Esta noche no te dejaremos entrar en casa.
Sabemos que no te irás a ninguna parte. Que permanecerás al acecho, a la intemperie. Salivando como un animal en celo, cuadra por cuadra. Al acecho. Donde quiera que tengamos seres queridos los cubanos. Donde quiera que por tu culpa hayamos tenido que plantar bandera, impostar otra patria, simular que ser uno mismo no depende de nuestra pertenencia a un país.
Has estado en nuestras vidas desde que nacimos, incluso antes. En los mil novecientos cincuenta, sesenta, setenta, ochenta, noventa. También en los años dos mil, diez, veinte. Y así parece que continuarás, quién sabe si hasta tu primer centenario o más allá del miércoles 1º de enero de 2059.
De tanto usurpar nuestras acciones y voz, ya eres más nosotros que nosotros mismos. Sin pedir permiso, has vivido en nuestro cuerpo sin dejar sitio para el alma colectiva o individual. Estamos ocupados por ti. Ahora somos a tu imagen y semejanza. Nos has secuestrado el rostro y la biografía y nunca nos pedirás perdón. No tenemos cómo salir de ti. A estas alturas de la historia, tampoco tendría sentido.
Ganaste la guerra de Cuba contra los cubanos. Resistimos mientras pudimos. De manera violenta, virtuosa, o ambas. Después, simulamos tanto como nos lo permitiste, antes de perder el paisaje propio ante tu presencia a perpetuidad. Fuimos cómplices de la pantomima planetaria de fingir fe en ti.
A la postre, todos, sin excepción, vivamos o no en la Isla, nos hemos dado a la fuga. De uno en uno, en estampida. Te dejamos muy sola. La víctima de este abandono mutuo eres tú.
Somos los desaparecidos cubanos. Tu más excelsa e irreparable creación. Tu garantía existencial. No existimos para que pudieras seguir existiendo tú. Salve, Revolución Cubana: los que nunca han de ser, hoy se saludan.
Debes de sentirte orgullosa. Sin saberlo, avergonzados por aún no aceptarlo, nosotros, de un modo manso y maligno, sí lo estamos de ti. Por eso te deseamos, como si fueras el primero y el último de millones de compatriotas, Feliz Navidad.
Puedes aceptar o asesinar la buena nueva de nuestra generosidad para contigo. Puedes deshumanizar o desahuciar nuestra reincidente condición humana a pesar de ti. Igual hoy brindaremos de corazón por nosotros mismos. En un hogar sin odios, sin horror, sin olvido.
Porque esta noche, créenos, en la soledad secular de la familia cubana, no te dejaremos entrar en casa.
Una investigación cuidadosa sobre el poder de este país-continente. Hélène Richard
En este libro descubrimos una Rusia moderna, capaz de una gran flexibilidad técnica, económica y social; en definitiva, un adversario al que hay que tomar en serio. Emmanuel Todd