El libro del académico cubano-mexicano Armando Chaguaceda constituye la publicación tardía en el tiempo, pero oportuna para el debate público actual, de la tesis doctoral del autor, defendida hace diez años, con correcciones y actualizaciones menores. Una publicación de este tipo, que parecería fuera de tiempo, se justifica plenamente porque se trata de un complejo y refinado estudio de la temprana deriva autoritaria de los regímenes “progresistas” de Nicaragua y Venezuela. El mérito indudable de esta obra consiste en el análisis, en tiempo real, de los procesos políticos que tuvieron lugar en Venezuela y Nicaragua a fines de la primera década del siglo y primeros años de la segunda, en pleno auge de las instancias participativas en ambos países, y que marcaron el fin de los potenciales democratizadores del progresismo y su giro hacia la autocratización. La importancia de este libro radica en su capacidad para explicar la deriva autoritaria como un proceso intrínseco a las decisiones que tomaron los lideres políticos de Venezuela y Nicaragua en coyunturas críticas. La autocratización se entiende así́ como la fase final de un proceso que resulta de dinámicas in- ternas y no de imposiciones externas, como han pretendido hacernos creer los actuales gobiernos de esas naciones.
Para explicar este proceso, Chaguaceda combina la teoría de la democracia de Charles Tilly (Tilly, 2010) con los aportes latinoamericanos provenientes de los estudios de la sociedad civil, la innovación democrática y las interfaces socioestatales en procesos de participación (Dagnino et al., 2006). Tilly explica que la construcción de la democracia no es un proceso continuo, sino cambiante en el tiempo y en el espacio, que incluye fases de democratización y de desdemocratización. Por ello la democracia siempre está en vilo, como los casos estudiados en este libro lo demuestran. Tilly no solo propone una visión histórica que nos permite tomar distancia de las vicisitudes del presente, sino que además introduce un par conceptual que nos da la pauta para articular la democracia y la estatalidad, entendiéndolas como variables diferentes, aunque interdependientes. Tilly es pionero en esta forma de pensar a los regímenes políticos contemporáneos como una combinación de un mayor o menor grado de democraticidad y Estados con mayor o menor capacidad de cumplir sus funciones. Por supuesto, su definición de democracia no se limita el concepto minimalista por todos conocido, sino que trata de ampliar el horizonte a los variados espacios en que la democracia se construye, a saber: el constitucional, el participativo, el deliberativo, y el electoral. Tilly reconoce, como lo hace la literatura contemporánea, que todas esas dimensiones son muy difíciles de medir, pero que deben ser guardadas en nuestro horizonte conceptual para entender la complejidad de la democracia, cuya expresión electoral, siendo central, no agota sus otras dimensiones, necesarias e imprescindibles para mantenerse en el tiempo. Esa misma línea de pensamiento fue sostenida brillantemente por Guillermo O’Donnell (2010), quien fue un promotor del estudio de la democracia en sus necesarias intersecciones con el Estado y la ciudadanía.
La otra hegemonía: autoritarismos y resistencias en Nicaragua y Venezuela
Activistas y académicos que colaboraron con mi investigación, cuyos nombres aparecen en las páginas del presente libro, han sido reprimidos, encarcelados o expulsados de sus países. Varias organizaciones clausuradas, diferentes sueños aplastados o pospuestos. Si pudiera hoy borrar, al unísono, aquellos acontecimientos y mi propia lectura, no dudaría un instante en hacerlo.
En ese mismo tenor, la noción de capacidades estatales nos remite al potencial no solo represivo del Estado que, como sabemos desde Weber, es el núcleo fundamental del concepto de Estado, sino que alude también a capacidades administrativas, técnicas y generadoras de legitimidad, que, vistas en conjunto, son las que le permiten a un Estado operar cotidianamente, es decir, ejecutar políticas públicas y establecer formas de relación cotidiana con la sociedad (O’Donnell, 2010). Pues bien, esas capacidades son muy escasas en los Estados latinoamericanos debido a que su historia política se caracteriza por ciclos de autocratización y democratización que han impedido la continuidad de la construcción de instituciones estatales, siempre sujetas a la discrecionalidad de quienes detentan en cada momento el poder político (Hincapié́ & Olvera, 2019). De esta constatación resulta que las democracias pueden ser más o menos fuertes y los Estados más o menos capaces. Lamentablemente, en América Latina la mayor parte de los países tienen tanto democracias como Estados débiles. Hay una fragilidad intrínseca a las democracias nuestras, carentes de partidos políticos consolidados y de actores sociales constituidos y anclados en una sociedad civil moderna. En este sentido, hay siempre un riesgo de autocratización de la política, aun en los periodos en que se experimentan avances democráticos significativos.
Chaguaceda ofrece un estudio sintético, pero preciso, de las historias políticas de Venezuela y Nicaragua, y un análisis de la gestación y desarrollo de sus regímenes “progresistas”. En ambos países la instauración de estos regímenes fue la respuesta a democracias frágiles y francamente oligárquicas, que habían cerrado los espacios de participación de la ciudadanía e instrumentalizado la representación política de las mayorías. En Venezuela, el régimen chavista construyó progresivamente distintas formas de participación de la ciudadanía, que jugaron en un principio un papel democratizador en tanto dieron representación y voz a sectores de la sociedad que nunca las habían tenido. Sin embargo, muy pronto se vieron atrapadas en una disputa por el poder entre una oposición fuerte y el régimen. La fragmentada oposición logró mantener un importante caudal electoral y ganar los gobiernos de varios Estados y municipios importantes, creando una situación en la cual la plena hegemonía del régimen chavista no lograba realizarse. Pero las instituciones participativas y las innovaciones democráticas que el proyecto chavista impulsó quedaron sujetas a esta disputa central por el poder y por tanto se politizaron desde su propio inicio. Esta politización conducirá́ a su partidización en la medida en que Chávez decide construir un partido único del régimen e incorporar a los sujetos políticos participativos dentro de su propio partido. La oposición intenta hacer algo similar en los espacios que con- trola, y esto conduce a la desnaturalización de los espacios participativos como instrumentos de fortalecimiento de la ciudadanía. Peor aún, estas instancias se convierten progresivamente en eslabones de la cadena de mando central que encabeza el propio Chávez. Los Consejos de todo tipo, especialmente los Comunales, que hipotéticamente constituirían un gobierno local con potenciales autonómicos, terminan convirtiéndose en instrumentos de imposición de las decisiones presidenciales y del Partido Socialista Único de Venezuela.
