Yo no estoy confundida

Me despertaron en pie de guerra, habían dado los primeros gritos en San Antonio de los Baños. La gente obstinada de la represión llenó las calles. Sus voces me erizaban, hablaban sin temor, con el llanto y la miseria de un país entero. Se empezó a sumar gente, saltó Palma Soriano, Bauta, Regla, todos esos barrios llenos de gente que vive hacinada. El país entero se hizo un reverbero, parecía surrealista. Mi abuelo tendrá que perdonarme, pero no creo en la Revolución por la que él juró su vida. Yo soy una más que dobla el lomo. 

No puedo quedarme callada, no puedo sumarme a esa turba de silencio. Si tengo voz, tiene que servir para algo, más allá de cualquier convicción política. Cuba es mi tierra, mi país son los cubanos. Esos alzados, los que el Gobierno condenó como mercenarios, los “delincuentes” universitarios, la prole que no pudo resistir, los ninguneados, la voz que jamás se había escuchado en la historia, esos que están haciendo justicia.

Yo veo correr la sangre, siento madres llorando. 

Una generación bulliciosa se está gestando. 

Los jóvenes no tenemos miedo, fuimos directo a la transgresión. 

Se nos sumaron ancianos, que también despertaron de tanto tragar a diario. 

Después de tantos años de adoctrinamiento, por fin tenemos la respuesta que necesitábamos: sí podemos. 

Aun siendo mudos, con todo el país sin acceso a Internet, las calles militarizadas, seguimos gritando por la libertad de aquellos desaparecidos. Yo misma me uní a la causa de Dina y Ariel, que ni los conozco, ni sé quiénes son en la vida real, pero me es suficiente saber que ellos hicieron lo que hicieron, sin que nadie los instigara. Ellos gritaron por mi libertad de expresión, es justo que yo grite por ellos ahora. 

Nos queda claro que estamos desamparados, sin nadie que nos asegure protección, sin más líder que la rabia y el amor por la tierra donde hemos crecido.

Me queda claro que no veré a Cuba libre ahora, porque ninguna tiranía se derroca en dos días, mucho menos esta, que ha enseñado generación tras generación el culto a la cultura del disfraz. Hemos tenido sesenta años de murmullos. Sesenta años de gente que habla bajito, que no se ve apenas. Sesenta años de represión, por si las paredes escuchan y mañana no nos encuentran en ningún sitio. Hemos tenido suficientes tergiversaciones y violaciones a los derechos humanos. 

Ya basta, me rindo. No quiero ser una más que se quede con el miedo en la garganta y por tal de proteger sus pequeñas conquistas, no saque las uñas por su gente.

No quiero que me obliguen a salvar una causa que no pedí. Como diría un buen amigo: “Una cosa es defender tus ideales, otra cosa es defender lo indefendible”. Basta de cinismo, no puedo continuar el circo. El mundo entero vio como nos lanzaron contra armas y avasallaron nuestra Patria. 

Nos enfrentamos a una enorme ola de desinformación y mucho ruido, donde el desgaste emocional ha sido devastador para muchos. No saber qué hacer después nos ha hecho flaquear en algún punto. Aquí muchos no sabemos de violencia, jamás hemos visto un arma, no sabemos qué reacción tener ante una agresión tan brutal como se ha visto en las calles. Aquí a todos nos ha comido los huesos el pánico, sí. En algún momento de soledad, las lágrimas han sido testigos de nuestra impotencia, sí. 

Pero hemos sido tan valientes como para mantener en alto nuestro ideal. Nadie ha cedido, aunque cada vez cierren más el cerco. 

Y sigo escribiendo a media luz, en esta ciudad sedienta. Que pide a gritos un poco de oxígeno. La Habana está ahogándose y yo estoy en la frontera, es un intento desesperado de encontrar mi libertad. Me voy moviendo por sus venas ácidas y corroídas. Y lloro en silencio. Yo no estoy confundida. Yo exijo verdad.




Cuba

Cuba: ¿Revolución que se va a bolina?

Hans Carrillo Guach

Eso que hoy la cúpula oficialista llama “Revolución”, en sus sentidos simbólicos, afectivos y existenciales, que alguna vez aglutinaron a hombres y a mujeres, ya se fue a bolina para una parte sustancial de la nación cubana.