Curtis Yarvin: “Prepararse para el Imperio”

Detrás de razonamientos históricos precipitados y a menudo incoherentes, Curtis Yarvin imagina una sociedad en la que los empresarios del sector digital gobiernan como amos absolutos del destino del mundo, los ciudadanos comunes son despojados de sus derechos y los individuos considerados no productivos son encerrados en sótanos, entretenidos con realidad virtual.

El “tecno-monarquismo” de Curtis Yarvin conduce a una justificación del poder sin límites de los oligarcas digitales y del eugenismo en nombre del bien común.

Tales ideas podrían parecer risibles si el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, no citara a Curtis Yarvin como una referencia, y si este último no estuviera en el centro de una galaxia reaccionaria que busca influir en la futura administración Trump —de Peter Thiel a Elon Musk— y radicalizar aún más a un Partido Republicano que Yarvin siempre ha considerado “progresista”.

Curtis Yarvin nació en 1973, hijo de un diplomático estadounidense —cuyos padres eran judíos comunistas estadounidenses— y de una madre protestante. Tras estudiar en escuelas progresistas de élite, cursó informática en la Universidad de Brown y luego en Berkeley, antes de incorporarse a una empresa tecnológica. En 2002, fundó Urbit, una plataforma de servidores informáticos descentralizada, y en 2013 creó una empresa para desarrollarla, Tlön Corp, con inversiones de Peter Thiel.

Curtis Yarvin comenzó a publicar en blogs bajo el seudónimo de Mencius Moldbug[1], entre ellos un manifiesto titulado The Mencius Vision en 2007 en el blog 2 Blowhards, donde defendía el “formalismo”, reivindicando a autores como Jouvenel, Kuehnelt-Leddihn, Leoni, Burnham y Nock[2].

En esa misma época, lanzó su propio blog, Unqualified Reservations, en el que desarrolló su teoría neorreaccionaria, que definía como “la unión de dos fuerzas: el espíritu de la ingeniería moderna y la gran herencia histórica del pensamiento predemocrático de la Antigüedad, el periodo clásico y la era victoriana”.[3] Finalmente, en 2020, creó una página en Substack llamada Grey Mirror, donde expone la idea de que la democracia es un experimento político fallido que debe ser abolido.

Forma parte de los primeros comentaristas identificados como neorreaccionarios, antes de que el término se popularizara y fuera reivindicado por otros blogueros, como Anomaly UK, el profesor británico Nick Land —creador del concepto de Ilustración oscura (Dark Enlightenment)— y Michael Anissimov.

Esta galaxia de pensadores está influenciada por figuras reaccionarias como Hans-Hermann Hoppe, profesor emérito de la Universidad de Nevada y autor del libro Democracy: The God That Failed (2001), que tuvo una profunda influencia en Curtis Yarvin,[4] o Steve Sailer, editorialista vinculado al supremacismo blanco.

También se refieren a pensadores más clásicos, como Thomas Carlyle (1795-1891), historiador escocés conservador conocido, entre otras cosas, por su historia de la Revolución francesa, y Julius Evola (1898-1974), ensayista italiano tradicionalista, aristocrático e imperialista, defensor del fascismo italiano y posteriormente fuente de inspiración para los movimientos neofascistas de la posguerra.

El imaginario de Curtis Yarvin es una extraña combinación de referencias clásicas y cultura geek contemporánea. Inspirándose en Matrix, invita a sus lectores a “tomar la píldora roja” —en referencia a aquella que, en la película, permite a los humanos ver las ilusiones impuestas por la Matriz— para disipar una serie de ideas preconcebidas sobre los supuestos beneficios de la democracia. Esto lo desarrolla en un artículo titulado “Un argumentario contra la democracia: diez píldoras rojas”. Esta metáfora de Matrix fue retomada por Elon Musk en mayo de 2020.

Yarvin también se autodenomina el “señor Sith” del pensamiento neorreaccionario, sugiriendo así que trabaja en la construcción de un Imperio, al igual que el personaje ficticio Palpatine instaura un Imperio galáctico tras un golpe de Estado en la saga de películas Star Wars, gracias a su dominio del lado oscuro de la Fuerza.

