Todavía no acaban la mayoría de las cuarentenas alrededor del mundo y tal parece que ya es tiempo de realizar balances. ¿Por qué esta hiperproducción? Sopa de Wuhan se presentó como uno de los primeros esfuerzos (demasiado forzado) por dimensionar la pandemia, atribuirle sentido y vaticinar aceleradamente futuros posibles: desde que todo se va a destruir y las riquezas se van a redistribuir, hasta que nada va a cambiar y el mercado volverá a regularse y a sacar ganancias de la crisis.
¿Qué tan necesario es pensar en las consecuencias de una pandemia producida por un virus altamente infeccioso que aún no nos deja ni siquiera salir de casa?
Me pregunto si quizás en la Edad Media pensaron en algo más allá de sobrevivir a la peste, o de intentar limar asperezas con el Creador para ir al lugar correcto en caso de muerte. ¿Será por Internet, y por la extrema e inmediata conexión que hemos logrado, que podemos pensar en algo y planificarlo a pesar de estar frente a una pandemia? ¿Será que la costumbre posmoderna al capitalismo nos hace descartar la opción de que el fin del mundo está cerca, solo porque el mercado financiero se va a recuperar?
El arte ayuda a contrarrestar esta abrumadora certeza sobre el devenir de la humanidad. Ejemplo de esto es Un diario de cuarentena, de la artista chilena Melanie Garland: un diario que reflexiona sobre la pandemia a partir de la cuarentena obligatoria que la artista tuvo que realizar en Chile durante marzo del año pasado. Al no poder retornar a Berlín para continuar sus estudios, después de cancelados los vuelos y cerradas las fronteras, la artista realiza una propuesta gráfica de la experiencia liminal que estaba atravesando.
Un diario de cuarentena, de Melanie Garland (imagen).
Este libro de artista está conformado por dibujos, ilustraciones, poemas, escrituras etnográficas, gráficas y estadísticas que describen, reflejan e informan sobre el avance del encierro, representando tanto una situación externa (por ejemplo: los casos de contagiados y muertos por el virus en Chile y Alemania) como el flujo emocional que la artista desarrolla conforme pasan las semanas.
“Escribo mis visiones etnográficas de un lugar, sucesos, emociones e interacciones con algo o alguien; dibujo ilustraciones de esas experiencias de vida y en algunos casos realizo infografías de los conceptos y términos que he estado usando en el transcurso de mi diario”, nos cuenta Garland.
El arte, al igual que muchas disciplinas, ha tenido que reinventar sus modelos de producción y exhibición a causa de la COVID-19. El contexto de aislamiento, distancia social, cierre de fronteras y limitaciones de movilidad y migración, nos ha llevado a relacionarnos a través de los dispositivos digitales. Esto hace que se diluya la frontera de visibilización del arte: hemos podido visitar museos de manera gratuita y conocer a artistas de todo el mundo que han adaptado sus formatos a la plataforma web.
Frente a esto, el arte se encuentra más que nunca en una situación liminal: los artistas, las obras mismas que juegan con las fronteras (concretas o digitales) y que desde el entremedio han sido el pie para la creación de obras completamente nuevas, y las acciones artísticas hechas desde el limbo de la esfera de la representación y la exhibición. Pero más que acercarse a la esfera digital (aunque podemos apreciar sus trabajos gracias a la web), Melanie Garland ha preferido dar un paso atrás en la voluntad tecnológica, volviendo a la esencia del arte gráfico para dar a conocer su obra.
Un diario de cuarentena, de Melanie Garland (imagen).
Este alejamiento del mundo acelerado y digital bien puede apreciarse en el poema “Sunset Sunday”, que es parte de Un diario en cuarentena: una oda a la contemplación, a suspender el tiempo acelerado del cotidiano para tener un momento de complacencia de los detalles del paisaje, usando las palabras de Kant. Lo bello de algo tan diario como un atardecer, pero ahora con una voluntad de dejarse deslumbrar por los colores, la forma y la impresión del presente.
La idea de detenerse y de contemplar, se contrapone con la sensación de cambio. Detenerse para apreciar el giro y la transformación, aunque suene contradictorio, fue el ejercicio (voluntario o forzado) que realizó la artista para lograr esta obra. Y en ese momento de pensarse cambiando junto con la realidad misma, la conciencia artística despierta, permite la producción, al entender que el tiempo está pasando más lento de lo normal.
Los cuerpos han cambiado, la ciudad ha cambiado y la artista lo plasma en su diario. El vacío y la posibilidad de entender el hábitat de una manera amena con el medio ambiente. No es solo el virus el que está mutando, sino el cuerpo entero, y todos los organismos contenidos en este pequeño planeta. Por tanto, debemos comprender qué ocurre con las relaciones entre esos cuerpos, y cómo replantear las relaciones con los entornos privados y públicos.
Comprendernos a nosotros, nuestros cuerpos en el mundo, hace que la pausa sea esencial. Ser conscientes de la relación biopolítica que estamos estableciendo, y que esta no nos lleve a una policía de los cuerpos.
Me pregunto qué ocurrirá dentro de mil años, cuando vean el cuaderno de Melanie Garland y traten de comprender la representación de esta pandemia y cómo el virus afectó la vida y los cuerpos. Supongo que Un diario de cuarentena se podrá leer como un acertado diagnóstico. Como me dijo la artista: en él está representado el “estado inbetween y transformativo con un enfoque ritualístico en la vida contemporánea”.
Un diario de cuarentena, de Melanie Garland (imagen).
Pink Valley: “Entender el presente desde modificaciones radicales”
Pink Valley es un colectivo chileno-alemán radicado en Berlín. Sus integrantes tienen formación artística de teatro, pedagogía y literatura. En colaboración con otros artistas, conceptualizan, escriben y producen performances interdisciplinares, que operan en la intersección de la ficción y la realidad, la estructura y la improvisación.