Réquiem por el Tower

“Qué le vamos a hacer,
al corazón hay que llamarlo corazón…”
Lilliam Moro

No puedo recordar la noche exacta en que fuimos a ver The Bookshop, esa película que desde entonces está en mi lista de las más queridas, y tú eres parte del recuerdo de esa noche y ese cine. 

Noche en que fuimos Florence Green, el viudo Brundish y la niña Christine, todos en uno. Tú, que abriste una papelería en Madrid por corto tiempo y amabas los libros entre las cosas buenas de este mundo. Yo, que hubiese querido una librería en una esquinita del Grove y la hubiese quemado antes de que otras manos la desmantelaran totalmente. 

Siempre hay gente que emprende y gente que reprende, gente para armar y gente para desarmar, gente que le da vida a un sueño y gente que le da muerte. 

¿Pudieras imaginar esa noche, ahí sentadas frente al amplio ventanal de la pantalla, que ese cine iba a desaparecer un día no muy lejano? ¿Desaparecer porque la gente que tiene poder en este pueblo, como Violeta Gamart lo tuvo en el de la novela que dio lugar a la película de la Coixet, no quiso renovar más el contrato para alargar felizmente su existencia?

¿Puedes creer que el cine Tower, como la librería de Florence, ha sido clausurado? Dicen que la ciudad de Miami no quiso renovar más el contrato que por unos veinte años permitió a la mayor institución educativa de este pueblo administrarlo, sostenerlo y abrir sus puertas al festival más distintivo de estos lares. ¿Quién dice que ciudad no come ciudad? 

La hubiese quemado antes de que otras manos la desmantelaran totalmente.

Así luce ahora: donde antes iban los anuncios de las películas que proyectaban, hay dos espacios luctuosos anunciando la nada. En la fachada han dejado una huella lumínica, como el gato que marca su territorio: Celia Cruz mirando uno de los locales de enfrente, que no por casualidad se llama Azúcar. Sí, estás pensando que lo cubano empalaga, cansa, enferma también. 

¿Que por qué sucedió? Me estás pidiendo mucho, pero puedo barajarte los motivos que han pasado frente al muro de los rumores. 

El primer pretexto que esgrimió el comisionado Joe Carollo fue que la Brigada 2506 podía mudar su sede de una casa cercana a los predios del cine. “We don’t want the Tower Theater. That’s not our business. We know nothing about movies. We are warriors”, se pronunció rotunda la Brigada 2506. 

Otra posible, aunque no comprobada sinrazón, alude a que el comisionado y exalcalde Carollo quiere posicionarse estratégicamente frente a su enemigo, el dueño de Ball & Chain, con quien ha tenido una querella vengativa de baja calaña, por la que los contribuyentes pagaron sin saberlo miles de dólares en gastos legales. 

Hay otro rumor y es que a Crazy Joe le dio una rabieta por no haber sido invitado al estreno de la película Father of the Bride, con Gloria Estefan y Andy García. A la alcaldesa sí la invitaron; de ahí puede venir el insulto. 

Dicen que la ciudad de Miami no quiso renovar más el contrato.

Por último, Carollo ha declarado que el cine Tower dará paso a un centro de visitantes (leáse turistas) en la Pequeña Havana, que, por lo demás, ya tiene uno. Sí, ya sé que estás preguntándote, querida amiga, si para eso tenía que desmantelar un cine.

Personalmente, creo que tal vez los cineastas lo exasperan. Recordemos la fuerte controversia entre nuestro comisionado y el cineasta Billy Corben en el Miami City Hall hace ya dos años, cuando a raíz de la proclamación de marzo como mes de la mujer en la Historia, este último le recordara aquel episodio de violencia doméstica en la que el político de origen cubano le tiró una pieza de terracota por la cabeza a su esposa de entonces. 

El realizador, bien conocido por su serie de los Cocaine Cowboys, se propuso recordar el incidente cuando dejó escuchar a todo volumen la grabación de la voz de la hija de Carollo llamando al 911. Debe odiarlo, sin duda. A él y a todo lo que se le parezca. 

