Cuando yo tenía 20 años, en una muestra de videos en el cine 23 y 12 tuve la oportunidad de ver dos obras que cambiaron mi manera de pensar el arte: Siguiendo una naranja (1999) y Arriba de la bola (2000).
En un ambiente completamente propenso a narrar, a contar algo, donde casi todo el mundo estaba tratando de decir y remarcar mil ideas, estos videos hicieron que mi cabeza explotara.
Felipe Dulzaides.
¿Quién era ese tipo?
Una boca pegada al lente repitiendo una y otra vez: “porque hay que estar arriba de la bola, arriba de la bola…”. Una naranja cayendo por una empinada calle de San Francisco. Y ya.
Sencillez. Humor.
Videos chiquiticos. Y al mismo tiempo tan bellos.
Me puse a averiguar un poco, busqué unos viejos catálogos y, con el paso de los años, cada vez que se presentaba la oportunidad, yo volvía a chocar con la pincha de Dulzaides.
Hoy Felipe Dulzaides vive en La Habana y acepta responderme un cuestionario. La cosa va más o menos así:
¿Cómo se te ocurrieron esos videos: Siguiendo una naranja y Arriba de la bola?
Gracias por tus palabras, ya esos videos tienen alrededor de 20 años y que estemos hablando de ellos significa algo. Son videos cortos y sin embargo pienso que podríamos estar hablando de ellos por largo rato.
En la distancia, uno se da cuenta de qué trataban, en aquel momento simplemente los hice con un método de trabajo basado en la improvisación, involucrando directamente la realidad.
Claro, también eran una reacción al melodrama que se veía en mucho trabajo artístico de aquella época, y que todavía se ve: trabajar a partir de la ligereza sin perder la profundidad, valorar la espontaneidad, que también significa honestidad y transparencia; una necesaria irreverencia contra el oportunismo que se esconde en mucho arte calculado.
Los hice cuando estudiaba en el departamento de Nuevos Medios del San Francisco Art Institute. Allí había un reducido grupo de estudiantes que nos planteamos de distintas maneras eso que mencionas en tu introducción, siempre a partir de nuestras experiencias personales.
Mi escuela hizo una visita La Habana. Yo vivía desde hacía casi 7 años en Miami, no había regresado ni una sola vez a Cuba. De repente me voy a la costa oeste, al otro extremo de los Estados Unidos y, llegando, a los pocos meses, ya estaba de vuelta en La Habana.
Conocí la escena de aquel momento, a René Francisco y a los artistas que integraban DUPP (Desde una Pragmática Pedagógica). Toda esa conexión está muy viva aún.
Siguiendo una naranja es el inicio de mi trabajo. Fue como encontrar la puerta de entrada, y sucedió interactuando con la topografía de San Francisco: una ciudad con una comunidad que me inspiró muchísimo en aquel momento.
Arriba de la bola surgió después de regresar de un segundo viaje a Cuba con la escuela. Escuché la canción de Manolín y me di cuenta de lo que el Período Especial (el cual no experimenté) le había hecho al subconsciente colectivo cubano. Partí igualmente de un acercamiento lúdico. Eran las 2:00 a.m. y yo estaba en el estudio; conecté la cámara al televisor, funcionando como un espejo electrónico, y la frase “arriba de la bola” vino a mi mente. Perdí el control y me dejé llevar por la imagen que se iba componiendo. Creo que es una obra que refleja irónicamente un dolor muy profundo.
Nunca traté de repetir nada igual, ni parecido. Dije ahí todo lo que tenía que decir al respecto.
En aquel momento las cámaras eran bastante elementales. ¿Tenías muchos conocimientos técnicos? Yo soy muy ignorante para las marcas y los equipos… ¿Cómo haces tú? ¿Te llevas un sonidista o lo haces todo solo?
Jajaja…, colaborando con Teófilo Stevenson. Sin técnica, uno está libre de la técnica. No me interesa pintar un cuadro y ser valorado por habilidades. Disfruto ver un cuadro técnicamente bien pintado, pero hay muchas formas de reflejar la poesía, la espiritualidad enmarcada por la cultura. La poesía está en la vida misma, en el gesto que se relaciona con ella.
¿Cuantas copias hiciste de estas dos obras?
Hablando de técnica, eso son tecnicismos que manejan las galerías y el mercado y algunos artistas tenemos que adaptarnos a ellos. Por ejemplo, no permito que ese tipo de trabajo se muestre en Internet. Fueron hechas para el cubo blanco de la galería. Es un honor para mí que casi todas las copias de las dos obras están en colecciones que respeto.
