Tercer aniversario del ataque policial por órdenes del gobierno cubano a la sede de los artistas y activistas pacíficos del Movimiento San Isidro en La Habana. (Traducido por Coco Fusco)
En 2011, me liberé de las cadenas del miedo y monté mi primera exposición “Nuestros héroes no son valorados ni respetados”, inspirada en los veteranos de la guerra de Angola.
Este fue mi primer manifiesto político y el punto de partida de mi intento de provocar un cambio en Cuba, una sociedad paralizada por el miedo, la apatía, la falta de esperanza, en la que las personas no tienen el poder de decidir su futuro.
En el camino que he recorrido desde entonces, se me han unido seres de luz, amigos con escasos recursos económicos, enfermedades terminales, personas al cuidado de hermanos, personas con hijos pequeños, personas con poéticas diferentes, personas de distintos estratos sociales y credos, pero todos ricos en recursos artísticos. Todos llenos de amor por los demás y unidos por su amor a la libertad.
De estos intercambios surgió el plan de crear una #00Bienal independiente, para la que nos inspiramos en las experiencias precedentes que el legendario grupo Omni Zona Franca tuvo con sus festivales anuales de poesía y otros empeños.
Organizamos decenas de conciertos y exposiciones. Impulsamos un movimiento colectivo contra el Decreto 349, la ley de 2018 que criminaliza la actividad artística independiente no autorizada por el Estado.
Este movimiento logró politizar todo el sector artístico de Cuba, dando lugar a más acciones colectivas. Surgió el Movimiento San Isidro, y luego un grupo de activistas se atrincheraron en la sede de San Isidro y lanzaron una huelga de hambre.
La irrupción del gobierno cubano y la detención de nuestros miembros, que fue documentada en directo por las redes sociales, produjo una concentración pública sin precedentes en protesta contra el poder estatal: más de 400 jóvenes realizaron una sentada frente al Ministerio de Cultura para exigir todo tipo de libertades que a nuestro pueblo se le han negado durante tanto tiempo.
Surgieron más movimientos y campañas, como “Exprésate”, que llamaba a los cubanos a hacer valer su derecho humano a la libertad de expresión. Las continuas protestas y huelgas de hambre del Movimiento de San Isidro obligaron a que las oxidadas ruedas de la sociedad civil cubana comenzaran a girar de nuevo. Y el domingo 11 de julio de 2021, decenas de miles de cubanos salieron a la calle para exigir democracia.
El año 2023 está llegando a su fin. Han pasado más de dos años desde el 11 de julio de 2021. Hay más de mil presos políticos que están en la cárcel desde aquel gran día, incluido yo mismo. De hecho, somos seres que vivimos en un limbo sin derechos legales, con condenas más duras en muchos casos que las impuestas a los asesinos, sin opciones ni beneficios como la libertad condicional, a pesar de nuestro comportamiento disciplinado.
Mientras hemos estado encarcelados, hemos perdido esposas, maridos y familiares. Nos hemos perdido celebraciones, nacimientos, ver crecer a nuestros hijos. Echamos de menos a nuestros amigos.
En el último año, figuras internacionales que supuestamente apoyan los derechos humanos visitaron Cuba, pero ninguna de ellas ha sido capaz de cambiar nuestra situación. Entonces, me pregunto, después de estrechar la mano del presidente Díaz-Canel, ¿preguntaron por nosotros? ¿Tendremos que esperar otros cuatro o cinco años para que otra Asamblea General de la ONU exija a Cuba que respete nuestros derechos humanos?
Los máximos dirigentes de la Unión Europea han visitado La Habana, pero ni siquiera este importantísimo socio económico ha logrado conmover al régimen para que los presos políticos no pasen otro día sin abrazar a sus seres queridos en libertad, en lugar de hacerlo bajo la atenta mirada de un carcelero.
A algunos dirigentes parece no importarles nuestra difícil situación. El presidente de México y el vicepresidente de Colombia no reconocen la represión racista, sexista, clasista e ideológica que existe en Cuba, y prefieren apoyar abiertamente al régimen.
Y a pesar de las abundantes pruebas y el reconocimiento internacional de las violaciones del derecho internacional en materia de derechos humanos por parte del régimen, Cuba ocupa un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, junto con Irán.
Así que aquí llega otro fin de año, otra cena de Año Nuevo en la que estaremos ausentes de la mesa familiar.
¿Qué nos espera en 2024? ¿Las Olimpiadas? Díaz-Canel anuncia más miseria y represión en nombre de la eterna lucha del régimen contra “el enemigo”. Quizás incluso utilice el paredón de fusilamiento contra nosotros. Otra Bienal de La Habana con una camarilla de artistas e intelectuales que participan, como si en Cuba no pasara nada. Con tantos problemas en el mundo, Cuba se desvanece, ni siquiera existe para la mayoría de la gente.
Mis amigos y mi familia me instan a recurrir a mis reservas de fuerza mental y física, esperando un milagro. Yo, por mi parte, siento que sigo siendo dueño de mi futuro. Se alza en mí un espíritu rebelde, que no me permite resignarme.
Sólo espero superar la depresión y la frustración que conlleva un fin de año sobreviviendo en estas condiciones. Veré qué se me ocurre para intentar alterar la realidad que me rodea en 2024.
Manifiesto de cuarentena
En el contexto de la COVID-19, se agudiza la prostitución cultural del régimen con el exterior. En el contexto internacional, creo que la cultura será un instrumento de los gobiernos para mantener cierto caos en las mentes de los ciudadanos, lo cual generará resistencia y una nueva etapa para los ideales emergentes y de resistencia cultural.