Cuba en su etapa anexionista, 1843-1855



Cuestiones relativas a la trata

Los criollos habían admitido a David Turnbull como socio corresponsal de la Sociedad Económica de Amigos del País en su primera visita a Cuba y ello acabó desatando las iras del Capitán General Gerónimo Valdés.

David Turnbull fue cesado de su cargo en 1842 de la Sociedad Económica y se trasladó al Pontón Romney, un buque británico, en el que ponerse a salvo. Después empezaría a organizar un plan para poner fin a la soberanía española en Cuba y asegurar la abolición de la esclavitud. Se supone que fue entonces cuando inició un plan de rebelión contra España. 

El plan de Turnbull era claro: 

1. Todos los colaboradores blancos nativos y gentes de color se unirían para luchar por la independencia de Cuba. 

2. En una proclama se expondrían las causas por las que Cuba se separaba de España y se declararía traidor a todo hombre libre, blanco o de color que no se alistase bajo la bandera de la libertad. 

3. Se permitiría tomar las armas por la independencia a todo nativo esclavo que se presentase voluntario.

4. Los principios y objetos de la revolución se darían a conocer inmediatamente al gobierno de Su Majestad británica. 

5. Se procedería a la inmediata emancipación de los esclavos para asegurar su libertad y no comprometer la seguridad de sus amos.

Domingo del Monte afirmó después a sus conocidos, cuando le inculparon en el proceso de la Escalera, dada su amistad con el cónsul inglés, que “aunque me eran conocidos de mucho tiempo antes los manejos de los abolicionistas ingleses, no hubiese creído que llegasen al extremo de intentar una invasión”.

Del Monte y el grupo liberal protestaron en su momento ante la decisión del cese, pues eran contrarios a la trata y parece ser que se dejó sin efecto la expulsión y que al poco le readmitieron gracias a la ayuda del director de la Sociedad Económica, José Luz y Caballero, que además tenía personal amistad con Turnbull. Aquello les generaba enemistad con el gobernador de la Isla.

Era una advertencia al gobierno colonial de que los cubanos de aquel grupo selecto si no eran abolicionistas nativos sí consideraban amigo al país que había tratado de aminorar la esclavitud en Cuba.

Si bien es cierto que los que secundaban las reivindicaciones de Turnbull decían que desconocían que este hubiera tramado una revolución para establecer la igualdad social en Cuba, lo que hubiera dado a los negros la dirección política del Estado y hubiera privado a los blancos de sus esclavos, principal fuente de fortuna.

El plan de Turnbull era inviable, en tanto que ambas razas desconfiaban entre sí la una de la otra, la libertad del esclavo era rechazada por la mayoría de la población blanca.

Los abolicionistas británicos hacía tiempo (desde 1838) que habían iniciado un movimiento secreto orientado a la separación de Cuba de la soberanía española. Turnbull había investigado en diversos lugares de la Isla sobre la fecha en que habían sido introducidos los esclavos en las plantaciones. 

Con el sector liberal de la burguesía, Turnbull mantenía buenas relaciones. El escocés ya había tenido tiempo de entablar más que amistad por el tiempo que llevaba en la Isla con Domingo del Monte y su círculo (Luz y Caballero, Aldama, Alfonso, Betancourt, González del Valle) y hacerles cómplices y conocedores a todos ellos de sus planes abolicionistas. 

“Turnbull y del Monte eran amigos, se visitaban y se escribían”, diría González del Valle. Del Monte suministraba a Turnbull los datos que éste necesitaba para sus labores antitratistas, del Monte estaba más que complacido por la acción de un emisario extranjero en contra de la trata de esclavos.

Hasta el 22 de junio de 1842, fecha de la expulsión, Turnbull era un apóstol, un misionero de la eliminación de la trata pero, a finales de ese año, cambia la opinión sobre Turnbull en los círculos cubanos, porque no interesa que les relacionen con sus planes revolucionarios. 

