En mi cerebro había una piñata que soltó el fondo. Lo que quedó fue nada. Pero bueno, las niñas recogieron caramelos y me sentí bien. Ella estaba allá abajo, con un hilo en la mano y un gorrito. Haló poco a poco y cuando se abrió la tapa estaban todas desprevenidas. Cogió las neuronas, dejó la masa. Ahí vacía, para que revolvieran.