Tras las manifestaciones del pasado 11 de julio en Cuba, el lobby antiembargo ha resucitado, con esa fuerza más, para intentar apoderarse del discurso político sobre Cuba en los Estados Unidos. En una maniobra oportunista —e incluso vil—, desvirtúa la esencia del levantamiento y se alinea con la estructura gubernamental de la Isla.
El embargo, convertido en la prima excusa assoluta de la dictadura, tiene la virtud de que incluye en sí elementos de antagonismo que funcionan a todo lo largo del panorama político. Es el discurso perfecto pues, mientras unos exigen que se levante —para de esa forma privar al sistema de su excusa eterna—, otros abogan por mantenerlo —a fin de provocar un colapso en la dictadura.
El embargo ha logrado, a lo largo de más de medio siglo, evidenciar la ineficacia de un proyecto social que no ha sabido estructurar sistemas alternativos de producción de bienes y servicios para su población.
Durante décadas, la dictadura despilfarró el dinero y los recursos —a chorros llegaban— del extinto campo socialista de las más variadas formas.
Disfrazado bajo el manto de la solidaridad entre los pueblos, Cuba regaló aeropuertos y centrales azucareros. Solamente a la Nicaragua sandinista, en 1980, donó, “cinco mil televisores, (…) cinco mil VHS y ochenta y siete mil video casetes (valorado en dos millones y medio de dólares)”. Usando el presupuesto que supuestamente el campo socialista entregaba con el fin de equiparar los niveles de vida entre todos los países que lo conformaban, Castro I se lanzó a guerras de conquista en las que gastó el dinero a manos llenas y de paso sacrificó a miles de cubanos.
No fue el embargo lo que provocó el colapso del campo socialista y, por esa regla de tres, no ha sido el embargo responsable del deterioro progresivo de la economía y el nivel de vida de los cubanos.
El embargo no privó a Cuba, como el sistema cacarea, de medicinas y alimentos para los niños. Fue, en última y primera instancia: Fidel Castro. La irresponsabilidad de Castro I llegó al paroxismo de nombrar a un asesino como responsable de la economía y los recursos industriales del país. Ernesto Guevara cometió errores que aún arrastra la economía cubana, y logró desestructurar el sistema interno y la capacidad de producción de toda la industria nacional.
El embargo no es responsable de que la agricultura cubana desapareciera, pasando de ser un país productor y exportador de productos agrícolas a depender de las exportaciones para satisfacer las necesidades básicas y mínimas del sistema racionado de distribución de alimentos.
No fue el embargo lo que hizo de Cuba un país que no puede satisfacer su demanda interna de azúcar, cuando años antes llegó a ser conocida como la “azucarera del mundo”.
El pasado 11 de julio Cuba se rebeló. Contra el pueblo, la policía no dudó en usar sus tonfas primero y sus balas después. Fuerzas antimotines nunca antes vistas en las calles de La Habana pisotearon a un pueblo que reclamaba libertad, y reclutas del Servicio Militar Obligatorio, armados de palos y manoplas, no dudaron en mancharse las manos de sangre al clamor de la orden del presidente Miguel Díaz-Canel: “A la calle los revolucionarios”.
En el esquema represivo de la dictadura hay que incluir al lobby antiembargo.
En estos momentos del proceso de gaslighting que el sistema ha emprendido para minimizar lo ocurrido en el levantamiento popular del 11 de julio, el lobby antiembargo se ha convertido en el aliado número uno de la dictadura cubana en el exterior.
Ante la exacerbación del odio y la división entre compatriotas; ante más de quinientos presos, más de cincuenta juicios sumarios sin presencia de abogados; ante decenas de personas retenidas ilegalmente en sus casas, cercados y hostigados por agentes de la policía, enarbolar el discurso del levantamiento del embargo es simplemente una maniobra para desviar la atención de la sociedad civil estadounidense.
La dictadura cubana, ahora mismo, necesita ser denunciada por la violación sistemática de los derechos humanos de miles de personas. Los representantes de la dictadura tienen que sentir el desprecio de la comunidad internacional y enfrentarse a sanciones severas de los organismos plurinacionales.
El discurso del embargo siempre está del lado de la dictadura.
El levantamiento del embargo no eliminará las razones que han destruido a Cuba; el levantamiento del “bloqueo” no es la solución para mi país.
Si bien es evidente que el embargo afecta la capacidad adquisitiva y financiera del Gobierno cubano, es necesario decirlo una y otra vez: no es responsable de pésima gestión de quienes mandan en la Isla.
La Ley Torricelli, o Cuban Democracy Act, autoriza la exportación a Cuba de alimentos, medicinas y suministros médicos. Según datos del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos–Cuba, entre 2003 y 2020, la Isla ha recibido “equipos e instrumentos médicos, productos farmacéuticos, penicilina, insulina, pasta de dientes, reactivos de laboratorio, equipos de ultrasonidos, prótesis, cánulas y otros”, por un valor de 20 443 282 USD.
El caso de los alimentos: más de seis mil millones de dólares ha comprado Cuba a más de 90 compañías autorizadas. Es curioso que disfrazado bajo el rubro de alimentos, ese mismo Gobierno que no se corta en golpear y reprimir importó desde el “Imperio” 70 656 USD en cerveza y 61 335 en whisky y bourbon.
¿Quién puede decirme que la cerveza y el whisky se compraron para aliviar las penurias del pueblo cubano?
La capacidad para adquirir alimentos y medicinas por parte de Cuba en los Estados Unidos es proporcional a su capacidad adquisitiva, y esta última es proporcional a la eficacia económica del aparato institucional cubano.
La dictadura cubana, en plena pandemia, es capaz de gastar en armamento o insumos armamentísticos 1 418 950 euros, solamente en España.
¿Quién puede decirme que dichas armas se compraron para aliviar las penurias del pueblo cubano?
¿No hubiese sido deseable que ese dinero se destinara a proveer la precaria red hospitalaria y atender a los crecientes casos de COVID-19?
El sistema cubano reprime la actividad empresarial no estatal, condena la prosperidad y prohíbe la iniciativa privada a gran escala. Los dirigentes cubanos son culpables absolutos de la precariedad en la que hoy vive el pueblo.
Es la dictadura la que ha embargado la libertad de su pueblo. Los recursos que pudieron salvar vidas en esta pandemia fueron utilizados en costosos sistemas antimotines: desde uniformes de última generación hasta trasporte, estructuras carcelarias y cientos de horas en los medios de comunicación. El bloqueo interno usa recursos del pueblo para reprimirlos en lugar de alimentarlos.
La dictadura cubana tiene en los agentes de influencia antiembargo a figuras colaboracionistas empeñadas en ocultar el único y verdadero problema que sufrimos los cubanos: un Gobierno ineficaz, de dudosa legitimidad, represivo y autoritario.
Los que hoy se esconden tras el discurso antiembargo, le hace el juego a la dictadura.
Lo importante es demandar en todos los foros la liberación de Hamlet Lavastida, el fin del cerco policial que limita la libertad de movimientos de Tania Bruguera, Katherine Bisquet, Camila Lobón, Carolina Barrero, Yunior García y tantos otros.
Lo que urge es Cuba, y sin embargo…
Abraham Jiménez Enoa: “Hay que estar en el lugar”
“Me refiero a contar la Cuba de Cuba, para contar ese país, hay que estar aquí. Lo otroes opinión, información, activismo, cualquier otra cosa, que también son válidas, pero no tienen el mismo valor periodístico”.