Para Del Monte, pasa de ser un amigo, un héroe, hasta la posición de peligroso enemigo que quiere hacer realidad su proyecto embrionario. 

Todos aborrecían la esclavitud, pero se suponía que salvo rara excepción eran partidarios de la abolición gradual y no de la revolución. Los planes secretos del inglés Turnbull le fueron revelados a Del Monte por Mr. Ross Cocking y éste temió que dada la amistad que les unía le vieran como colaborador.

Turnbull conocía a hombres libres de color que eran líderes en su comunidad, mientras que su ayudante Cocking se unía con la gente rica, talentosa e influyente de Cuba para redactar un manifiesto: este aparecerá en el Antislavery Reporter, de donde Cocking era corresponsal. 

Los blancos y negros promoverían que se hiciera una declaración de independencia y los que lucharan por todo ello recibirían la libertad. Habría para ello que asegurar la seguridad de los amos, pues Cocking quería acometer la revolución, como lo indicaban sus viajes a Trinidad, Santiago, Manzanillo y Cienfuegos, pero los blancos seguían preocupados por el impacto del fin de la esclavitud en la prosperidad de la Isla.

Entre los planes estaba que cesara la importación de esclavos, que se fomentase la inmigración blanca y ello podía conducir de modo inexorable a la insurrección de esclavos y a la ruina del país, aun sabiendo que la esclavitud estorbaba al verdadero progreso de la libertad política en la Isla. Cocking generó la idea de que los británicos iban a invadir la Isla si el tráfico de esclavos continuaba.

Del Monte pondría los hechos en conocimiento del gobierno de los Estados Unidos, como lo demuestra la carta de 20 de noviembre de 1842 a Alexandre H. Everett, denunciando los planes conspirativos de los diplomáticos británicos de La Habana. El nombre de Everett fue mantenido en secreto, cuando la denuncia llega a las autoridades norteamericanas y españolas. 

Del Monte, le comunica a Everett: “El gabinete inglés y los abolicionistas británicos están exasperados por la mala fe española en el cumplimiento de los convenios y han decidido poner fin a la esclavitud en Cuba por otras vías, como son a través de la presencia de agentes y espías por la Isla con el objetivo de establecer una república bajo la protección de Inglaterra”.

Según Del Monte, los abolicionistas contaban con la ayuda de fuerzas navales británicas en Jamaica y con la colaboración del General Mariño. Esto daría lugar, según Del Monte, a la fuga de los blancos arruinados y el establecimiento de una república militar negra dominada por Gran Bretaña. 

Esto estimularía el conflicto entre el Norte y el Sur de Norteamérica. Del Monte si da este paso es porque poseía pruebas abundantes de hechos ciertos y comprobables. Sus datos coinciden con los de Ross Cocking.

No cabe duda que el giro que estaban dando las gestiones del inglés, el giro de rumbo, hacía que estuviera torciéndose hacia senderos inaceptables para la clase dirigente cubana, que deseaba evitar brotes de violencia a toda costa y una conspiración separatista y abolicionista.

Desde el comienzo de la prohibición de introducir esclavos en Cuba, en 1821, entraban cada año unos 20.000 negros de modo clandestino. El desencanto de los cubanos era muy grande y no tardaron en ocurrir sucesos que preocuparían aún más a la población, como eran las sublevaciones y las conspiraciones de esclavos producidas a partir de 1840.

Las sublevaciones de esclavos siempre habían sido frecuentes en Cuba, pero limitadas a grupos aislados, por lo que no se les daba mayor importancia hasta que esas importaciones hicieron que en 1841 hubiera ya más esclavos que blancos.

Los negros, sumando hombres libres a los esclavos, componían el 58 por ciento de la población de la Isla. Hubo un momento en que los esclavos, más numerosos que los blancos, eran los protagonistas de las sublevaciones, las cuales se sucedían cada vez en más cortos intervalos y empezaron a ser extensas y peligrosas.

