A Yulia Navalnaya:
Soy cubana, refugiada política en Estados Unidos desde hace más de una década, y la viuda de Oswaldo Payá Sardiñas, el líder democrático asesinado en Cuba hace 12 años.
Hoy escribo no sólo para compartir mi historia, sino para resaltar la importancia de frenar la impunidad de estos dictadores y la desgarradora similitud entre la tragedia en mi vida y la suya, Yulia Navalnaya, cuyo esposo, Alexei Navalny, ha sido víctima de la brutalidad del régimen ruso. Mis hijos y yo lamentamos profundamente la muerte de Alexei y todo el dolor que acompaña a su familia.
La lucha de Oswaldo y Alexei por la libertad y la democracia en nuestros respectivos países nos une más que la tragedia. Ambos sabían que sus vidas estaban amenazadas de muerte y los riesgos que implicaba enfrentarse a regímenes autoritarios que no toleran disidencias. Sin embargo, el amor por su gente los hizo regresar y los mantuvo firmes en su búsqueda de un cambio político.
Así como hizo Putin con Nalvany; en Cuba, la vida de mi esposo fue arrebatada por orden de Fidel y Raúl Castro. Agentes de la Seguridad del Estado lo ejecutaron en un tramo inhóspito de la carretera hacia el oriente de Cuba. Luego, para encubrir el atentado que terminó con su vida y la de su compañero disidente Harold Cepero, fabricaron un falso accidente de tránsito que divulgaron por todos los medios posibles. Esta táctica de manipulación y engaño no es exclusiva de un país; resuena en Rusia, donde la familia Navalny enfrenta mentiras, secretismo y desinformación, mientras luchan por la verdad y la justicia.
La negativa a entregar el cuerpo de Alexei, como hicieron con el cuerpo de Oswaldo hasta que fue demasiado tarde para realizar cualquier examen, es una táctica diseñada para infligir dolor y desesperación, para hacer sentir a las familias impotentes frente a la impunidad de los perpetradores y para impedir la investigación independiente. Todavía hoy el régimen cubano no me ha entregado el informe de autopsia de Oswaldo. Es una burla macabra a la justicia y un intento por desaparecer a aquellos que se atrevieron a desafiar la tiranía.
Sin embargo, más allá de la brutalidad de sus asesinatos, lo que verdaderamente define a Oswaldo y Alexei es su coraje, su inquebrantable compromiso con la justicia y la libertad. Son héroes no por cómo murieron, sino por cómo vivieron y por el legado de resistencia que nos dejan. Oswaldo Payá y Alexei Navalny perseguían los mismos sueños de liberación para sus pueblos.
También son mártires. Mis palabras hoy son un tributo a sus vidas y un llamado a la comunidad internacional para que reconozca y actúe contra la opresión que persiste en regímenes autoritarios en todo el mundo. Regímenes que, como el cubano y el ruso, poseen la misma escuela de represión y colaboran estrechamente para proteger su impunidad y su poder.
Estoy segura de que usted, Julia, y yo, nunca dejaremos de luchar por la justicia. No nos callaremos, porque ellos se lo merecen. Porque los amamos y porque Dios está acompañándonos en este camino.
La historia de Oswaldo y Alexei es un recordatorio sombrío de los costos humanos de luchar por la libertad en países donde no existe el Estado de derecho. Nos incumbe a todos mantener viva su memoria, continuar su lucha y exigir justicia. No sólo por ellos, sino por todos los que han sufrido y sufren a manos de regímenes opresores.
* Este artículo fue publicado el 1 de marzo de 2024 en el periódico El Mundo (España). Se reproduce por autorización de su autora.
https://www.elmundo.es/internacional/2024/03/01/65e1b578e9cf4a14108b45d8.html
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