Esta crítica radical a la democracia y la invitación a crear un imperio-startup reaccionario, surgida de los círculos de ingenieros informáticos de Silicon Valley, podría parecer una extravagancia si no fuera por su influencia directa y creciente en la administración Trump, al mando de la primera potencia mundial.

De hecho, Curtis Yarvin no solo es un gurú de la tech-right y la alt-right —el sitio Breitbart lo sitúa en la cúspide de sus influencias intelectuales[5] —, sino que también tiene un peso significativo entre figuras de la administración Trump, incluido J. D. Vance, quien lo cita con frecuencia.

En el pódcast conservador Jack Murphy Live, Vance mencionó a Yarvin como una referencia para justificar la necesidad de eliminar a un gran número de funcionarios en el supuesto de una segunda administración Trump[6].

Esta influencia se ha consolidado a través de Peter Thiel, quien lo considera un “historiador interesante” y lo ha invitado a participar, junto con J. D. Vance, en las conferencias del movimiento nacional-conservador de Yoram Hazony —arquitecto, además, de los acercamientos entre las derechas identitarias europeas.

Los delirios de Curtis Yarvin ya no son meras divagaciones inofensivas de ingenieros apasionados por la ciencia ficción y la historia medieval: se han convertido en el imaginario político de un número creciente de miembros y aliados clave de la administración Trump.

Para el historiador David Bell, los grandes multimillonarios estadounidenses se alimentan de estas ideas neorreaccionarias y, “detrás de su promoción del libertarismo, la conquista espacial o el ‘anti-wokismo’, tienen un objetivo fundamental: derrocar la democracia estadounidense”.

La entrevista con The New York Times que traducimos fue realizada pocos días antes de la investidura de Donald Trump. Al repasar las distintas “tesis” de Yarvin, constituye una clave de acceso a su universo, sus referencias y las principales ideas que defiende. También permite observar cómo Yarvin presenta sus argumentos y responde a las críticas, recurriendo a desvíos y digresiones, pero sin apartarse de su objetivo último: llevar la sombra al corazón del poder.

Le Grand Continent






Si he entendido bien, uno de sus principales argumentos es que Estados Unidos debería superar su “fobia a los dictadores” y que la democracia estadounidense es un engaño. Según usted, habría que ir más allá de la democracia y tener un líder monárquico, un CEO o un dictador. ¿Por qué la democracia es tan mala? ¿Por qué un dictador resolvería el problema?

Permítame responder a esta pregunta de una manera relativamente accesible para los lectores de un periódico mainstream. Probablemente haya oído hablar de un hombre llamado Franklin Delano Roosevelt (FDR). A veces cito los últimos diez párrafos del primer discurso inaugural de FDR, en los que básicamente le dice al pueblo estadounidense: “denme el poder absoluto o lo tomaré de todos modos”.

¿FDR realmente asumió ese nivel de poder? Sí, lo hizo. He enviado este texto a algunas personas que conozco y que están involucradas en la transición hacia la nueva administración.

Nombre uno.

Marc Andreessen. Le envié un artículo que contiene un extracto del diario de Harold Ickes, secretario del Interior de FDR. Este extracto describe una reunión del gabinete en 1933. Durante la reunión, Frances Perkins, secretaria de Trabajo, presenta una lista de proyectos. FDR toma personalmente la lista, revisa los proyectos y declara que todo es “una porquería”, humillando así a Frances Perkins. Esto da la imagen de un FDR actuando como un jefe de empresa.

¿FDR era un dictador? ¿Y qué significa ser un dictador? ¿Qué significa realmente este término peyorativo? No lo sé. Lo que sí sé es que los estadounidenses de todos los sectores —demócratas, republicanos y todos los que están en medio, salvo algunos republicanos de derecha— veneran fundamentalmente a FDR. Y, sin embargo, FDR gestionó el New Deal como si fuera una startup.

Su argumento, en el fondo, es que ya hemos tenido el equivalente a un dictador en la historia estadounidense y que, por lo tanto, no hay razón para temerlo hoy.

Si observamos la administración de George Washington, vemos que lo que se establece se asemeja a una startup. Se parece tanto a una startup que este tipo, Alexander Hamilton —quien claramente es un techbro— dirige todo el gobierno. Es, en cierto modo, el Larry Page de esta república.

