Contrario a lo que se piensa, en lugar de padecer de una sobredosis de fantasía, los escritores de ciencia ficción solemos escribir sobre el mundo real. Nuestro secreto está en exagerar la realidad, sea cual sea esta. Con un año como el que hemos tenido, y con un mundo como el que tenemos ahora, es difícil exagerar.
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La jaula y ella
Este impasse la ha metido (conmigo) de cabeza en la jaula. Una jaula por donde se fuga, el derroche: de los días, de las cosas, de los rostros. Ahora, material de desecho, contaminado, acumulándose. Ella es casi un órgano hecho lugar: “una bolsa de miedos antiguos, una bolsa que se hincha”, dijo Rilke.
El virus chino ha sido un incentivo
La pandemia no me ha inspirado nada nuevo. Es el mismo mundo horroroso de siempre, pero con virus chino. Ya he aceptado la idea del fin de la civilización occidental. Así que mi furia literaria se manifiesta ahora, mayormente, en referencia a infortunios personales.
2020: un año bizarro
Uno de los efectos más curiosos que tuvo la pandemia fue la de dislocar la relación espacial. Todo llegaba a mi patio con la misma intensidad: el encarcelamiento de Luis Manuel Otero Alcántara, la muerte de George Floyd, la campaña electoral estadounidense, el Movimiento San Isidro, la elección de Biden, el 27N.
Escritura vampiresca
Durante los meses de la primera oleada, donde suspendieron las clases, y ahora con la llegada de la segunda ha sido maravilloso el reencuentro con esos tiempos en que nada me obligaba a levantarme temprano, escribía sin preocupación de horarios y apagaba mi computadora cuando salía el sol.
Conjurar la imaginación y la poesía
En los últimos tiempos pandémicos leo casi todo lo que se publica en las redes sobre los trágicos, pero también esperanzadores acontecimientos insulares en torno al Movimiento San Isidro. Tengo mucha fe en esa juventud. Recuérdese que la fe, según San Pablo, es la sustancia de lo invisible.
Desde el éxtasis de mi exilio exhausto
Mi madre ha comenzado a escribir y, como era predecible, en menos de una pandemia su obra es ya más voluminosa que la mía. Para colmo, quiere publicar en Cuba sin decir que es la madre de Orlando Luis Pardo Lazo, porque ella también me tiene miedo. De noche, a la luz del alma, entiendo que en dos o tres vidas anteriores yo fui José Martí.
Vivir a toda mecha creativa
La pandemia me encerró en casa y me regaló horas imprevistas. Puso a mi disposición esos valiosos colgajos de tiempo que invertimos en trasladarnos, reunirnos, contarnos cosas esenciales o tontas. Suprimió el directo presencial y yo lo aproveché: desde marzo de 2020 he publicado tres libros.
A solas con mi cuerpo enfermo
Comencé a escribir en el iPhone. Me reconocí por primera vez en tanto tiempo. Y desde entonces escribo poemas y pequeñas prosas contando mi experiencia en el hospital, captando los balbuceos de aquellos días, mi delirio y mi lucha por seguir aún aquí, torpemente respirando.
Leer hasta dormido
Mi ritmo de lectura sigue siendo muy alto; además, leo tres y cuatro libros a la vez. Y disponer de más tiempo este año, la imposibilidad de viajar y la asunción de funciones de editor al frente de Ilíada Ediciones, me obligó a leer mucho más. Lo único que he extrañado son las largas lecturas en los aviones.