A bordo de la plataforma petrolífera Anchor de Chevron, que opera en coordinación con un buque de tamaño similar al de un portaaviones y que perora pozos para acceder a yacimientos situados a seis millas bajo la superficie del agua.
En lo más profundo del golfo de México, una gigantesca estructura de acero, aproximadamente del tamaño de un campo de fútbol, emerge del azul, rodeada de océano en 140 millas a la redonda.
La plataforma petrolífera, erizada de grúas y envuelta en millas de tuberías y cables, forma parte de un proyecto de 5.700 millones de dólares llamado Anchor, que está revolucionando la forma en que las empresas perforan en busca del oro negro.
Anchor, desarrollado por la petrolera estadounidense Chevron y su socia TotalEnergies, utiliza equipos capaces de operar a presiones ultraaltas —alrededor de un tercio superiores a las utilizadas previamente por el sector— para acceder a recursos hasta ahora inalcanzables.
La plataforma trabaja en coordinación con Deepwater Titan, un buque del tamaño aproximado de un portaaviones que perfora pozos para acceder a yacimientos situados a seis millas bajo la superficie, sometidos a 20.000 libras por pulgada cuadrada (PSI) de presión, aproximadamente el doble de lo que puede soportar el hormigón estructural especializado.
“Es única en su clase”, afirma Jason Myers, representante de Chevron en el emplazamiento de perforación de Anchor, durante una visita a la Deepwater Titan. “Va a abrir muchas posibilidades que… no podíamos explorar hasta ahora, antes de contar con equipos de esta capacidad”.
En realidad, el equipo no es del todo único. Beacon Offshore Oil, una empresa propiedad de Blackstone, el gigante de capital de riesgo, introdujo una tecnología de perforación similar en el golfo en mayo, y Shell y BP planean desplegarla en nuevos proyectos en 2028 y 2029.
La consultora Wood Mackenzie prevé que esta tecnología permitirá desbloquear unos 2.000 millones de barriles de petróleo y gas que antes no podían recuperarse en el golfo, y que acabará adoptándose a escala mundial.
También podría revitalizar una industria offshore que lleva años atravesando dificultades debido a diversos factores, entre ellos la catastrófica marea negra de 2010 en la plataforma Deepwater Horizon de BP, la revolución del petróleo de esquisto en Estados Unidos y los esfuerzos globales para avanzar hacia la transición energética.
La plataforma Anchor utiliza equipos capaces de operar a presiones ultraaltas, aproximadamente un tercio superiores a las empleadas previamente por la industria.
La inversión en el golfo cayó a 18.6 mil millones de dólares el año pasado, desde 43.7 mil millones en 2015, ajustada por la inflación, según Rystad, una consultora. La región representa ahora alrededor del 14% de la producción petrolera estadounidense, frente a aproximadamente una cuarta parte a comienzos de los 2000.
Pero las nuevas tecnologías y una transición lejos de los combustibles fósiles más lenta de lo previsto están dando un nuevo impulso a la industria petrolera marina de Estados Unidos, junto con una flexibilización drástica de la normativa por parte de la administración Trump.
El golfo, una superficie de 1,6 millones de kilómetros cuadrados de agua bordeada por Estados Unidos, México y Cuba, es central en la visión de Donald Trump de desatar el dominio energético estadounidense.
El presidente rebautizó esta extensión de agua como “Golfo de América” a las pocas horas de asumir el cargo en enero. Más tarde revocó las restricciones de la era Biden sobre la perforación y ordenó una serie de subastas semestrales de concesiones de petróleo y gas hasta 2039. La primera de estas ventas, llamada Big Beautiful Gulf One, está programada para el 10 de diciembre y cubrirá 80 millones de acres.
La revitalización del golfo podría ser vital para mantener la posición de Estados Unidos como el mayor productor mundial de petróleo y gas, dado que se prevé que la producción petrolera en tierra caiga en 2026, cuando los productores de petróleo de esquisto —más costoso— reduzcan la inversión en respuesta a la caída de los precios.