En resumen, se llame o no dictadores a George Washington, Abraham Lincoln y FDR, lo que realmente eran es CEO nacionales. Eran CEO nacionales que dirigían el gobierno como una empresa, de manera completamente vertical.

¿Por qué la democracia es tan mala?

No es que la democracia sea mala. Simplemente, es muy débil. Su debilidad se hace evidente en el hecho de que políticas altamente impopulares, como la inmigración masiva, persisten a pesar de que amplias mayorías se oponen a ellas.

Cuando le dices a los lectores de The New York Times que la democracia es mala, se escandalizan un poco. Pero si les dices “el populismo es malo”, están de acuerdo. Si quieres argumentar que la democracia no es un buen sistema de gobierno, basta con vincularla con el populismo. Diles que las políticas y las leyes deberían ser definidas por expertos bien informados, jueces, abogados y profesores. Entonces te darás cuenta de que, en realidad, lo que defiendes es la aristocracia y no la democracia.

Sus ideas han sido retomadas por personas que ocupan posiciones de poder dentro del Partido Republicano. Creo que probablemente se ha exagerado el grado de amistad entre usted y J. D. Vance, pero él lo ha mencionado públicamente y ha hecho referencia a ideas de deswokificación muy similares a las suyas. Usted participó en el pódcast de Michael Anton, quien fue seleccionado por Trump para un alto cargo en el Departamento de Estado, y discutió con él sobre cómo instaurar un César estadounidense. Peter Thiel, un importante donante republicano, ha dicho que usted es un pensador interesante. Si personas en el poder le dijeran que quieren lo que usted propone, ¿qué medidas deberían tomar para transformar la democracia estadounidense en una especie de monarquía?

Mi respuesta honesta sería que todavía no es el momento. Mire, nadie debería leer este artículo, entrar en pánico y pensar que estoy a punto de convertirme en el dictador secreto de Estados Unidos. Ni siquiera creo que vaya a la investidura.

¿Ha sido invitado?

No, en absoluto. Soy un outsider, un intelectual, y mis ideas circulan principalmente a través de colaboradores y jóvenes que participan activamente en línea y navegan en este caldo de cultivo que, en esencia, existe en Internet. Para diferenciar mis ideas más radicales de las dinámicas actuales en Washington, diría que hay un esfuerzo evidente por restablecer la Casa Blanca como un órgano de autoridad que gobierne el poder ejecutivo.

El problema es que, si uno va a Washington y le dice a cualquiera que esté profesionalmente involucrado en los asuntos de la capital que todo funcionaría igual de bien, o incluso mejor, sin la Casa Blanca, lo más probable es que le respondan que el poder ejecutivo trabaja para el Congreso. En consecuencia, hay votantes que creen haber votado por una revolución. Eligieron a Donald Trump, quizás el CEO más competente del mundo…

Su argumento es que, tal como está configurado el sistema, él no puede cambiar las cosas.

Puede bloquear cosas. Puede perturbar. Puede generar caos y turbulencia, o algo más. Pero realmente no puede cambiar lo que ya existe.

¿No cree que está exagerando la ineficacia de un presidente? Podríamos citar la revocación del fallo Roe como un resultado directamente atribuible a la presidencia de Donald Trump. También podríamos decir que la respuesta al COVID-19 fue atribuible a Trump.

Creo que la respuesta al COVID-19 es un ejemplo ligeramente mejor. Es cierto que muchos aspectos de la gestión de la pandemia fueron diferentes porque Donald Trump era presidente. Le contaré una historia divertida. En 2016, mi hijo y mi hija iban a una escuela progresista en San Francisco, donde aprendían mandarín.

¡Usted puso a sus hijos en una escuela progresista!

No se puede aislar a los niños del resto del mundo. En aquel entonces, mi esposa y yo adoptamos la sencilla estrategia de no hablar de política delante de los niños, algo que recomiendo a todo el mundo. Pero en la escuela, todos hablaban de ello.

Un día, mi hijo llegó a casa con una pregunta muy concreta: “Papá, cuando Donald Trump construya un muro alrededor del país, ¿cómo podremos ir a la playa?”. Me di cuenta de que lo había tomado literalmente, como todo el mundo. Le respondí que si en los próximos cuatro años veíamos algún cambio real en el mundo a raíz de esta elección, me sorprendería.

En una de sus recientes newsletters, calificó a J. D. Vance de “normie”. ¿Qué quiso decir con eso?