En 1841 hubo varias en la ciudad de La Habana (una de ellas protagonizada por los esclavos que trabajaban en la construcción del palacio de Aldama) y raro era el año que no se registraba alguna. En las zonas de los ingenios y cafetales, donde era más densa la población esclava, los brotes de rebeldía eran agudos, las sediciones se repetían y propagaban de dotación en dotación, con la peligrosa facilidad con que empleaban la candela para encender la mecha en los cañaverales de los ingenios como principal medio de combate contra sus amos.

En 1842 cambia la actitud de la burguesía, los habitantes de la Isla están desconsolados: se dan cuenta de que Turnbull ha tomado el camino de la conspiración, cuando ellos querían iniciar un camino legal y pacífico y no ir por la vía de la conspiración.

Era evidente que la actitud del gobierno inglés y las actividades de sus agentes en Cuba, alentaron, en los grupos de esclavos mejor informados o dispuestos, el deseo de conquistar su libertad.

Nuevas sediciones y rumores de que los ingleses alentaban una sublevación general, apoyada por un ejército haitiano que pasaría a Cuba en barcos ingleses, causaron entre los blancos de la Isla una ola de miedo de la que nadie escapó. Comienza una etapa de desaliento y desconfianza en la que los ingleses buscan la emancipación y el estado de alarma general en la Isla, y lo consiguen.

Las corporaciones oficiales más importantes de La Habana piden al gobierno metropolitano que ponga fin al tráfico negrero. Algunos, incluso, intentan entrometer a Estados Unidos en el problema de Cuba. 

Hacia abril de 1842, Turnbull y Del Monte se siguen escribiendo. Cuando se corre la voz de que Turnbull ha sido expulsado de la Isla, los propietarios de las tierras creen que ahora podrán engañar al gobierno inglés y continuar con el contrabando negrero. Hasta entonces, los amos de esclavos habían multiplicado las medidas de precaución por lo que pudiera suceder.

Luz y Caballero quiso reinstalar a Turnbull en la Sociedad Patriótica a mediados de 1842. Pero en 1844, al defenderse de las acusaciones de haber participado en la conspiración dirigida por Turnbull, distingue dos épocas muy diferentes de las actividades de éste.

Véase la carta de Luz a OʼDonnell, el 23 de agosto de 1844, en la que felicita a OʼDonnell “por haber desbaratado la conspiración salvando a esta Isla de sus horrorosas consecuencias”.

Luz defiende a Del Monte cuando le pregunta el fiscal y Luz niega que aquel tuviera ideas separatistas y abolicionistas. Pero no defiende a Turnbull, no dirá ni una palabra en su defensa. Luz defendía al Turnbull apóstol, pero no al Turnbull conspirador: “Es menester distinguir épocas”, dirá.


La tendencia anexionista como solución salvadora

La tendencia anexionista no era nueva en Cuba y, desde principios de siglo XIX, hubo quienes pensaron que la salvación de los blancos de la Isla estaba en colocar ésta bajo la bandera de los Estados Unidos.

“A España hay que arrancarle las concesiones políticas con el puñal de la anexión en el pecho”, dirá Gaspar Betancourt Cisneros.

Muchos cubanos iban a volver los ojos a los Estados Unidos, sobre todo quienes habían vivido en ese país con anterioridad, como estudiantes. Los Estados Unidos temían que Inglaterra quisiera apoderarse de Cuba. Y muchos norteamericanos del sur tenían interés en que Cuba se anexara a su país.

Allí todavía existía la esclavitud, por lo que podrían seguir disfrutando de sus esclavos sin que les inquietase la intromisión de los abolicionistas ingleses y vivir sin temor a la abolición instantánea.

Betancourt fue un hombre de acción y, junto a José Luis Alfonso, fundó células conspirativas conocidas como “Club” en La Habana, Puerto Príncipe y Santiago de Cuba.

