Los editores salvajes: Luis Solano

Los editores salvajes es un espacio para conversar con gente que hace libros. Porque editar es una forma de opinar sobre el estado de la cultura contemporánea. Mi primer invitado: Luis Solano, editor de Libros del Asteroide.




Alguna vez un amigo me preguntó —no vean la patética finalidad de una carrera de Letras— qué libro regalarle a una periodista “cellulite free”. Estas fueron sus palabras exactas: “Si divides su estatura por la distancia que hay entre el suelo y su ombligo, obtienes una proporción perfecta”. Recuerdo que agregó el dato de que “había visto todas las películas de Lucrecia Martel y parecía comprensiblemente exhausta por el esfuerzo de demostrarlo”.

Pensé en una editorial con feeling, que publicara textos empáticos, historias bien contadas sin el suspenso de saber cómo terminan: le recomendé casi cualquier cosa de Libros del Asteroide

Terminaron casados.

Poco tiempo después —lo sabemos por Frédéric Beigbeder: el amor dura tres años— llegó el divorcio, y con él prácticamente la misma situación: recomendar el libro exacto, pero esta vez en sentido opuesto. Libros de desamor. ¿Saben aquel momento de una discusión (conyugal, política, artística, lo que sea) en la que uno dice algo absolutamente descabellado y filocriminal solo porque sabe que va a molestar al oponente? Libros que muestren —como aquella película de Godard: El desprecio— las dolorosas etapas por las que atraviesa una relación que se acaba. 

Mi recomendación no se movió un centímetro. La editorial seguía siendo la misma: Libros del Asteroide. Mis amigos leyeron Sylvia, de Leonard Michaels, y en un momento dado empezaron a compartir frases atroces y triviales. 

Si yo tuviera que escoger una frase, un blurb para Libros del Asteroide, diría que es una editorial perfecta para toda esa gente a la que le gusta la literatura, pero aún no lo sabe.

Con Luis Solano, su director, converso en exclusiva para Hypermedia Magazine, rompiendo el dique de la cubanidad. 

Mirando tu catálogo, Luis, detecto una especie de vector-feeling: títulos como Algún día este dolor te será útil (Peter Cameron), Canciones de amor a quemarropa (Nickolas Butler), Un amor que destruye ciudades (Eileen Chang); otros como El meteorólogo (Olivier Rolin), Monasterio (Eduardo Halfon), etc., son estremecedores. ¿Es posible que el concepto de buena literatura en Libros del Asteroide esté más cerca de la conmoción, de lo salvajemente emotivo, que de los alardes formales o —como decía Borges— las “tecniquerías”? 

Está muy bien visto lo que comentas, creo que una de las razones fundamentales por las que leemos es para sentir y en todos los libros que mencionas el sentimiento juega un papel importante. Aunque quizá en El meteorólogo pese más otra de las razones que nos empujan a leer: el conocer más cosas, en este caso parte de la historia de la Unión Soviética. 

No me interesan nada los alardes formales que no están al servicio de lo narrativo, pero cuando lo están, me encantan.

Hablemos de traducciones. Te confieso que pocas cosas me mortifican tanto como leer a David Foster Wallace traducido por Javier Calvo: todos esos “cómete tu propia polla”, “cagón”, y un largo etcétera que Calvo se las arregla para espolvorear en la obra de Wallace… Sin embargo, esa “angustia de la traducción” la he experimentado muy poco en Libros del Asteroide. Me atrevería a decir que en algunos ejemplares de tu catálogo —El rapto de Britney Spears, por ejemplo— la traducción supera al original. ¿Alguna vez has considerado el uso de un español más neutro o “internacional”? ¿Tienes algún protocolo para la traducción que contemple estas cosas?

Al ser un catálogo en el que los textos escritos originalmente en otras lenguas suponen más de tres cuartas partes de lo que publicamos, las traducciones son algo que cuidamos mucho. Intentamos trabajar solo con los mejores traductores posibles y también hay mucha labor de edición posterior. 

Además, buscamos siempre libros traducibles, es decir, libros en los que la versión en español no vaya a quedar más pobre que la original, o libros en los que por argot, variantes dialectales, etc., vaya a ser muy difícil lograr una versión que funcione de manera natural en nuestra lengua o va a tener un componente geográfico muy marcado. 