(Risas prolongadas) Admiro a J. D. Vance por su notable capacidad, como líder, de representar a un gran número de estadounidenses. Su habilidad para conectar con los flyover Americans [la América profunda] de su entorno es significativa. Además, lo destacable en él es que estudió en Yale y en la facultad de derecho de Yale, lo que refuerza su capacidad de comunicarse eficazmente y establecer conexiones. A diferencia de Donald Trump, él habla con fluidez el lenguaje de The New York Times.

Un aspecto en el que creo firmemente —y que no abordé cuando hablé de la monarquía— es que, para cualquier cosa que se parezca a una monarquía estadounidense, es absolutamente esencial ser el presidente de todos los estadounidenses. Creo que la nueva administración podría mejorar significativamente su relación con los estadounidenses progresistas evitando la demonización y, en su lugar, diciendo: “Quieren hacer de este país un lugar mejor. Puede que estén mal informados en algunos aspectos, pero no son malas personas”.

Eso representa entre el 10 y el 20 % de los estadounidenses, una cifra considerable, a menudo llamada la clase NPR [por National Public Radio]. No se trata de malas personas ni de individuos malintencionados que quieren hacer daño. En realidad, son seres humanos, y todos somos seres humanos. Los seres humanos pueden apoyar regímenes equivocados.

Me gustaría retomar lo que acaba de decir sobre que la administración debería tender la mano a los progresistas y que todos somos seres humanos. Esa es una postura bastante distinta de la que suele expresar en sus escritos, donde, por ejemplo, sugiere que todas las personas que trabajan en lugares como The New York Times deberían perder su empleo. Usted ha propuesto un programa llamado RAGE: Retirar a todos los empleados del gobierno [Retire All Government Employees]. También tiene ideas sobre el tratamiento de los miembros no productivos de la sociedad, que básicamente consisten en encerrarlos en una habitación para siempre. ¿Ha evolucionado su pensamiento?

Está mencionando cosas distintas. Mi pensamiento no ha cambiado en absoluto; simplemente, a veces se enfatizan ciertos aspectos más que otros. Por ejemplo, cuando hablo de RAGE, mis dos padres trabajaron para el gobierno federal. Fueron funcionarios federales de carrera.

Desde un punto de vista freudiano, eso es un blanco perfecto…

Es cierto. Sin embargo, cuando se trata de decidir cómo tratar estas instituciones estatales, las veo como una empresa en quiebra. Las personas que han ostentado el poder y luego lo han perdido deben ser tratadas con delicadeza y respeto. Ganar significa que esas personas ahora están bajo tu mando. Si se comprende la visión del nuevo régimen sobre la aristocracia estadounidense, la solución no es pasar a todos los profesores por la bayoneta o arrojarlos a una zanja. Al contrario, hay que reconocer que eran personas normales al servicio de un régimen que se dedicaba a actividades extrañas y disparatadas.

¿Hasta qué punto cree que J. D. Vance está comprometido con la democracia?

Depende de lo que entienda por democracia. El problema surge cuando la gente equipara la democracia con el buen gobierno. El uso de esa palabra es bastante delicado. Diría que alguien como J. D. Vance, aunque no lo conozco en profundidad, cree esencialmente en el bien común y en que el gobierno debe servir a ese bien común. Creo que personas como J. D. y la escena intelectual más amplia que lo rodea —que es bastante diversa— estarían de acuerdo con este principio. En cuanto a lo que usted entiende por democracia en este contexto, sé que si la democracia va en contra del bien común, entonces es mala. Si lo favorece, entonces es buena.

Creo que Peter Thiel estaría de acuerdo con lo que acaba de describir.

Creo que un progresista también podría estar de acuerdo con ello.

Recuerdo una investigación de BuzzFeed de 2017 que publicó correos electrónicos entre usted y el provocador de extrema derecha Milo Yiannopoulos. En esos correos, mencionaba haber visto la noche electoral de 2016 con Peter Thiel y lo calificó de “plenamente iluminado”. ¿Qué significaba esa expresión en ese contexto?

Para mí, “plenamente iluminado” significa, en realidad, plenamente desilusionado. Cuando pienso en el tipo de personas que conozco en Silicon Valley, me pregunto si han estado expuestas a mis ideas. Sí, es posible. ¿Están de acuerdo en que Estados Unidos debería ser una monarquía? Lo dudo, pero no tengo ni idea.