Con la anexión, los habitantes de la Isla, gozarían de una vez de las ventajas del régimen democrático. Si Cuba se unía a los Estados Unidos, gozarían de los derechos y libertades de los norteamericanos y del apoyo de una nación poderosa para dominar las rebeliones de esclavos, la posible revolución de los negros, y podrían oponerse a las pretensiones antiesclavistas de Inglaterra.

Con el apoyo de EE. UU. no tendrían que enfrentarse a una larga guerra que destruyese la riqueza de la Isla ni provocase insurrecciones entre los esclavos. Y podrían disfrutar de las relaciones comerciales cada vez más intensas entre Cuba y Estados Unidos.

Inglaterra veía con preocupación el movimiento anexionista cubano, por cuanto podía romper su hegemonía en el Caribe. Retiró sus cruceros de las costas de África y dejó de perseguir a los negreros.

Las ideas de José Antonio Saco contra la anexión de Cuba a los Estados Unidos y la defensa de la nacionalidad cubana, le ganaron el odio de las autoridades españolas, que le obligaron a vivir en el destierro el resto de su vida.

“Una revolución en medio de miles de esclavos negros solo podía provocar la ruina en la Isla”, había vaticinado Saco. La clave de su mensaje estaba en la reivindicación de la nacionalidad cubana, para lo cual no escondía que lo ideal era el blanqueamiento de la población, para llegar a esa Cuba cubana que defendía.

Muchos creían ver en los poderosos vecinos del Norte la solución a los males de la Cuba colonial. Los peligros internos provenían de las instituciones que regían en Cuba, pues eran despóticas en todas las ramas de la administración pública y el gobierno era arbitrario.

El tiempo falló a favor de Saco. Su aspiración era no solo que “Cuba fuese rica sino ilustrada, moral y poderosa, una Cuba cubana y no angloamericana”.

Saco era enemigo de la revolución y de la anexión, pero también de las instituciones que tiranizaban la Isla de Cuba.

En 1847 había nacido el movimiento anexionista, unido al disgusto que producía el mantenimiento del régimen absoluto de los capitanes generales. Pronto se formó en un partido con numerosos adeptos en Cuba y en los Estados Unidos, que trató de ejecutar sus proyectos valiéndose de las armas.

En Nueva York se creó el Consejo de Gobierno Cubano y se fundó La Verdad, dirigido por Gaspar Betancourt Cisneros, para trabajar por la anexión.

Al propio Saco le habían ofrecido diez mil pesos para que se incorporase a las filas de los anexionistas y dirigiese el periódico en Nueva York, pero él solo veía en ese proyecto males para sus amigos y desgracias para Cuba.

El presidente Polk llegaría a ofrecer 50 millones a España por Cuba, pero fueron rechazados por España.

Estados Unidos era un país admirado, sobre todo por la sociedad blanca cubana dominante. Los planes anexionistas despertaban mucha simpatía entre los estados del sur, pero para Saco, no: “No seamos el juguete desgraciado de hombres que, con sacrificio nuestro, quisieran apoderarse de nuestra tierra, no para nuestra felicidad sino para provecho suyo. Tanto la guerra, como la conspiración, es desolación para nuestra patria. Suframos con estoica resignación el azote de España, pero procuremos legar a nuestros hijos, sino un país de libertad, al menos tranquilo y de porvenir, demos glorioso ejemplo a nuestros compatriotas y Cuba, nuestra Cuba adorada, será Cuba algún día”.


Reformismo / Anexionismo

En 1845, el anexionismo le arrebatará el cetro al reformismo. Cada día que pasaba era más evidente que el movimiento reformista no iba a conducir al bienestar de Cuba.

En a Isla, cada vez tenía más sentido lo preconizado por David Turnbull: abolir la esclavitud, mecanizar la industria azucarera y contratar asalariados con mayor capacidad técnica que los esclavos, introducir una democracia y, por ende, un progreso económico-social.

