Cuba en las elecciones norteamericanas: distensión o incertidumbre

La principal alternativa en las elecciones presidenciales, con respecto a Cuba, se resume en la probabilidad de destrabar y hacer manejable el conflicto asimétrico con Estados Unidos, si gana el candidato Biden, y más incertidumbre, probablemente con más hostilidad, en un segundo periodo de Trump.

Biden puede iniciar un ciclo virtuoso, en el que los cambios limitados que concibe adquieran movimiento y generen por sí mismos nuevas dinámicas liberalizadoras en EE. UU y en Cuba, dinámicas que se retroalimenten.

Trump es un signo de interrogación andante que —como muestran las memorias de John Bolton— no ofrece una política predecible hacia el hemisferio occidental, ni siquiera a sus propios partidarios.


Si gana Biden

Desde los intereses nacionales y valores de Estados Unidos como gran poder liberal-democrático, un Biden presidente probablemente profundizaría la política iniciada por Obama al final de su mandato. Con cuatro años por delante, Biden debe desmontar tan pronto como sea posible la maquinaria agit-prop pro-bloqueo/embargo existente en Miami, que solo ha servido para estigmatizar la postura demócrata.

Si hay un presidente liberal y antiembargo, que cree que la política de aislamiento es contraproducente a la promoción de los derechos humanos en Cuba, todos los puestos a designación en Radio/TV Martí, y los fondos de la USAID, deben ir a grupos con esa misma posición.

Un primer problema es elevar la atención al tema cubano, que podría llegar con una cumbre hemisférica o con el relevo generacional del liderazgo en Cuba.

Es sintomático que Biden ha procurado ganar los votos cubanos en Florida apelando a otros temas de la agenda progresista: empleos, salud. En Miami, durante las primarias demócratas, el tema Cuba salió por las declaraciones matizadas del senador Bernie Sanders, del ala socialdemócrata, quien contrastó los defectos totalitarios en el sistema político cubano con su favorable desempeño en salud y educación. Biden no vaciló en criticarlo, desde la postura de demonización total de la gestión gubernamental cubana que prevalece en el discurso político de los principales partidos (obviando que la posición de Sanders había sido enunciada antes por Obama, Carter, y hasta por Bill Clinton).


Si gana Trump

Trump es un presidente peculiar, con un gran ego. Su política hacia Cuba se definirá en gran medida por sus instintos, sus intereses de empresario y su “gran visión” del legado que va a dejar. Como han revelado las memorias recientes del ex asesor de Trump, John Bolton, la posición de America First (Estados Unidos primero) del presidente es apenas un lema. Si se asume como una posición “sistematizada”, es mejor entendida como America Only (solamente Estados Unidos): una posición unilateral.

En el tema Cuba, Trump espera imponerle al mundo, con sanciones secundarias, su política de aislamiento contra la Isla (el uso del capítulo III de la Ley Helms-Burton, que ha puesto a Canadá y Europa a coordinar antídotos y respuestas contra el unilateralismo estadounidense, es apenas un ejemplo). Lo más probable es que, por inercia, continúe con esa misma política; pero tampoco es descartable que, si le conviene, intente negociar con la Isla una vez retirado Raúl Castro en 2021.

Es sabido que antes de ganar la presidencia, incluso en plena primaria del Partido Republicano, Trump envió a varios de sus subordinados a explorar posibilidades de negocios en Cuba, a tenor del deshielo de Obama.

Hay que agregar que los miembros más proembargo de su equipo han sido despedidos (John Bolton) o exportados al BID (Mauricio Claver Carone). Nada garantiza que en un posible segundo mandato no lleguen nuevos “halcones” a favor de endurecer las medidas contra Cuba, pero es difícil imaginar un personal tan obsesivo e irracional como fueron esos dos casos.




Marta María Ramírez

Pidiendo el último

Marta María Ramírez

El hambre, y las otras hambres, sostendrán el inmovilismo de seis décadas. Con la barriga vacía no se puede pensar bien. Con el alma triste, tampoco. No estoy optimista. No lo estaré hasta que acaben con el embargo. Y eso, coinciden astróloga y bruja, es imposible. A mí quémenme en esta hoguera también. Pero vayan pidiendo el último, que la fila es larga.