La otra hegemonía: autoritarismos y resistencias en Nicaragua y Venezuela
Activistas y académicos que colaboraron con mi investigación, cuyos nombres aparecen en las páginas del presente libro, han sido reprimidos, encarcelados o expulsados de sus países. Varias organizaciones clausuradas, diferentes sueños aplastados o pospuestos. Si pudiera hoy borrar, al unísono, aquellos acontecimientos y mi propia lectura, no dudaría un instante en hacerlo.
Para el caso de Nicaragua, Chaguaceda muestra cómo el gobierno de Ortega planteó en un inicio un conjunto de instancias y programas de política social que tuvieron un efecto distributivo real y abrieron espacios políticos a actores no incluidos en la democracia oligárquica previa. También explica que esas políticas sobrevivieron gracias al subsidio que otorgaba el gobierno venezolano y por tanto estaban sujetas a una disponibilidad no controlable internamente. No se construyeron bases fiscales propias que le dieran autonomía y sostenibilidad a estas políticas sociales. Por otra parte, al igual que en Venezuela, la confrontación entre el gobierno de Ortega y la oposición condujo a que Ortega politizara las instancias de participación y las políticas sociales, proceso que se agravó cuan- do Ortega decidió́ reelegirse de manera indefinida. Para ello puso en práctica el control de todos los poderes del Estado y anuló la escasa autonomía política de los actores sociales, creando poco a poco un régimen que devino en espejo del somocismo y una versión trágica y caricaturesca del “progresismo”.
Es muy recomendable leer este libro porque a la distancia de los años, a pesar de que hoy es más claro que nunca el carácter autocrático de estos regímenes, es fundamental entender la gestación de la dictadura dentro de procesos que prometían la democratización de la vida pública y una justicia social sustantiva, y que en un principio desarrollaron avances democráticos significativos (Lander, 2019). A pesar del carácter patentemente neopatrimonial y casi sultanístico del gobierno actual de Ortega en Nicaragua y la no menos patente dictadura presidencialista en Venezuela, una buena parte de la izquierda latinoamericana continúa pensando que las promesas originarias de estos regímenes siguen vigentes y que su discurso político exige avalar las prácticas autoritarias brutales de estos gobiernos, que han terminado por destruir la economía y las sociedades de sus países. La tragedia humanitaria que experimenta hace años Venezuela y que empieza a vivir en pleno Nicaragua no es el resultado de una conspiración imperialista, sino el producto de decisiones políticas conscientes de Chávez, Maduro y Ortega y de sus grupos políticos (López Maya, 2015). El hecho de que decidieron privilegiar su permanencia en el poder a costa de cualquier proyecto político es explicable a la luz de sus decisiones y acciones en fases tempranas de sus gobiernos. No es posible confundirse una vez que tenemos a nuestro alcance análisis profundos y sofisticados de los procesos de autocratización temprana en esos países como es el que se presenta en este libro.
La otra hegemonía: autoritarismos y resistencias en Nicaragua y Venezuela
Activistas y académicos que colaboraron con mi investigación, cuyos nombres aparecen en las páginas del presente libro, han sido reprimidos, encarcelados o expulsados de sus países. Varias organizaciones clausuradas, diferentes sueños aplastados o pospuestos. Si pudiera hoy borrar, al unísono, aquellos acontecimientos y mi propia lectura, no dudaría un instante en hacerlo.
Referencias:
Dagnino, E., Olvera, A. J., & Panfichi, A. (Eds.). La disputa por la construcción democrática en América Latina. México: Fondo de Cultura Económica.
Hincapié, S., & Olvera, A. J. (2019). Capacidades estatales en regímenes mixtos. Clivajes, (11). https://doi.org/10.25009/clivajes-rcs.v0i11.2557
Lander, E. (2019). Crisis civilizatoria. Experiencias de los gobiernos progresistas y debates de la izquierda latinoamericana. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/calas.
López Maya, M. (2016). El ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015. Caracas: Alfa.
O’Donnell, G. (2010). Democracia, agencia y Estado. Teoría con intención comparativa. Buenos Aires: Prometeo Libros.
Tilly, C. (2010). Democracia. Madrid: Akal.
Alberto Javier Olvera Rivera: Doctor en Sociología por la New School for Social Research, New York. Profesor-Investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana.
Esta reseña fue publicada originalmente en la revista Perfiles Latinoamericanos, 30(60), 2022 (FLACSO, México). https://perfilesla.flacso.edu.mx/index.php/perfilesla/article/view/1673
La cólera de Gleyvis
‘Concierto mambí’ engarza el lenguaje culto de la poesía decimonónica con las expresiones populares más crudas. Como cuando dice: “Es más puro y más volao // —más lindo y potente, asere— // amparar al que se muere // que obedecer a un singao”.