Contrapunteo cubano del porno y la Revolución


Monika Fox.


No se llama Monika. Su apellido no es Fox. Pero en Cuba lo será ya para siempre: Monika Fox.

Una hembra profesional. Una vedette lectora de Tolstoievski después de la URSS. Una actriz porno, cuya identidad ignoramos en la Isla de la promiscuidad pacata. 

Acaso sea el remake en vivo de aquella Monika Krause, esbeltez teutona que nos daba lecciones de sexualidad proletaria en la pubertad en blanco y negro de nuestros televisores Krim y Electrón. 

Monika Fox caminando en Cuba, como una representación en video del arquetipo de zorra ideal: platónicamente pornográfico, pornográficamente platónico.

Vino. La vimos. Se viralizó. 

Esta Matrioshka de las Maravillas se anuncia en su cuenta de Twitter como residente en “Москва, Россия”. Es un milagro eslavo, una aparición a medio camino entre las loquitas de Pussy Riot y ese semental asesino llamado Putin. 

Los soldados rusos llegarán sólo hasta Ucrania, donde se ponen aburridamente a bombardear a sus vecinos de Europa. Pero las Monika Fox de la Madrecita Rusia tienen un alcance mayor. Su radio de acción es transoceánico. Y caen, con esa fuerza más, con sus pezones y piercings, sobre la chealdad machista de la Mayor de las Antillas.

Fue así que, en un punto climático del año 2023, en pleno anticlímax de la Revolución Cubana, Monika Fox se desnudó en la Fábrica de Ron Legendario del Cerro, en La Habana, justo frente al Asilo de Santovenia, donde se resisten a terminar sus días los líderes históricos de un castrismo cansado pero aún no cadáver. 

Fue allí donde Monika Fox se filmó, junto con su traductor de Yoruba en cirílico: un rumbero académico que intentó en cámara, estoicamente, que la vista no se le fuera hacia los vericuetos venéreos de la rusalka nudista. 

Parecía una Ana Karenina de silicona, caminando entre los segurosos de guayaberas y bolígrafos en el bolsillo del corazón, chapurreando el nombre de Fidel Castro mientras le hacía una felación a un tabaco, antes de sentarse a dialogar (sin captions) con unos dependientes salidos del teatro bufo o absurdo. O de ambos, en una recombinación legendaria de Bocoy con Coronilla con Fortín con Paticruzao.

No sabemos si Monika Fox entró a Cuba vacunada o no vacunada, al son de un cóctel de la Sputnik-V o la Soberana-Abdala. Lo cierto es que su cadencia no remitía para nada a la pandemia de Covid. Al contrario, la diva supuraba salud por sus cuatro costados y sus 24 ortodoxas costillas.

Tampoco sabemos si será una espía entrenada por el Kremlin o si fue recién reclutada por una Seguridad del Estado que, en lugar de cumplir sus órdenes, se las sigue dando al presidente Miguel Díaz-Canel. Lo cierto es que ella entró y salió de Cuba como una cosmonauta por su casa, interviniendo en una institución oficial como nunca pudo ni podrá conseguirlo la CIA.

Monika Fox, como las estrellas del espacio sideral, brilla por fin ahora en la internet cubana, a un año-luz de distancia, para recordarnos a todos y cada uno de los cubanos que no conocemos ni carajo las dimensiones groseras de nuestra debacle. Ni tampoco, lo grotesco de nuestro carnaval.

Somos menos que cuerpos. Somos apenas paisaje. Una función fósil de aquel manualito marxista de Matemáticas Recreativas de Y. Perelman. Un acertijo atroz. Un crucigrama sin clave. 

No llamemos “pueblo” a eso que sólo es pasto para las nuevas potencias de la geopolítica global. No le digáis “nación” al organopónico de un horror que se va quedando sin órganos ni organizaciones. Qué patria de qué patria, por favor.

Si pestañeas, no reconocerás ni a tus padres dejados atrás, con una beca vitalicia, a ver si no salen a secuestrarnos también el tiempo de descuento de nuestro exilio.

Cuando vuelvas la cabeza a tu país, será como asomarte a un páramo. Un erial, un eriazo. Un herbario de especímenes que estúpidamente creíamos extintos, porque el castrismo nos cauterizó la imaginación y nos desfiguró hasta el más inocente deseo a golpes de dignidad.

Perdimos de punta a cabo nuestra biografía. Y no tendremos tiempo para cobrar una reparación. 

Las nalguitas de Monika Fox son el memorándum de que ya es demasiado tarde para resucitar. La crisis de los misiles en la punta de sus respectivas teticas nos propinó una lección terminal (gratis, en una web porno censurada tanto por el Partido Comunista como por la Corrección Política), incluido el rictus de una erección mortis: no saber lo que se vivió.




Monika Fox.




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Por Erica N. Morawski

El Hotel Nacional de Cuba estaba destinado a ser la expresión de la identidad nacional y la soberanía de la isla tal y como las concebía el machadato, nombre dado a la presidencia de Gerardo Machado y Morales.