Treinta años después, la historia se repite. Ahora con una juventud más empoderada, más exigente, más visible gracias a Internet, y con un Rojas cada vez más cansado. Esperamos que el gobierno cubano respete las vidas de estos jóvenes y atienda a sus demandas. De lo contrario, estoy seguro de que no serán los últimos que reclamen sus derechos.