El chavismo, ¡se ñamaba! 



El chavismo ha sido sorprendido in fraganti. María Corina Machado y millones de venezolanos lo han cogido con las manos en la masa, cuando el gobierno de Nicolás Maduro y su Consejo Nacional Electoral (CNE) intentaban robarse la elección presidencial. Otra más.

Sólo que esta vez el mundo entero tiene las evidencias del robo: 24.532 actas electorales, correspondientes al 81,70% de todas las actas. Es información pública, disponible y descargable en internet.

Estas actas, que prueban la victoria del candidato opositor Edmundo González, con el 67% de los votos frente al 30% alcanzado por Nicolás Maduro, no son un pronóstico electoral, ni una encuesta a pie de urna, ni un conteo paralelo por observadores independientes. 

Se trata de las actas emitidas por las propias máquinas automatizadas del gobierno chavista. O sea, son las mismas actas que se transmitieron por vía electrónica al CNE desde cada colegio de votación en Venezuela, al concluir la jornada electoral del domingo 28 de julio pasado. 

Los funcionarios del CNE, al recibir estas actas y comprobar que Nicolás Maduro había perdido las elecciones y que, por consiguiente, Edmundo González era el nuevo presidente de Venezuela, simplemente decidieron ignorar las actas. Y esa misma noche se inventaron un porciento al azar, lo más discreto posible (51,2%), para que Nicolás Maduro le robase sin escándalo la victoria a la ciudadanía venezolana. Otra más.

Pero esta vez no sólo el chavismo ha quedado expuesto de manera irreparable en su condición de ladrón. También han sido expuestos sus patrocinadores y propagandistas en medio planeta. Porque ninguna ideología debiera defender un fraude electoral, mucho menos cuando la prueba material del crimen está a la mano y constituye, ahora y para siempre, un patrimonio civilizatorio de la humanidad. 

Así y todo, los cómplices del chavismo igual lo defienden, apelando a todo tipo de narrativas contrahegemónicas cuya legitimidad ya no importa nada, pues palidecen ante un cuerpo del delito que sigue ahí, fáctico e incuestionable, a la vista de todos dentro y fuera de Venezuela, en todas y cada una de las 24.532 actas electorales en cuestión.

Los usurpadores del poder en Caracas han demostrado lo que desde siempre se viene denunciando: el socialismo del siglo XXI es la continuidad del totalitarismo del siglo XX. 

Ningún pueblo elige de manera soberana su esclavitud. Y, si la elige, por error de cálculo o estupidez colectiva (como pudo ser el caso de Venezuela), enseguida rectificará. Es decir, el chavismo debe de haber perdido la mayoría de las elecciones que “ganó” durante los últimos años.

Sin embargo, la legitimidad de esta certidumbre tampoco importa ya nada, porque por primera vez la prueba del robo sigue ahí, visible e irreversible, fácil de comprobar por cualquier ciudadano del mundo que consulte las 24.532 actas electorales primero físicas y luego digitalizadas

Estos documentos son, sin duda, el tiro de gracia a la izquierda latinoamericana y, por extensión, a las izquierdas internacionales que callen ante semejante canallada.

Los ladrones de votos en Caracas, encabezados por Nicolás Maduro y su CNE, tal vez harán de todo para quedarse de manera inconsulta con un poder impune a perpetuidad. Manipularán, sí. Mentirán, sí. Matarán, sí. Total, si lo llevan haciendo desde el inicio. 

Pero nada de lo anterior repara el golpe de realidad con que los derrocó en las urnas María Corina Machado y millones de venezolanos: ya perdieron el poder, ahora sólo les queda la violencia.

Sí, la gente vota en contra del socialismo de manera apabullante. Sí, la gente se quita de encima a la izquierda a la primera oportunidad. Sí, el chavismo no es bienvenido ni en la propia cuna de Chávez.

El muerto, primero. La gritería, atrás. 

Ahora vendrá el terror ejercido de manera ejemplarizante por el Estado. Pero se trata de un Estado perdedor (de hecho, perdido), que no ha sido votado para representar a la nación venezolana. Antes bien, es un Estado —y el mundo recién ha sido testigo— expatriado de Venezuela por la voluntad votante de la nación.

Como todo ladrón, los chavistas locales y globales ahora quieren ganar tiempo, ladrando: “¡ataja, al ladrón!”

Nadie se distraiga, por favor. 

La mirada mundial ha de permanecer clavada en esas 24.532 actas electorales, que son la patente democrática de la Venezuela que tarde o temprano vendrá. 

Millones de personas han hablado, alto y claro por escrito, en elocuente silencio. Un país le ha retirado el máximo cargo a su presidente y ha elegido a otro paisano para dicho puesto público.

No hay que volver a votar. Ni siquiera hay que contar de nuevo lo que cada día todas las partes pueden contar y recontar. Edmundo González debe asumir en paz su alto mandato como servidor público. Nicolás Maduro debe concluir su segundo mandato presidencial y retirarse en paz.

Ahora, váyanse o no se vayan, lo cierto es que al chavismo ya los venezolanos lo fueron. Y esa verdad es hoy por hoy lo único revolucionario tras tres interminables décadas de Revolución Bolivariana.





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Estrategia para Venezuela: ¿más sangre?

Por Juan Carlos Sosa Azpúrua

“Se organizó un circo electoral a sabiendas de que la entidad que arbitra el proceso y toda la infraestructura, están bajo el control absoluto del régimen”.



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