Lo que ellos comparten no es una creencia, sino una incredulidad. Cuando alguien que vive dentro de la burbuja progresista o liberal —cualquiera que sea el nombre que se le dé— observa a la derecha, o incluso a la nueva derecha, lo más difícil de ver es que lo que realmente comparten no es una creencia positiva, sino una ausencia de creencia. No adoramos a los mismos dioses. No consideramos que The New York Times y Harvard sean divinamente inspirados, ni que sus procedimientos conduzcan siempre a la verdad y la sabiduría. No creemos que el funcionamiento del gobierno estadounidense sea realmente eficiente ni que sea perfecto en todos los aspectos.

Se trata de un desencanto con la creencia en estos sistemas tradicionales. La respuesta a este desencanto no debería ser un llamado a la acción basado en mis recomendaciones, sino una mayor apertura mental y la capacidad de mirar alrededor y cuestionar nuestras suposiciones. A menudo damos por sentado que nuestra ciencia política es superior a la de Aristóteles porque nuestra física es superior a la de Aristóteles. ¿Y si no fuera así?

Sin embargo, creo que el punto que aún no ha explicado del todo es por qué la presencia de un hombre fuerte sería mejor para la vida de las personas.

Creo, sobre todo, que un gobierno eficaz es mejor para la vida de las personas. Cuando pido a la gente que reflexione sobre esta cuestión, les animo a mirar a su alrededor e identificar todo lo que ha sido creado bajo una monarquía. Las entidades que llamamos empresas son, esencialmente, pequeñas monarquías. Por ejemplo, mire a su alrededor y verá un ordenador portátil: ese ordenador portátil fue fabricado por Apple, que opera como una monarquía.

Si Apple gobernara California, ¿sería algo bueno?

Si un MacBook Pro fuera fabricado por el departamento de informática del estado de California, podemos imaginar el resultado. Estoy en este edificio y me doy cuenta de que he olvidado mencionar mi mejor argumento a favor de la monarquía: la gente confía en The New York Times más que en cualquier otra fuente en el mundo. Ahora bien, ¿cómo está dirigido The New York Times? Es una monarquía hereditaria y absoluta de quinta generación…

Sus ideas, a menudo descritas como neorreaccionarias, parecen ser cada vez más populares en el mundo de Silicon Valley. ¿No cree que este mundo reacciona a sus ideas porque les dice lo que quieren escuchar, es decir, que si más personas como usted estuvieran al mando, las cosas irían mejor?

Lo curioso es que eso es casi lo contrario de la verdad. Permítame darle una ilustración muy simple de esto: alguien a quien nunca he conocido, créalo o no, es Elon Musk. Recientemente, Elon tuiteó que la estructura de gobierno apropiada en Marte no solo debería ser una democracia, sino además una democracia directa.

Permítame analizar el razonamiento detrás de la declaración de Musk, porque me parece extremadamente extraño. Un principio bien establecido de la monarquía es que un barco siempre tiene un capitán, y un avión siempre tiene un capitán, especialmente en un entorno donde la seguridad es esencial. Debe haber alguien a cargo.

En el caso de una colonia marciana, ¿los ciudadanos realmente van a votar sobre cómo reponer las reservas de oxígeno? No, por supuesto que no. La colonia marciana que Elon establecerá será una filial de SpaceX, con un responsable y una jerarquía de mando, exactamente como funciona SpaceX.

Existe una realidad en la gobernanza vertical en la que alguien como Elon Musk opera diariamente. Esta mentalidad está en contradicción con el ideal democrático con el que crecimos. Y esto nos plantea un problema importante de disonancia cognitiva, incluso para alguien como Elon Musk.

Sería un eufemismo decir que el historial de las monarquías es, como mínimo, irregular. El Imperio romano bajo Marco Aurelio parece haber funcionado bastante bien —menos bajo Nerón. Usted cita a menudo al monarca español Carlos III como su favorito. Pero Luis XIV iniciaba guerras constantemente. Todos estos ejemplos existieron antes de la era de la democracia. Incluso si dejamos de lado a Hitler— no puedo creer que esté diciendo esto— y nos “limitemos” a Mao, Stalin, Pol Pot, Pinochet, Idi Amin Dada, estamos hablando de personas responsables de la muerte de entre 75 y 100 millones de personas. Dado este precedente histórico, ¿realmente queremos probar la dictadura?

