El 8 de enero de 1959, Fidel Castro entró a La Habana, prometiendo justicia y paz. Nos mentía desde el inicio. Su presencia en la historia de Cuba sólo garantizó lo contrario: seis décadas y media de guerra de todo el pueblo contra todo el pueblo, más nuestros derechos secuestrados por un poder a perpetuidad.
La Revolución Cubana sobrevivió a la Guerra Fría y al comunismo como alter ego de la democracia occidental. Pero la nación ahora agoniza ante su último límite existencial: la cubanía tiene fobia de Cuba. El castrismo y su continuidad están colimados por una crisis poblacional catastrófica, equivalente a un golpe demográfico.
Los cubanos se van, más allá de exilios y repatriaciones. Y nos seguiremos yendo, más allá de Obamas o Trumps. Gracias por todo y adiós.
No importa que el régimen afloje o apriete las tuercas de esa sociedad cerrada que nos impusieron, a imagen y semejanza de las utopías tupidas del siglo XX. No importa que vuelvan o no las protestas contra el sistema, al estilo espontáneamente emancipatorio del domingo 11 de julio de 2021. Con la dictadura disfrazada de democracia socialista o de capitalismo de Estado, igual el pueblo cubano emigró, emigra y seguirá emigrando.
A 66 años de la entrada de la esperanza en la capital cubana, aquella ingenuidad populista ha terminado en estampida en masa, en fuga fútil ad infinitum. A ver cuándo reconoceremos nuestro disparate de ayer, para poder por fin perdonarnos mañana. A nosotros mismos y a medio mundo criminalmente cubanizado.
Hemos dejado sola a la Revolución. Ojalá que esa soledad macondiana no llegue a cumplir cien años.
Comprender el medioambiente: la única biosfera que tenemos
Por Vaclav Smil
Llevamos milenios transformando el medioambiente a escalas cada vez mayores y con una intensidad creciente, y hemos obtenido muchos beneficios de estos cambios. Pero, inevitablemente, la biosfera ha sufrido.