De Albertine Sarrazin recuerdo su rostro y enseguida pienso en sus pies, que supieron volar tan lejos. Sus pies paseándose por las calles húmedas de París en busca de clientes. Sus pies no aptos para zapatos de tacón. Su pie con mala suerte, destrozado al caer del muro cuando se escapaba del penal de Doullens, una noche fría de 1957, a los diecinueve años.