Pero no todo el mundo está satisfecho con el auge de la perforación marina. Activistas medioambientales advierten de que los nuevos proyectos consolidarán la producción de petróleo y gas durante décadas, debilitando las promesas hechas por los líderes mundiales de avanzar hacia una transición energética, justo cuando este mes los jefes de Estado se reúnen en la cumbre climática global COP30 en Brasil.
Los legisladores demócratas acusan a Trump de recompensar a sus donantes de la industria fósil recortando las normativas climáticas y de seguridad, poniendo en riesgo tanto a las comunidades costeras del golfo como a los contribuyentes estadounidenses. “Pagamos los vertidos de petróleo, pagamos la subida del nivel del mar, pagamos la contaminación del aire y del agua, y los directores ejecutivos multimillonarios se marchan con enormes beneficios”, afirma el senador Ed Markey, que representa a Massachusetts.
Algunos también ponen en duda que los desarrolladores de esta nueva generación de tecnologías de perforación a ultraalta presión hayan aprendido realmente las lecciones de la catástrofe de Deepwater Horizon, especialmente dada la relajación normativa de la administración Trump.
“Esta sigue siendo una industria que, en gran medida, se autorregula”, señala Antonie Jetter, profesora de ingeniería en la Universidad Estatal de Portland y coautora de un informe sobre el desastre de la Deepwater Horizon publicado en 2021. “La gente con la que he hablado en el marco de este proyecto estaba preocupada de que las cosas estén volviendo a deteriorarse tras la catástrofe de Deepwater”.
Jason Myers, representante de perforación de Chevron en Anchor, afirma que la escala de los nuevos proyectos en el golfo “va a abrir un montón de perspectivas”.
La industria petrolera costa afuera del golfo comenzó hace casi un siglo, cuando Pure Oil y Superior Oil Company construyeron una plataforma de perforación de madera a aproximadamente una milla de la costa de Creole, Luisiana, sostenida por pilotes de pino hincados en el lecho marino.
Los pioneros de esta tecnología difícilmente podrían haber imaginado el mundo de la perforación marina que ha surgido desde entonces, con más de 6000 estructuras de petróleo y gas repartidas por las aguas ricas en hidrocarburos del golfo occidental, frente a las costas de Texas y Luisiana.
La amplia red de oleoductos, refinerías y otras infraestructuras petroleras y gasistas en la zona ha reducido el coste de desarrollar nuevos proyectos, ya que los operadores no suelen tener que construirlo todo desde cero.
Pero a medida que las mejores reservas de petróleo y gas más cercanas a la costa se han ido agotando, las compañías han girado hacia la exploración y el desarrollo de proyectos en aguas más profundas y en zonas con geologías más complejas. Esto ha convertido a la región en un banco de pruebas para tecnologías como Deepwater Titan y Anchor, que posteriormente pueden desplegarse en otras partes del mundo.
El proyecto Anchor de Chevron, valorado en 5.700 millones de dólares, puede extraer hasta 75.000 b/d de los yacimientos bajo el lecho marino. En comparación, un solo pozo nuevo de petróleo de esquisto en Estados Unidos produce alrededor de 1200 b/d.
Es una pieza clave del objetivo de Chevron de ampliar su producción en el golfo hasta 300.000 b/d en 2026, a medida que la empresa intensifica su competencia con su gran rival estadounidense, ExxonMobil.
Deepwater Titan fue construido específicamente para el yacimiento Anchor de Chevron por la empresa especializada en perforación marina Transocean. Puede perforar hasta 40.000 pies de profundidad y soportar un 25% más de presión que cualquier otro buque propiedad de la compañía. A diferencia de la plataforma Anchor, que está amarrada a aproximadamente una milla de distancia, el buque de perforación no está anclado al fondo marino, sino que mantiene su posición mediante un sistema automatizado de posicionamiento dinámico.
