Costanza Rossi: “Debemos sociabilizar el trabajo reproductivo”

Creadoras latinoamericanas en Berlín se compone de entrevistas y reseñas en torno a las prácticas artísticas de mujeres artistas nacidas en América Latina y actualmente residentes en Berlín. Coordinado por tres licenciadas en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile —Dalila Muñoz, Melisa Matzner y Valeska Navea, también residentes en las Alemania—, este dosier surge de una gestión editorial autónoma cuya perspectiva crítica persigue mostrar los procesos creativos de dichas artistas, cruzando la categoría de migranta con las perspectivas de género y visibilizado sus tránsitos y desplazamientos tanto migratorios como culturales.


Costanza Rossi

Para comenzar, ¿nos puedes explicar qué entiendes por trabajo reproductivo?

Este es un concepto propuesto por Silvia Federici que se refiere a las actividades que se realizan para la reproducción del capital. Estos trabajos suelen ser mal o, directamente, no remunerados; por ejemplo: cocinar, limpiar, cuidar de lxs niñxs y de ancianxs. En otras palabras, corresponden a tareas de cuidado en general que no son únicamente trabajos físicos, sino también afectivos, y que siguen siendo realizados principalmente por mujeres.

¿De dónde viene la idea de que algunas personas, en este caso mujeres, deben realizar el trabajo reproductivo?

A partir de lo que he investigado, diría que el periodo clave en el que se radicaliza la división del trabajo reproductivo y de los cuidados según las características corporales de las personas corresponde a la Edad Media. Específicamente, después de la peste negra.

Cuando la densidad poblacional disminuyó drásticamente, reyes y naciones comenzaron a identificar la demografía como una herramienta de poder y riqueza, lo que deriva en un quiebre ideológico. Se alteran discursos y normativas para querer controlar la reproducción, lo que conlleva directamente a querer controlar los cuerpos que tengan la capacidad de gestar. Desde ese periodo se organiza la figura de la mujer en el espacio privado, es decir, el hogar con sus tareas asociadas, y al hombre en el espacio público, o sea, la ciudad.

Todo este proceso lo especifica Federici en su libro Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004). Hoy seguimos heredando parte de esas estructuras; entonces, creo que debemos reorganizar el trabajo reproductivo y los cuidados a una dinámica más equitativa.

Pensando que has vivido en Santiago de Chile y en Berlín, ¿cómo definirías la sociabilización del trabajo reproductivo y cómo lo has percibido desde tu experiencia y los formatos de vida en ambas ciudades?

Para mí la socialización del trabajo reproductivo es el ejercicio de resolver en comunidad estas actividades con personas que no sean necesariamente parte de la estructura familiar cis-hetero-biparental. En el espacio donde crecí en Santiago fueron principalmente mujeres las que cargaban con el trabajo reproductivo, tema que estaba normalizado. De hecho, parte de este trabajo era realizado por una empleada doméstica, actividad que realiza el 21 % de las mujeres asalariadas en Chile.

Acá, en Berlín, me encontré con un discurso muy instalado sobre la igualdad de género, que no siempre se condecía con las prácticas que veía. Fue interesante encontrar el estudio de Cornelia Koppetsch (Alemania, 1967) sobre familias cis-hetero-biparental en Alemania. En los casos que ella estudió, si bien el hombre cargaba con parte del trabajo doméstico, se trataba de tareas menores; el hombre evitaba la organización general del hogar o algunas tareas, excusándose en que “ella lo hace mejor”. Por lo que, al parecer, este discurso se trata de una ilusión sobre la igualdad de género en Alemania.

Pero, por otro lado, me encontré con la historia viva del movimiento okupa, y con ejemplos que lograron dialogar con el Estado y así dar cabida a dinámicas de convivencia alternativas, dinámicas en las que se comparten los trabajos reproductivos.


Costanza Rossi

¿Nos puedes contar un poco sobre los ejercicios plásticos que realizaste dentro de tu investigación?