Hay casos, como el que comentas, en los que eso es casi imposible. Hay muchos libros que me han gustado pero que he descartado porque pensaba que la versión en castellano iba a desmerecer bastante de la original. Me vienen a la mente dos ganadores del Booker inglés como Una historia de los siete asesinatos, de Marlon James, o Milkman, de Anna Burns.

Me parece muy seductora la línea visual creada por Enric Jardí para la editorial, y me agrada mucho que todo salga en una única colección, que no me condicionen la lectura diciendo “esto ensayo”, “esto novela”, “a la autobiografía se llega por aquí”, es decir, que no aparezca el fantasma del género antes de leer. ¿Se trata de una apuesta a favor de libros degenerados, o simplemente de eludir los embrollos de la clasificación?

Se trata más de lo segundo, porque en general creo que publicamos libros con géneros bastante definidos. Y la razón tiene que ver con mi percepción del lector, yo creo que un lector no llega a una librería diciendo quiero un libro de tal o cual género, llega pensando que quiere un buen libro. Y punto. 

Esa es la idea que hay detrás de publicar solo en una única colección. La misma que había al comienzo de la colección Andanzas de Tusquets en la que cabían autores de distintas procedencias geográficas, y de distintos géneros y distintas épocas. Es verdad que con el tiempo fueron ampliando colecciones y dejando en Andanzas sobre todo la ficción narrativa.

Creo que fue Diego Moreno el que dijo: “Si un editor solo es un buen lector, con un gusto exquisito, posiblemente su proyecto de empresa fracase”. ¿Qué piensas? ¿Es una especie de fake news —sostenida también editores como P. V. Stock o Chardonne— o qué? ¿Tienes algún libro que te fascine, pero que nunca publicarías por motivos extraliterarios?

Yo creo que Diego, que es un excelente lector, se refería a que en la labor editorial es tan importante la selección (el gusto) como la difusión, conseguir que esos libros lleguen al mayor número de lectores posibles. No basta con escoger buenos libros, hay que hacer que se vendan. Ese es el sentido fundamental de nuestro trabajo: acercar los libros a los lectores.

Al principio puede que descartásemos de entrada determinados géneros (diarios o autobiografías, por ejemplo), ahora mismo no lo haría nunca. Creo que tenemos capacidad suficiente para vender de manera razonable todo aquello que me entusiasme. Y no hay tantos libros que lo hagan. 

Por aquí llegamos a lo que André Schiffrin llamó “la edición sin editores”, es decir, un modelo donde los CEO no vienen de la edición, sino de la publicidad, el marketing, el periodismo. Dime algo de esta mutación.

Schiffrin pensaba en un modelo de absorción de sellos literarios por grandes grupos empresariales y de una toma de decisiones basadas en términos económicos, sin tener en cuenta lo literario. Creo que, al menos en España, la profecía no se ha cumplido del todo. Es decir, hay lectores para los que la calidad literaria cuenta, por lo tanto, hay lugar para editores que toman decisiones basadas en términos de calidad literaria y no en términos únicamente de rentabilidad económica.

Hoy en día, como editor literario, me preocupan otros temas: la fagocitación del tiempo de lectura por las redes sociales y la falta de concentración que estas provocan en el ser humano, el acceso a la información a través de algoritmos que no siempre promueven lo más valioso o interesante, la supervivencia de las librerías, etc.  

No sé si estás al tanto de que en Cuba se puede montar un gimnasio, una desmochadora de palmas, un acuario, pero no una editorial. Las editoriales independientes son ilegales. Sin embargo, algunos cubanos han fundado pequeños sellos independientes fuera de la Isla, bajo lo que podría denominarse, con algo de ironía, “modelo on demand sin demanda”. Te hago dos preguntas en una: 1) ¿Recomendarías el modelo on demand para un proyecto editorial emergente?, y 2) ¿Qué consejo darías a esos editores cubanos que, por lo general, no logran vender más de 50 ejemplares?