Billy Corben ha dicho las verdades más desnudas que ningún rey o político quisiera jamás escuchar. Lo ha vestido a la manera de Fidel Castro, aludiendo a su despotismo. Ha expuesto sus ribetes de racismo, antisemitismo, abuso de poder, corrupción y hasta mal gusto. 

El último incidente tuvo lugar el mes pasado en medio de una inauguración de un paquete de esculturas en Bayfront Park, que ya había sido escándalo cuando una miembro del boardrenunció e hizo público su desacuerdo con la aprobación de un proyecto que no fue sometido a la comunidad, por lo que no se presentaron alternativas a eso que el señor Carollo llama “arte”. 

Los contribuyentes pagaron sin saberlo miles de dólares en gastos legales.

Se trata de un conjunto de esculturas de perros y gatos fundidos en metal y pintados de la manera más abigarrada y chillona posible, pero que a su esposa le pareció que era acertado ejecutar. La ciudad pagó casi un millón de dólares por esta excentricidad, que el comisionado, todo un visionario, augura que disparará la afluencia de visitantes, sin contar con que las piezas serán un suceso “instagrameable”. 

No importa si el señor comisionado no tuvo en cuenta que Franklin Sirmans, director del Perez Art Museum, adyacente a este proyecto animal, recordara que hubo conversaciones anteriores para que dicho parque escultórico fuera algo realmente digno de verse, como lo son el Olympic Park de Seattle y el Minneapolis Sculpture Garden en las afueras del Walker Art Centre. 

We deserve a considered and world-class public sculpture park”, dijo Sirmans y Carollo se limpió con la noticia. Su esposa quería justo un paseo como este.

Y ahí entró Corben otra vez en escena, con algo que ha dado en llamar el CUCK (Comitee to Undermine the Carollo Klan). Preparó todo un performance con varios colaboradores vestidos de pollos de la cabeza a los pies, con mugshots del comisionado en el frente de los trajes, mientras regalaban tank tops con el mismo motivo impreso. 

Levantaron carteles en que llamaban a Joe “wifebeater”. Lo de los disfraces lo explica el artista con una razón muy simple: en los vecindarios pobres de la ciudad, esos donde viven los que no tienen voz, no se ven pavorreales ni patos nadadores, sino pollos. 

El político de origen cubano le tiró una pieza de terracota por la cabeza a su esposa.

Mientras tanto, Carollo decía unas palabras de inauguración del controversial parque. La policía no tardó en llegar y disolver la protesta pacífica, con algún arresto incluido. 

¿No creen que estos años de lidia con un tipo como Corben habrá acabado con la paciencia hacia el gremio del cine de nuestro ya caricaturesco político? Claro, esta es una fabulación mía, pero lo cierto es que el cine Tower ha muerto por un obtuso abuso de poder. 

¿Quieres saber otra vez cuánto dinero se gastó en el paseo del mal gusto? Casi un millón, amiga, casi un millón repartido entre 26 gatos y 26 perros sin vida, esperpénticos. 

¿Que cuántos animales abandonados se pudieran haber tratado con este dinero, cuántos refugios se hubiesen beneficiado de haberlo usado en mejores propósitos? 

Más que 52, probablemente. Con seguridad, podía también nuestro Carollo haber encontrado otro local para lo que fuese, sin necesidad de privarnos de un cine como el que acabamos de perder. Como mismo Violet Gaman en la película que vimos esa noche juntas hubiese podido encontrar otra casa donde poner su centro de arte, sin necesidad de matar la estupenda librería de la viuda Florence Green.




© Imagen de portada: Ramón Williams.




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Saqué un pasaje en espíritu y fui a ver a mi mujer

Legna Rodríguez Iglesias

Iré en Espíritu a ver a mi mujer y como un espíritu sólido me meteré dentro de ella. Cabeza de tortuga, lengua omnipresente.