Mis manos comenzaron a realizar un ritual extraño. Daban giros concéntricos, como quien sella una cerradura de múltiples combinaciones. Tantas como nadie podría imaginar. Los brazos se juntaban a la altura de los codos. Después se cruzaban en el pecho.
Me guiaba algo más allá de mi comprensión: “Los masones representan los intereses de los Castros”. Pero yo debía obrar: “En el nombre de la rosa”. ¿Qué significaba todo aquello?
Fueron varios días y bajo los efectos de la estrinina.
“Mientras menor sea el valor de una moneda, más relevancia tiene la figura del héroe”. Había leído la historia del peso ekubano, aquella moneda dorada con la imagen de Martí en el mercado turco.
La historia de la banca entre las más indiferentes de todas las historias terrestres. Tanto como las criaturas del océano profundo.
En el Banco Urbano de la Calle Línea entre Paseo y A, encima de un pedestal de mármol, persiste un toro republicano de bronce, a pesar del triunfo revolucionario. Tan solo a una cuadra del museo Fidel Castro.
Opuesto a su propósito fundacional, el banco es insensible a la pobreza agudizada por la peste.
Por vez primera experimentaba una crisis de realidad. Los sacerdotes, judíos odiados e italianos astutos, fundaron la banca para socorrer a los damnificados de la plaga medieval.
Me escapé por una puerta que me condujo a otra puerta y esta, a su vez, a otra, en la misma habitación.
En el siglo catorce, en una abadía benedictina, los monjes morían a causa de la Poética de Aristóteles. Nadie la ha podido encontrar.
Adso de Melk me habló al oído. Desaparecí. Yo podía ver a Abel, pero Abel no podía verme a mí. Estaba encerrada entre cuatro paredes de ladrillo macizo.
—¡Erika! ¡Erika!
Aquella mañana fuimos al mercado en busca de frutas y vegetales.
—Por dios, esa mujer tiene la cara como una serpiente. ¡Corre para que la veas! —me dice Abel.
En mi cabeza estaba el mismo pensamiento, como una idea fija: “Pase lo que pase, no me mires a los ojos”.
La mujer con cara de serpiente estaba de espaldas. Decidí acercarme al frutero que estaba próximo a ella, ignorándola. Fue entonces cuando compré dos mangos y dos mameyes.
“El fruto prohibido y la serpiente del paraíso”. Una serpiente negra.
Como si fuera magia, al voltearme, la serpiente apostada junto a la mujer había desaparecido.
Al llegar a casa, en lugar de dos mameyes, había solo uno. Lo abrí y estaba podrido. Nos comimos los mangos.
Entrar a una puerta irreal
No existe una sola vía. Los colores son los mismos, casi todos grises, azules, negros y blancos.
No sabría definir el momento exacto en que atravesé la primera puerta y mi percepción de la realidad cambió. Ver en azul era un lujo. La mayoría solo podía ver en blanco y negro.
Había señales por todas partes. Mi casa era otra casa, a pesar de ser la misma. Los objetos cambiaron de significado. Eran una amenaza.
Me di cuenta de que los efectos electrodomésticos tienen una pieza que simula un ojo o un falo.
—Se trata de reunir la tierra con el mar. El día con la noche. El invierno y el verano. Juntar a los opuestos en el espacio y en el tiempo.
Era la voz de Larel Rizo.
—Hoy estaremos hablando de la anguila eléctrica, ese animal extraño que habita en las aguas dulces. El promedio de vida de las anguilas es de setenta años. La hembra pone los huevos y los machos liberan su esperma para fecundarlos. No hay encuentro sexual directo y la elección es al azar. ¿Inseminación artificial? La parte trasera de las anguilas es solo músculos y funciona como una batería. Emiten descargas eléctricas para controlar los sistemas nerviosos de sus presas, como un mando a distancia.
¿Seremos un tipo de anguila extraterrestre?