Yo nunca dejaría de jalear a quien tenga el ánimo de editar libros y mucho menos si lo hace en un contexto tan difícil como el que me comentas. A los editores que empiezan les daría cuatro consejos: 

1) Publica solo aquello que te entusiasme.

2) Trabaja el texto hasta la extenuación, hasta que no haya margen de mejora posible. 

3) Sé consciente de que la edición condiciona la lectura del libro, como decía JR Jiménez: en edición diferente los libros dicen cosa distinta. Invierte tiempo y esfuerzo en el diseño y la presentación de tus libros.

4) Trata como lectores no solo a los lectores, también a libreros y periodistas.  

De todas maneras, no me atrevo a dar muchos consejos y más en un mercado tan complicado como el cubano, en este caso añadiría que es fundamental que alguno de esos libros pueda ser editados en otros países, creo que podría ser una manera de hacer más o menos viables esos proyectos y de darles difusión a esos autores. Creo que me centraría en ese aspecto tanto o más que en conseguirles lectores en Cuba. 

Hay un momento en La marca del editor, donde Roberto Calasso comenta la decisión de comenzar su sello (Adelphi) con la edición crítica de Nietzsche debido al contexto italiano. En una sociedad irracional, algo así dice Calasso, Nietzsche tendría un mercado. ¿Alguna vez te has planteado una estrategia similar en Libros del Asteroide: publicar un libro para una determinada coyuntura? 

En general diría que no, que intento huir de lo coyuntural y buscar libros que tengan vocación de permanencia, que puedan leerse dentro de 20 años. Yo intento buscar no libros del momento, sino libros de todo momento, por decirlo en palabras de John Ruskin. 

Pero sí creo que el editor tiene que adelantarse a su tiempo, detectar qué ahora no interesa, pero va a interesar en un futuro.

Veo que tienes en catálogo Canción de Rachel (Miguel Barnet) y Télex desde Cuba, un libro de Rachel Kushner ambientado en la Isla. ¿Has considerado publicar a otro escritor made in Cuba que no sea Miguel Barnet? Y, por último, para jugar un poco con las esperanzas de los escritores del patio, ¿puedo recomendarte un libro/autor cubano?

Alguna cosa más hemos leído, pero muchas menos de los que me hubiera gustado. Así que sí, por favor, recomiéndame lecturas.

Te recomiendo dos lecturas: 1) Contrabando, de Enrique Serpa: una ficción ganadora del Premio Nacional de Novela en 1938, pero tremendamente canibalizada por Hemingway— sobre el tráfico ilegal de alcohol entre Cuba y Estados Unidos durante la Ley Seca. Y 2) Papyrus, de Osdany Morales: una novela-en-relatos de un escritor cubano muy parecido a Italo Calvino. 

Libros del Asteroide

Cantidad de títulos al año: 21

Tirada promedio: 3500 ejemplares.

Equipo: 6 personas.

Mapa de distribución por zonas: Tenemos distribución nacional en España, Argentina, México, Colombia y Chile, en el resto de países trabajamos directamente con librerías.

Derechos de autor: En general entre un 8% y un 10% de la venta y un anticipo que equivale, al menos, a la venta de un tercio de la primera edición.

Cantidad de ejemplares para el autor: 20 de la primera, 3 de las sucesivas ediciones.

Los diez títulos más vendidos: 

  1. La uruguaya de Pedro Mairal
  2. A sangre y fuego de Manuel Chaves Nogales 
  3. El quinto en discordia de Robertson Davies
  4. Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler
  5. Mi planta de naranja lima de José Mauro de Vasconcelos
  6. Años salvajes de William Finnegan
  7. Tiene que ser aquí de Maggie O’Farrell
  8. El Pentateuco de Isaac de Angel Wagenstein
  9. Los días contados de Miklós Bánffy
  10. En lugar seguro de Wallace Stegner



Galería




¿Quién necesita un crítico en una isla desierta?

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Gilberto Padilla Cárdenas

La de la crítica cubana contemporánea es una película que empieza en las páginas de una revista y que puede terminar en lugares tan improbables como Facebookel coño de tu madreal pie de una ceiba, o simplemente a golpes. La del periodismo cubano, en cambio, es una película que acaba directamente en la cárcel.