Ver la naranja cayendo por las calles de San Francisco es de una belleza extrema. Años después, en una exposición del Museo de Bellas Artes de La Habana vi Portrait of my lens cap (2000) y tuve la misma sensación. No había visto el nombre del autor, pero me llamo la atención y pensé: “¿qué bolá con esto?, ¿qué loco hizo esto?”. Y cuando vi tu nombre se me salió una sonrisa. ¡Me volviste a sorprender!
Gracias de nuevo. Es una obra de la misma época. Es más o menos la misma búsqueda que los dos videos que mencionas.
Yo trabajaba para la cámara. Un trabajo que, irónicamente, refleja el drama existencial de ser un individuo culturalmente fuera de lugar. No puedo dejar de reírme: creo que siempre lo he sido, no importa el contexto.
Estudié fotografía en Miami. (Ahora podemos hablar de técnica, jaja). Tuve un profesor magnífico en Miami Dade Comunity College, Joseph Tamargo. Él es un purista. Pero luego en San Francisco tuve otros magníficos profesores que me ayudaron a entender la necesidad de dar un salto en los contenidos.
San Francisco fue una verdadera escuela que me ayudó a entender y a explorar la relación entre el arte y la vida. Pero con la fotografía, ya todo ese conocimiento y ese diálogo con el medio estaba en mis venas.
Portrait of my lens cap es una ruptura con lo que yo hacía anteriormente. Todas esas obras lo son. Empecé a ver la fotografía como escultura, como instalación. Existen millones de fotos de todo tipo de cosas; pero yo no recordaba una simple foto de la tapa del lente, lo que lo protege.
Son obras no premeditadas. Estaba en el lugar y simplemente inserté la tapa del lente en el contexto. Un contexto que es un paisaje en el que se repite un elemento circular.
Es una reflexión muy formal. Esas inquietudes formales e interdisciplinarias con la fotografía las desarrollé años después en San Francisco en un proyecto de Site Specifc Billboards.
Somos amigos en Facebook y siempre te veo posteando fotos con el título: As a matter of fact. ¿Qué hay detrás de eso? Tiene el mismo sentido del humor, pero también es como más seco… Duro, pragmático. Onda: “esto es lo que hay, no hay más nada”. ¿Cuándo empezaste a hacerlo? ¿Es solo un entretenimiento?
Es eso, un proyecto que está en Facebook. Si realmente supiera qué hay detrás de esa serie de fotos, no las hiciera.
Lo interesante es que es un trabajo en proceso, compartido a diario. Es y no es una serie de fotos. Me interesa mucho ese espacio indeterminado.
Las obras que mencionaste anteriormente están ya filtradas, listas para presentarse en un espacio expositivo. Todo el que realmente me conoce sabe que jamás he tomado una decisión pragmática en mi vida. As a matter of fact es una reflexión compartida, sin editar, inmediata.
Es un proyecto que también refleja la ciudad, que refleja belleza, tristeza, ironía, absurdo y un montón de cosas más. Es una especie de diario. Mi móvil se ha convertido en una de las herramientas que más uso. Acabo de hacer un video con él.
El otro día un pintor me mostró un cuadro hecho a partir de una de esas imágenes en Facebook. La idea estaba en la realidad, yo la compartí y él la pintó. La realidad, la ciudad, es para mí el verdadero estudio y lo que busco es el diálogo, la interacción. La vida es muy aburrida estando solo. Aunque la soledad es muy necesaria.
Quizás, algún día, ese proyecto pueda vivir en forma de libro. Qué sé yo. No quiero racionalizar algo que surge de un impulso.
¿Cuántos años viviste en Estados Unidos?
Desde siempre viví en Estados Unidos, pues nací escuchando jazz. En la cuna ya escuchaba a Bill Evans, Miles Davis, Ella Fitzgerald, Louis Armstrong y muchos más. Es más: yo puedo decir que “nací” en Estados Unidos, porque escuché esa música mucho antes que la de Irakere y los Yoyos.
Cuba y Estados Unidos están cultural y profundamente conectados; yo viví en el epicentro de esa conexión a través de mi padre. Un artista y un ser humano del cual podemos estar hablando hasta que se seque el Malecón.
Háblame de The New Genres Department of The San Francisco Art Institute.
