La otra Gertrude, vestida con batón negro y pañuelo blanco en el cuello, la mira desde la pared de la chimenea. Cuando Picasso terminó el retrato, luego de noventa días de trabajo, Gertrude quedó insatisfecha. “¿Nos parecemos?”, preguntó. “No te preocupes, con el paso de los días te le irás pareciendo”, respondió el artista.