El tono menor de la escritura trash como narratura: su ruidito, su marquita, su basura, su caos, su atravesamiento.
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Mariela Varona: “Entre café y café y cigarro y cigarro”
“La gente de la Generación Cero le dio la vuelta a los temas realistas: se habían explotado tanto que, para ellos, ya era más atractivo imaginar un futuro distópico. Cualquier cosa que no fuera la realidad. Como yo misma hago a veces”.
Háblame, Rogelio Orizondo: ¿estás ahí?
Rogelio Orizondo es un fenómeno de masas. Un escritor al que abominan o aman. Mi amiga Celia me dijo un día: “Eres Rogelio con saya”. Mi novia Joanna me dijo un día: “Cuando aparece Rogelio te vuelves loca”. Carlos Díaz me dijo un día: “A Rogelio es al único que amas”.
La Generación Cero no funciona ni siquiera para nosotros
No hay de qué quejarse. Este no es país para lloricas. En estas memorias apócrifas inoculo un trozo de un himno de combate de Tata Güines: “Tápale la boca a ese perico que está llorando”, relacionándolo con un discurso donde Fidel Castro se responsabiliza del desastre de la Zafra de los Diez Millones.
Con dos que se quieran… ya tenemos Generación Cero
Necesito unos segundos de reflexión para tratar de explicarles qué diablos pasa con los narradores de la Generación Cero y por qué muchos de sus libros me parecen de una ridiculez inenarrable. Digamos que se trata de textos que no tienen o no conducen al clímax. O como también se le conoce en el CENESEX: “templar sin venirse”. Lo de la Generación Cero es la narrativa tántrica.
La Generación Cero y la mierda de los koalas
Seamos benévolos, porque que con la Generación Cero todo es literatura. Oye, ¡todo es literatura cubana! Mi iPhone es literatura, mi Instagram es literatura, mi teta y mi pubis depilado son literatura, mi pene es superliterario, mis preferencias sexuales son literatura, mi disidencia…