Es mi escuela, mi otra familia. Allí encontré artistas de distintos rincones del planeta con las mismas inquietudes que yo, en un ambiente de experimentación libre, competitivo y estimulante.
Tuve la suerte de estar allí en un momento muy especial, pues luego todo cambió para mal: la ciudad, la escuela, los espacios alternativos dedicados a la experimentación… Todos mis amigos y colegas de una forma u otra fueron forzados a abandonar la ciudad.
En esa escuela también encontré maestros cuya vida y obra siguen siendo un referente para mí.
¿Tony Labat?
Un artista siempre sorprendente, radical. Un maestro brillante. Aún falta una justa valoración de su trabajo. No llegué a sus clases por casualidad.
Yo solo conozco tus fotos y videos. No sé nada de tus instalaciones…
En la pasada Bienal de La Habana hice una instalación site specific en el evento Detrás del muro, en el Malecón. Muy inspirada en Puesto de mando, una obra brillante del arquitecto Roberto Gottardi, y en la obra Sun tunnels de Nancy Holt. Quizás no la notaste, y eso me cuadra. Sin embargo era súper perceptible: tenía una longitud de casi 50 metros.
Hablando del Malecón… ¿Sitios de La Habana que más te gustan?
Muchos y todos por igual. El bar Elegante del Hotel Riviera. La bahía. El barrio de Nuevo Vedado. El Vedado todo. El Instituto Superior de Arte (ISA). Los yaquis que están en el mar detrás del teatro Karl Marx. La arquitectura del restaurante Las Ruinas. La sala de Lam en el Museo Nacional de Bellas Artes. Algunas partes de Centro Habana, Los Sitios (increíble lugar), el Cerro, La Víbora, Lawton, Habana Vieja. De Miramar: solo sus parques.
¿Y las cosas de La Habana que más te mueven?
El sonido de los amoladores de tijeras. Las pizzas del restaurante Ven a mí. La escultura de Sandú Darié en el lobby del Hospital Hermanos Ameijeiras. El sonido del cañonazo de las nueve en un lugar recóndito. La mata de mango al lado de mi casa. La Orquesta Sinfónica tocando un domingo a las 11:00 a.m. Los arboles del el Zoológico de 26. El sonido de los grillos en la noche.
¿Qué es lo próximo para Felipe Dulzaides?
Mandarte las respuestas a estas preguntas… jaja.
No, en serio, estoy trabajando muchísimo en muchas cosas. Unas a corto y otras a largo plazo. En lo inmediato: una expo en la Fundación Ludwig de mis videos que reflejan La Habana como subtexto. Ojalá puedas verla. Ahí tengo trabajos recientes mezclados con otros no recientes.
También estoy en una exposición bien procesual con René Francisco. Ya colaboré anteriormente con René. Esto es muy irónico, pero fue él quien me entregó mi diploma de Master In Fine Arts en el San Francisco Art Institute. Nuestro diálogo tiene ya 20 años y no le veo el final.
Vamos a revisitar esa experiencia, que no es más que un pretexto para cuestionar nuestra práctica creativa, desaprender a través del diálogo transparente y desprejuiciado. Lo maravilloso de ser artista es que es un campo abierto. Esta expo va a suceder en un proyecto increíble en la calle San Isidro en La Habana Vieja.
Hay muchas obras tuyas que aún no he podido ver. Para alguien que no te conoce: ¿cuáles son las obras que dirías que más te definen?
Nunca me he preguntado eso, ni quiero preguntármelo. Los intentos fallidos quizás fueron las obras más audaces, pero, ¿quién sabe?
Hace poco se hizo un libro sobre mi trabajo. Tengo que darte una copia.
Para terminar: ¿te consideras un artista conceptual?
Mi vida cambió en el MOMA de San Francisco cuando entendí el urinal de Duchamp en relación con una serie de obras de la misma fecha que la rodeaban. Pero no soy fan de las etiquetas. Respiro, tengo ideas, preguntas, proyectos que me desvelan a las 3:00 a.m., y sigo una naranja.
Posar desnudo en calle Paseo
Una amiga me quiere tirar unas fotos con la boca pintada de rojo. Yo me quiero tirar unas fotos con Laura Mónica, desnudos los dos. Pero Laura Mónica me dejó por un tipo con dinero, un mongo que si se cae come fango. Así que acabo en un apartamento en Paseo, encuero, con unas medias puestas y la boca pintada de rojo.