de la forma”.
- Temas universales como el amor y la amistad, la vida y la muerte, la melancolía y la angustia, atraviesan la escritura con el irónico y penetrante estilo de Connolly: “Solo el inválido Pascal criticó la amistas alegando que desaparecería si pudiéramos leer los pensamientos de cada uno”.
- Los seis autores más citados en el libro son Virgilio (Eneida), por supuesto, mayormente en la traducción al inglés de Dryden; Sainte-Beuve y Chamfort, “que aportan resignación filosófica y coraje cínico para disipar el pesimismo de Pascal —profusamente citado— y Leopardi y el delirio suicida de Nerval”; Flaubert, “genio dominante”; y De Quincey, “a quien el opio hizo grande”.
- El libro cierra con el “Epílogo: ¿Quién era Palinurus?”, en el que hace un estudio del perfil del piloto de Eneas, analizando varios pasajes de la Eneida. En el manuscrito que se conserva en University of Oklahoma en Tulsa, el título mecanografiado es The Tomb of Palinurus. Connolly lo cambió una noche antes de que el libro fuera a imprenta. En una carta a Maurice Bowra le confesó que había soñado que la voz del piloto de Eneas le pedía una sepultura definitiva. Desde Cuba, en 1948 Hemingway le escribió una carta en la que elogiaba The Unquiet Grave: “Nunca te he dicho lo bueno que es este libro. Creo que es de los mejores que he leído en mi vida. Podría asegurar que se convertirá en un clásico (cualquier cosa que eso signifique). Su lectura me hace lamentar que no pasara más tiempo contigo en aquellos años parisinos”.
Portada de The Unquiet Grave.
Diario de un bibliófilo. Enero 22, 2015. Primera nevada de este invierno virginiano. Hoy llegó desde la Armchair Booksde Edinburgh la primera edición de The Unquiet Grave. La tarde fue demasiado larga. La espera por el cartero —personaje que para un bibliófilo lo mismo es arcángel que hijo mal nacido— resultó poco menos que angustiosa.
Sí, hoy el cartero se llama Gabriel. El ejemplar que trajo es único. Aparte de estar en buen estado, entre sus páginas alberga un tesoro de memorabilia: una ficha de biblioteca; un pedazo de cartón con apuntes sobre el libro en cuestión; una foto de Connolly pegada en la portadilla con un self-epitaph escrito a pluma: “At Eton with Orwell, at Oxford with Waugh, he was nobody afterwards and nothing before”; recortes de periódicos británicos con varios artículos de y sobre Cyril Connolly.
Portadilla de The Unquiet Grave.
De los artículos, hay tres que me llaman la atención: el obituario de The Times, del 27 de noviembre de 1974; el homenaje póstumo de Stephen Spender en el mismo medio, del 3 de diciembre; y uno titulado “Living with Lemurs”, donde Connolly cuenta su experiencia de veinte años al lado de esas exóticas mascotas: “After twenty years I have a ring-tailed lemur again: my sixth. I still think them the most delightful of all pets; it is their owner, not the breed, who has deteriorated”.
Memorabilia dentro de The Unquiet Grave.
Connolly siempre recomendaba poner memorabilia dentro de los libros. Algún dueño anterior de este libro era sin dudas consciente de ello. Por cierto, el ejemplar tiene un exlibris que responde a Richard Smart. ¿Será aquel actor de Broadway de los años cuarenta y cincuenta? Quién sabe. La vida de un libro suele entrañar más misterios que la de cualquier hombre. De cualquier modo, ¡Salve, Richard Smart!
Enero 23, 2015. El cartero tocó la puerta para dejar un paquete. “Thank you, Gabe”, le digo. “It doesn’t fit in the mailbox… By the way, I’m Jake, no Gabe!”, me responde y da media vuelta en dirección a su Grumman LLV.
Grumman LLV.
Las voces de Palinurus (I)
En una carta fechada en Birmingham y 1938, Auden le escribió a Connolly: “…realmente escribes sobre literatura de la única manera que es interesante, excepto para los académicos, como una ocupación real, sea la banca o fornicar, con todo su aburrimiento, emoción y terror”.