No es un desafío.
¿Qué cubano mirará como a enemigo a otro cubano? ¿Qué cubano permitirá que nadie le humille? ¿Qué cubano, que no sea un vil, se gozará de humillar a otro?
Aunque yerre un cubano profundamente, aunque toda el alma nos arda en indignación contra su error; aunque sea un traidor verdadero; aunque llegue a hacernos tan abominable su presencia que nos venga a los labios al verlo o al recordarlo la náusea que producen los infames; aunque arremetamos ante él ciegos de ira, como un padre arremete contra el hijo que lo deshonra, ¡ay!, cáigansenos los brazos antes de herirlo, porque nos herimos a nosotros mismos.
Ha podido errar, ha podido errar mucho, pero es cubano. Que siempre esté la puerta abierta, de par en par, para todos los que yerran.
Solo la grandeza engendra pueblos.
Solo los fortifica la clemencia.