Surge la idea de incorporación a los Estados Unidos, algo en lo que los hacendados criollos ven la tabla de la salvación. De 1845 a 1855 el anexionismo será la corriente política predominante entre la clase terrateniente cubana. El reformismo continuaría de la mano de José Antonio Saco, Luz y Caballero, y Domingo del Monte.

Una serie de factores internos y externos determinan la actitud anexionista, que al principio estuvo limitada a grupos de dueños de ingenios y magnates azucareros como José Luis Alfonso, Miguel Aldama y Cristóbal Madan, reunidos en el Club de La Habana.

En 1844 se había instalado la primera vía férrea en Oriente, que corría desde el Cobre hasta Punta del Sol en la Bahía de Santiago de Cuba. En Las Villas, para 1849, quedan unidos Cienfuegos, Villaclara, Remedios y Caibarién. Trescientas treinta y dos millas en vías férreas. Los ingleses han invertido en el monopolio del ferrocarril 10.382.000 dólares.

En 1853 se instala la primera central telegráfica en La Habana que cubre, poco a poco, a las principales ciudades del país. El servicio de correos progresa rápidamente. El comercio con los Estados Unidos alcanza la cifra de 15 millones de dólares, mientras el de España era de tres millones de pesos. Desde 1840, el ingenio seguía siendo el principal centro de producción.

Para el Censo de 1846 se destaca el número de 1442 ingenios, 252 movidos por máquina de vapor, aumentando las ganancias. Solo la máquina de vapor podía salvar a los dueños de los pequeños ingenios de sucumbir a la competencia en el mercado mundial.

Pero había un obstáculo: el sonado fracaso de los reformistas, al no ser aceptada la delegación cubana en las Cortes, lo cual indicaba a los productores que no se accedería a las demandas imprescindibles para el desarrollo económico de la clase terrateniente. Si esta clase se sentía marginada del aparato estatal, ¿de dónde iban a sacar el capital requerido para emprender las reformas industriales?

Además, para introducir la maquinaria habría que abolir la trata y la esclavitud después. Este hecho iba a revolver los ánimos encendidos de los esclavistas, haciéndolos más reaccionarios y retrógrados.

Inglaterra seguía presionando a España, que le exigía que la esclavitud fuese eliminada en Cuba. Esta situación se acentuaría con la vuelta en 1846 a Inglaterra de un ministro de ideas francamente abolicionistas. En estas circunstancias, los hacendados se aferran a la idea de propiciar la anexión a losEstados Unidos, donde aún se mantenía la esclavitud, como un modo de perpetuar la odiosa institución.

La sola idea de una revolución los llenaba de zozobra y espanto. Los Estados Unidos podían obviar la necesidad de una insurrección, interviniendo militarmente y apoyando la esclavitud.

El anexionismo contó con simpatizantes en Sancti Spiritus, Puerto Príncipe, Cienfuegos y Trinidad. Sus principales líderes fueron el general del ejército español Narciso López, nativo de Caracas y organizador de la conspiración de la Mina de la Rosa Cubana; Salvador Cisneros Betancourt y Gaspar Betancourt Cisneros.

Este último logró publicar sus artículos de colonización en Puerto Príncipe, algo que para otros era “fruta espinosa e indigesta”. Estos artículos aparecerían en La Gaceta de Puerto Príncipe y se publicaron también en La Aurora de Matanzas, a pesar de que las autoridades de la Isla lo vigilaban.

Ya entonces había un endurecimiento claro de la censura respecto a los escritos que, de cerca o de lejos, atañían a la esclavitud, y que se inscribirá en el contexto del incremento de las revueltas de esclavos que se produjeron en la zona occidental de Cuba a mediados de 1843. El principal rival del anexionismo acabó siendo José Antonio Saco, convirtiéndose en la voz más alta contra la anexión.





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