Si de algo me ha servido montar taxis Uber es para ahora poder decir esto con propiedad: los Estados Unidos de América son la nación más noble, generosa y pacífica de todo el planeta.
Ningún otro país se le parece. En ninguna otra nación hay tanta gente buena y de gran corazón, a pesar de toda la mierda y la miseria que el mundo le tira encima a los Estados Unidos de América, dentro y fuera de los Estados Unidos de América.
Estoy tentado de terminar aquí. No quiero ponerme a poner ejemplos, a rememorar las mil y una anécdotas que de todas formas no convencerán nunca ni a uno solo de los antinorteamericanos (y, sobre todo, ni a una sola de las antinorteamericanas) de aquí y de allá.
Estoy tentado, pero no. No voy a terminar aquí, ni tampoco en cualquier otra parte. Cuando alguien tiene voz y rostro, como yo, en una nación muda y descarada, como es el caso de la cubana, siempre hay que añadir algo más. Es lo mínimo que podemos hacer los mejores en medio de la plasta patria de los peores. Y es, por supuesto, lo único moral que nos queda por hacer ahora a los mejores (es decir, los perdedores de esta historia), en medio del pánico patético de nuestros compatriotas (es decir, los sempiternos triunfadores en tiempos de tiranía totalitaria).
Los Estados Unidos de América es, para empezar, el único país que continúa hoy por hoy completamente abierto, en términos económicos, culturales y hasta políticos, a una masiva y bastante espontánea inmigración legal.
En efecto, ser ciudadano de los Estados Unidos de América, siempre y cuando no empieces violando la ley migratoria de los Estados Unidos de América (como los indocumentados la violan, incluso antes de trasgredir las fronteras de este país), es, por comparación, lo más fácil que hay. Y no sólo para los cubanos. Quien ha visitado Europa o Asia lo sabe. Y lo sabe quien ha visitado Latinoamérica o África, a pesar de que a nadie en sano juicio se le ocurriría hacerse ciudadano latinoamericano o africano.
Los Estados Unidos de América, dada la violenta historia que han debido de superar en los últimos dos siglos, son también la nación que menos crímenes comete por los portadores legales de armas. Otra cosa es la delincuencia. Pero, al respecto, los medios masivos de difusión y las películas de Hollywood no le dan chance a los Estados Unidos de América ni para respirar. Por eso pintan al norteamericano (léase, al norteamericano blanco) como un idiota universal: ignorante, oscurantista, violento, provinciano, violador, asesino en serie y, muy en especial, como un ser sin ética que no hace nada si no es por dinero (cuando eso precisamente debería constituir la medida de toda virtud, porque sin economía de mercado sólo es concebible una vida sin libertad individual, como la que humilla a los cubanos desde el jueves primero de enero de 1959).
Pienso en todo esto mientras espero sentado dentro de mi carro en la piquera de taxis Uber del aeropuerto de Portland, en Oregón. Vine hasta aquí de vacaciones a visitar las ciudades socialistas de la Unión o la Confederación, como prefieran llamarla, y, sin duda, he visto de sobra como la ideología castrista ya le ha carcomido el futuro al país que alguna vez fuera el policía decente del mundo.
Pienso en todo esto mientras espero que el próximo pasajero solicite mis servicios de transportación a través de una aplicación digital en mi iPhone 10, y pienso de paso en lo abusadora que es la gente, en lugar de vivir y morir agradecidos a este incomparable país. En pleno siglo XXI, todavía viven para el odio y el resentimiento marxista, en lugar de asegurarse a sí mismo la felicidad propia y familiar. Por eso tantos y tantos desprecian y tratan de desprestigiar a, permítanme repetirlo por antepenúltima vez, los Estados Unidos de América.
Pensando en todo esto, y habiéndome naturalizado como ciudadano estadounidense hace apenas un mes, me juro a mí mismo dar lo mejor de mí hasta el fin de mis días por mi nueva patria adoptiva, no tanto para olvidar el bodrio vil de Cuba la huérfana, sino para hacer de los Estados Unidos de América lo que los Estados Unidos de América hasta ahora han sido: la única nación de la civilización occidental donde “socialismo” sigue siendo sinónimo de “comepingá”.
He dicho.