Su enemigo de muerte no era el káiser ni mucho menos el zar, sino la socialdemocracia europea, que amenazaba con ser la salida humanista ante la violencia bruta de la revolución.
Su enemigo de muerte no era el káiser ni mucho menos el zar, sino la socialdemocracia europea, que amenazaba con ser la salida humanista ante la violencia bruta de la revolución.