Su pregunta es la más importante de todas, porque entender por qué Hitler y Stalin fueron tan nefastos es clave para resolver el enigma del siglo XX. La historia de la era democrática en los últimos 250 años es compleja. Podemos tomar distancia y decir que en Europa, desde el establecimiento de la civilización europea entre el año 1000 y aproximadamente 1750, no experimentamos este nivel de caos y violencia. Así que no podemos separar a Hitler y Stalin de la revolución democrática mundial de la que forman parte.

Me gustaría hacerle algunas preguntas muy concretas sobre algunos de los temas que ha abordado de manera muy provocadora. Voy a leerle algunos ejemplos. Usted afirma que el problema del nacionalismo blanco es que es estratégicamente estéril y que no ofrece un programa político eficaz. Para mí, el problema del nacionalismo blanco es su racismo, no su falta de estrategia. Además, sostiene que es difícil afirmar que la Guerra Civil estadounidense mejoró la vida de nadie, incluidos los esclavos liberados. ¡Vamos! En tercer lugar, equipara al asesino de Utoya, Anders Breivik, con Nelson Mandela…

Repasemos cada uno de estos ejemplos. En el caso de Mandela, hice ese comentario porque la mayoría de la gente no sabe que hubo un pequeño inconveniente cuando fue liberado: tuvo que ser retirado de la lista de terroristas.

El punto más relevante quizá sea que Nelson Mandela estuvo en prisión porque se opuso a un régimen de apartheid violentamente racista. De nuevo, usted dijo: “Si me pidieran que condenara a Anders Breivik pero adorara a Nelson Mandela”…

Prefiero condenarlos a ambos. Y el hecho es que, fundamentalmente, si observamos el impacto…

¿Qué relación hay entre Anders Breivik, que mató gente en una misión delirante para “liberar” Noruega del islam, y Nelson Mandela?

Ambos son terroristas porque violaron las normas de la misma manera, matando a inocentes. Valoramos el terrorismo todo el tiempo.

¿Entonces su modelo es Gandhi? ¿O Martin Luther King?

Las acciones no violentas son más complejas. Podría decir más sobre cada uno de estos dos ejemplos, pero pasemos a uno de los otros temas que mencionó. Creo que la mejor manera de comprender el período de la Guerra Civil estadounidense es ir a Google y buscar relatos de esclavos. Hay que leer testimonios al azar para entender sus experiencias en esa época. El trato que recibieron los esclavos liberados después de la guerra fue extremadamente pobre. Un historiador publicó recientemente una estimación —que considero exagerada— según la cual aproximadamente una cuarta parte de todos los libertos murieron entre 1865 y 1870.

Usted sugiere que existen relatos de esclavos en los que los esclavos liberados expresan arrepentimiento por haber sido liberados. Para mí, este es otro ejemplo perfecto de cómo usted lee la historia de manera selectiva. Si lee otros testimonios de esclavos, encontrará discusiones sobre la brutalidad extrema de la esclavitud. ¿Eso puede justificar su declaración? ¿Sostiene seriamente que la época de la esclavitud era mejor?

La guerra en sí misma tampoco fue buena. Si observamos las condiciones de vida de los afroamericanos en el sur entre 1865 y 1875, eran absolutamente desastrosas. El sistema económico había sido prácticamente destruido, lo que llevó a condiciones extremadamente precarias.

Pero la abolición fue un paso necesario para superar ese periodo y otorgar libertad a las personas. ¡No puedo creer que tenga que defender esto!

Brasil abolió la esclavitud en la década de 1880 sin necesidad de una guerra civil. Si consideramos el costo y el impacto de la guerra, vemos que provocó una destrucción masiva que afectó a todo tipo de personas, tanto negras como blancas.

Lo que cuestiono en estas dos citas, así como en la forma en que la gente reacciona ante Breivik, es que el terrorismo se percibe de manera extremadamente simplista. ¿Cuál es la diferencia entre un terrorista y un luchador por la libertad? Es una pregunta muy importante en la historia del siglo XX. Tener una opinión tajante sobre este tema parece muy difícil.