¿El sol será real?
La luna, las estrellas y hasta Venus me parecieron difusos. El diseño escenográfico de una versión de Fausto representado en El abismo.
Obra escrita en tres actos (fragmento)
Basado en hechos reales con elementos fantásticos.
Larel Rizo, biólogo y doctor en ciencias, ha denunciado la corrupción y desde entonces padece hostigamiento y presiones del Departamento de Seguridad de la Tierra.
Fachada de un bohío clásico de los campos ekubanos. Un manto negro simula un cielo de noche con una luna llena y un lucero.
Presidente de Seguridad de la Tierra: Lo habrás de decir tres veces.
LR: ¡Adelante, pues!
Presidente de Seguridad de la Tierra: Es así como me gusta. Confío en que nos toleremos. Para disipar tu mal humor, he venido aquí vestido de campesino, con traje humilde, guayabera bordada en yute, una pluma de gallo en el sombrero y un machete largo y afilado. Y ahora te recomiendo que, sin más dilación, te vistas igual para que, una vez liberado, experimentes lo que es la vida.
LR: ¿Qué podrás darme tú, pobre diablo? ¿Alguno de los tuyos ha llegado a comprender alguna vez las altas aspiraciones del espíritu humano?
Presidente de Seguridad de la Tierra: Buen amigo, se acerca el tiempo en el que podremos disfrutar en plena paz de algo bueno. ¿Has escuchado sobre la Agenda 07? Todos, absolutamente todos, por fin seremos felices.
LR: ¿Cómo crees que podamos ser felices alimentándonos con basura?
Presidente de Seguridad de la Tierra: No hay razón para la ira. ¿Sabes cuánto tiempo tarda una bolsa de plástico en el mar, sin destruirse? ¡Ese sí es un logro de la ciencia!
LR: Sí, de buenas intenciones está empedrado “el camino del infierno”.
(Entra un joven apuesto cantando La guantanamera. Lleva un sombrero de yarey y carga un saco de papas.)
Joven apuesto: Tiene el leopardo un abrigo, / en su monte seco y pardo. / Tiene el leopardo un abrigo, / en su monte seco y pardo. / Yo tengo más que el leopardo, / porque tengo un buen amigo. / Guantanamera, guajira guantanamera. / Guantanamera, guajira guantanamera.
La imagen del joven apuesto se vuelve difusa hasta que el Presidente de Seguridad de la Tierra, con su mando a distancia, lo apaga.
LR: ¿Por qué?
Presidente de Seguridad de la Tierra: Pensé que no querías saber de mí, científico ilustrado, talento inigualable. Bastará una firma para hacer realidad tus deseos. Puedo programar cientos de hologramas; incluso, podrían parecer humanos.
LR: Quiero ser feliz, tener todas las respuestas. No es verdad que cortaron el cordón cuando me separaron del útero de mi madre. Ni cuando a mi madre la separaron del útero de su madre. Ni cuando a mi padre lo separaron del útero de la suya. ¿Por qué tu presencia me hace sentir débil?
Presidente de Seguridad de la Tierra: Cristo fue un madero. Un madero que se rebeló para que no ardiera la hoguera de María Magdalena.
LR: ¿Por qué me pones a mirar hacia atrás? Me siento impedido de seguir adelante.
Presidente de Seguridad de la Tierra: Le quemaron en la cruz sus lágrimas. Las primeras y las últimas lágrimas humanas.
Intermedio
¿Qué es la reproducción sino un molde?
Falsificación.
Mi sufrimiento es heredado… interconectado. Ni siquiera es real.
No sé si me llamo Erika o Rosa.
Rosa Cruz.
Ya no era humana cuando nací. Era otra cosa.
Quiero terminar de leer la obra.
La última película del Instituto de Cine-Arte
Las butacas vacías eran las tumbas para los caídos en una guerra donde no se escuchó el sonido de las balas.