A partir del concepto del desaprender, propuesto por la filósofa Gayatri Spivak (India, 1942), decidí realizar una maqueta e intervenirla. Una maqueta de los dos departamentos que hay en cada piso del edificio en el que viví durante 5 años.

Como arrendataria, estoy sometida a asumir la estructura y los límites preexistentes de mi vivienda. Por lo que me imaginé en la situación utópica de alterar la vivienda que arriendo con los objetivos de compartir con más personas la vida y los trabajos reproductivos asociados, así como también integrar elementos claves para tener una vida más sustentable con el medio ambiente, como por ejemplo reutilizar las aguas y cultivar alimentos.

Poner en tensión y en práctica el desaprender, fue posible luego de conocer el proyecto de la casa okupa en Manteuffelstr. 40/41, en Berlín. En ella repararon, restauraron e intervinieron los espacios con el fin de adaptarlo a sus necesidades sin preocuparse de aspectos legales; así el edificio pasó a ser un objeto plástico a disposición de sus habitantes.

¿Ves alguna relación entre la revuelta en Chile iniciada el 18 de octubre del 2019 y tu investigación artística, pensando por ejemplo en la “teoría de lo común” que desarrollas en tu trabajo?

La revuelta, las asambleas, los cabildos y la organización que se ha desarrollado en Chile desde el 18-O es para mí la confirmación de que debemos actuar como colectivo. Esa misma fuerza colectiva deriva en la realización de ollas comunes y otras iniciativas para resistir la crisis actual de la COVID-19.

Las ollas comunes son un claro ejemplo de sociabilización del trabajo reproductivo, en el que grupos de vecinxs sin lazo familiar se organizan para recopilar alimentos y cocinar para la comunidad. Considero importante que hoy se apoyen estas iniciativas, para que se establezcan y no desaparezcan, como lo hicieron las ollas comunes de los años 80. Es una oportunidad para colectivizar parte del trabajo reproductivo de una manera sustentable.

Otros temas por reorganizar podrían ser el cuidado de lxs niñxs, la asistencia a personas en situación de discapacidad y el cuidado de ancianxs, temas que se están haciendo especialmente visibles en la actual pandemia.

Pensando en la nueva Constitución que está ad portas de escribirse en Chile, a grandes rasgos, ¿cómo crees que debiera plantearse el trabajo reproductivo y el cuidado?

Me parece que el solo hecho de que estos trabajos se identifiquen como tal, y se expliciten las actividades físicas y emocionales que estos trabajos implican, ya sería una buena base para permitir y promover dinámicas que sean sustentables para enfrentar estos trabajos en colectivo.

Sería interesante una nueva Constitución en que no se carguen los trabajos reproductivos externalizándolos, es decir, en forma de servicio, sino que se sociabilicen, que se aborden en colectivo.


Costanza Rossi



Costanza Rossi (Santiago de Chile, 1987). Arquitecta; se encuentra en Berlín cursando el máster Arte en contexto, de la Universidad de las Artes. Durante sus estudios ha desarrollado una investigación artística en torno a la sociabilización del trabajo reproductivo, donde analiza la vivienda desde una perspectiva feminista y examina críticamente los formatos habitacionales dominantes en el mercado, que tienden a lo individualista; como también formas alternativas de habitar, centradas en lo comunitario.

Rossi reafirma, tal como planteó Silvia Federici (Italia, 1942), que la estructura de familia tradicional hetero-cis-biparental en una unidad de vivienda sustenta el sistema capitalista y patriarcal en el que vivimos, por lo que la vivienda que hoy conocemos en Occidente podría comprenderse como un símbolo arquitectónico de la invisibilización del trabajo reproductivo.


© Fotos: pablohassmann




Vastiane Tamayo

Vastiane Tamayo: “El trazo es al dibujo lo que la palabra es al relato”

Valeska Navea Castro

La palabra necesita un contexto, que en este caso es la materialidad. A menudo siento al trazo como un suspiro que divaga entre lo que veo, lo que siento y lo propio del contexto. Esto se refleja en los materiales que utilizo. La sinceridad y nobleza del carboncillo o la delicadeza de la tinta me permiten entregarle una dimensión poética.