Usted se apoya con frecuencia en la historia de la era predemocrática, que coincide con un periodo en el que las mujeres eran tratadas como ciudadanas de segunda clase. El estatus de las mujeres en esa época, que usted valora, no ha sido un tema central en sus escritos. ¿Cree que sus argumentos tienen suficientemente en cuenta el hecho de que las monarquías y las dictaduras históricamente no han beneficiado a amplios sectores de la población?

Veamos más de cerca el derecho al voto. Cuando analizo el estatus de las mujeres en una novela de Jane Austen —escrita mucho antes de que las mujeres tuvieran derecho al voto— parece que las cosas no estaban tan mal. Las mujeres en los libros de Jane Austen parecen estar bien.

¿No está dispuesto a reconocer que algunos aspectos de la vida política bajo una monarquía ofrecían menos libertad que la vida política actual?

Es algo muy difícil de responder. Para empezar, cuando hablamos de libertad, a menudo se confunde con poder. La libertad de expresión es una forma de libertad, mientras que el derecho al voto es una forma de poder. Se parte de la premisa de que al obtener el derecho al voto a principios del siglo XX en Inglaterra y en Estados Unidos, las mujeres mejoraron sus vidas.

¿Cree que es mejor que las mujeres tengan derecho al voto?

Antes que nada, no creo en el voto en absoluto.

¿Vota usted?

No. Creo que votar produce un estímulo casi pornográfico; se parece más a apoyar a un equipo de fútbol. La pregunta más importante es: ¿qué significa realmente este poder para usted? Creo que, para la mayoría de las personas hoy en día, votar les da la sensación de tener un papel, de ser relevantes, de importar. Sin embargo, hay algo profundamente ilusorio en ese sentimiento, que choca con la cuestión, mucho más importante, de si realmente tenemos un gobierno bueno y funcional, algo que, actualmente, no tenemos.

La solución que propone consiste en instalar lo que usted ha llamado un monarca al frente del Estado, o una figura similar a un CEO. Según usted, investir a un CEO conduciría a un gobierno más eficiente, más ágil y más eficaz. ¿Por qué parece tener tanta confianza en las capacidades de los CEO? Suena como una forma de pensar bastante simplista.

No es una forma simplista de pensar. Habiendo trabajado en empresas dirigidas por CEO y habiendo sido yo mismo CEO, creo que tengo una mejor idea de lo que significa que la mayoría de la gente. Ya he mencionado el ejemplo de lo que sucedería si su MacBook fuera fabricado por el Departamento de Informática de California, o si su coche —especialmente su coche eléctrico— fuera fabricado por el Departamento de Transporte de Estados Unidos.

Esto nos lleva a la cuestión de la eficiencia. Cuando pienso en sistemas dirigidos por CEO, creo que si tomáramos a cualquier CEO de una empresa del Fortune 500 —ya sea bueno o malo— y lo pusiéramos al frente de Washington, probablemente obtendríamos algo mucho mejor de lo que tenemos actualmente. No tiene que ser Elon Musk; el rendimiento promedio de cualquier CEO está muy por encima del sistema actual.

Sin embargo, plantea una cuestión aún más importante y más interesante: si Estados Unidos necesita un CEO que sea eficiente en términos económicos, ese CEO probablemente considerará a los seres humanos como meras unidades económicas y actuará en consecuencia.

Una empresa tiene objetivos que no son necesariamente los mismos que los de un gobierno, ya que su función es satisfacer las necesidades de sus ciudadanos.

Solemos pensar que el objetivo de una empresa es obtener beneficios o vender más productos, pero eso no es del todo exacto. El verdadero objetivo de una empresa es maximizar el valor de sus activos y aumentar el precio de sus acciones. La visión del mundo de figuras como Carlos I y Elon Musk es similar en el sentido de que, cuando Carlos I pensaba en su pueblo, lo veía tanto como un activo económico como un recurso humano. Quería que su país prosperara y, para ello, deseaba que la gente fuera productiva, ya fuera produciendo lana o cualquier otro bien que exportara Inglaterra. Aunque sus sentimientos hacia su sociedad no eran exactamente los que un padre debería tener hacia sus hijos, sí respondían a un sentido de obligación recíproca. Del mismo modo, el objetivo de un CEO no es simplemente acumular beneficios, sino también asegurarse de que su empresa prospere.

