No hubo escenario que pudiera abarcar su inmensidad. No existieron tacones que la acercaran más al cielo que su propia voz. No había dulzura mayor que el azúcar que de sus orgullosos labios salía, cruzaba el mar, y llegaba a su Santos Suárez natal.
No hubo escenario que pudiera abarcar su inmensidad. No existieron tacones que la acercaran más al cielo que su propia voz. No había dulzura mayor que el azúcar que de sus orgullosos labios salía, cruzaba el mar, y llegaba a su Santos Suárez natal.