Mencionó antes que cree que Trump, independientemente de sus objetivos o de lo que diga, no es capaz de lograr nada verdaderamente transformador debido a la burocracia gubernamental profundamente arraigada. Dicho esto, ¿cuál es su opinión general sobre Trump?

Creo que Trump recuerda, de una manera interesante, a FDR.

Más temprano en nuestra conversación hablé de FDR, y aunque a muchos no les guste esta comparación, creo que Trump comparte algunas cualidades con él. FDR tenía un carisma y una confianza en sí mismo enormes, combinados con la capacidad de ser el centro de atención, de liderar, de cortar de raíz las tonterías y de hacer que las cosas se movieran.

Una de las principales diferencias entre Trump y FDR —y que ha limitado a Trump— es que FDR provenía de una de las grandes familias de Estados Unidos; era un aristócrata hereditario. Trump no es realmente parte de la élite tradicional estadounidense, y creo que eso ha tenido un impacto negativo en su confianza en sí mismo.

Ese contexto ha obstaculizado su capacidad para delegar y confiar en personas ajenas a su familia, lo que lo limita como líder de diversas maneras. Sin embargo, algo alentador que observo es que parece estar desempeñando su papel con un poco más de confianza esta vez. Es casi como si sintiera que sabe lo que está haciendo. Creo que esto es muy útil, porque la inseguridad es realmente su talón de Aquiles.

¿Cuál es su talón de Aquiles?

¿Mi talón de Aquiles? Creo que yo también tengo problemas de confianza en mí mismo.

¿Cree que su inseguridad se refleja en su pensamiento político?

Es una buena pregunta. Si observa mis primeros trabajos, sentía que estaba en el camino correcto. Cuando escribía en 2007 y 2008, lo hacía con total seriedad —y aún lo hago.

Sin embargo, ¿habría expresado las cosas de la misma manera? ¿Habría sido menos troll? He intentado ser menos troll con el tiempo, pero si lee mis últimos artículos de blog, notará que no puedo resistirme a trollear a Elon Musk, lo que quizá explique en parte por qué nunca lo he conocido.

Debo decir que no hemos abordado muchos aspectos de sus ideas. Sigo siendo escéptico ante la idea de que destruir la democracia, en lugar de intentar mejorarla, podría hacer que la vida de quienes más sufren mejore.

Puedo decirle lo que pienso, pero no puedo obligarlo a creerme. A medida que los muros empiezan a caer y se comienzan a explorar ideas fuera de la burbuja tan estrecha en la que vivimos actualmente, es imposible negar que la diversidad de ideas consideradas por personas inteligentes y reflexivas se ha reducido considerablemente en el siglo XX.

Si hay algo que espero transmitir en esta conversación, es que la gente puede salir de la pequeña caja en la que ha crecido. Pueden reconocer que no todo es perfecto dentro de esa caja.

No le pido a nadie que se convierta en nazi, antisemita o siquiera en misógino. Hay casos en los que nuestro juicio sobre el pasado es completamente correcto. Pero también hay periodos enteros de la historia de la humanidad que, si vieran lo que hacemos hoy, dirían: “Esto es una locura”.





* Artículo original: “«Se préparer à l’Empire» : Curtis Yarvin, prophète des Lumières noires”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.





Notas:
[1] Estas referencias a la cultura popular se mezclan con un imaginario más heterogéneo. Su seudónimo en línea es una combinación de Mencio, pensador confuciano chino del siglo IV a. C., conocido por haber recorrido la China dividida de los Reinos Combatientes en busca de un rey sabio capaz de restaurar la paz, y un juego de palabras con la expresión GoldBug (“chinche de oro”), que designa a los economistas que otorgan una importancia fundamental al oro para identificar tendencias económicas, en la que gold (oro) es sustituido por mold (moho). También recurre con frecuencia a referencias a Aristóteles para justificar la apertura de un debate sobre los beneficios de la democracia.
[2] 2blowhards.com : The Mencius Vision
[3] Page d’accueil du site Unqualified Reservations.
[4] « Conversation avec Curtis Yarvin », Rage, 29 de septiembre de 2024.
[5] An Establishment Conservative’s Guide To The Alt-Right
[6] Ver el vídeo.





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