La plataforma Anchor es una parte clave del objetivo de Chevron de ampliar su producción en el golfo hasta 300.000 b/d.
En el fondo marino, Chevron está desplegando nodos del tamaño de una maleta para registrar reflexiones sísmicas y generar imágenes más nítidas, lo que ayuda a localizar yacimientos de petróleo y gas incluso en zonas de geología compleja.
La petrolera también está innovando para evitar poner en riesgo a sus empleados. Durante una visita a la sala de control de Anchor, Neil Menzies, director de Gulf of America en Chevron, explica cómo la instalación puede operarse completamente desde tierra —lo que él denomina “modo héroe”— permitiendo evacuar con seguridad a los 120 empleados de la plataforma y mantener la producción cuando se acercan los huracanes.
Otras compañías están adoptando medidas similares. Shell, el mayor operador del golfo con 11 instalaciones costa afuera, ha incorporado perros robóticos y drones para realizar inspecciones que antes llevaban a cabo empleados, así como visores de realidad virtual para permitir que el personal en tierra ayude a los trabajadores en alta mar a completar tareas con mayor seguridad y eficiencia mediante tecnología de gemelo digital. “Puedo imaginar un momento en el futuro en el que tengamos mucha menos dotación de personal en nuestras instalaciones que hoy”, afirma Colette Hirstius, presidenta de Shell USA y responsable de las operaciones de la compañía en el golfo.
Sin embargo, el renovado entusiasmo del sector por el potencial de crecimiento del golfo está impulsado tanto por la política como por las nuevas tecnologías.
La industria de los combustibles fósiles en general se ha visto revitalizada por un giro global en las prioridades gubernamentales: la guerra de Ucrania volvió a centrar la atención en la importancia de la seguridad energética, y el auge de las tecnologías de inteligencia artificial —grandes consumidoras de energía— ha llevado a los analistas a reevaluar sus previsiones sobre el pico de demanda de petróleo. La semana pasada, la Agencia Internacional de la Energía revisó su proyección de que el consumo de combustibles fósiles alcanzaría su máximo en esta década, y afirmó que, con las políticas actuales, aumentará durante los próximos 25 años.
“Se ha producido una transición energética dentro de la transición energética”, afirma Daniel Yergin, vicepresidente del grupo de datos financieros S&P Global. “Hay mucha más confianza en el futuro del petróleo y el gas que la que vimos durante la pandemia de Covid, y eso da a los productores mayor seguridad para invertir en proyectos costa afuera de ciclo largo”.
Los productores del golfo, en particular, se han visto impulsados por la reelección de Trump en Estados Unidos. Su administración ha priorizado desbloquear lo que denomina el “tesoro energético” bajo las aguas.
En abril, aplicó nuevas directrices que permiten a las compañías costa afuera producir petróleo y gas de múltiples yacimientos con distintos niveles de presión a través de un solo pozo. Estas llamadas normas de “combinación” reducen costes al disminuir la necesidad de perforar pozos adicionales, pero pueden generar desafíos técnicos que, según los críticos, podrían aumentar los riesgos de accidentes.
La ley One Big Beautiful Act, aprobada por el Congreso en julio, concedió desgravaciones fiscales y otros incentivos para el sector, incluida la reducción de las tasas de regalías mínimas que pagan los productores del golfo del 16,7% al 12,5%.
La normativa revocó las restricciones impuestas durante la era Biden a la perforación costa afuera y estableció un nuevo programa de 15 años con ventas de licencias dos veces al año en el golfo, una medida que, según la industria, era crucial para darles la confianza necesaria para emprender nuevos proyectos. La administración Trump también estudia abrir las aguas frente a las costas de California y Alaska a la perforación de petróleo y gas.
La refinería de Chevron en Pascagoula, Misisipi. La extensa red de oleoductos, refinerías y otras infraestructuras de petróleo y gas en el golfo y sus alrededores ha reducido el coste de desarrollar nuevos proyectos.
Como resultado, Rystad prevé que la producción de petróleo en el golfo crezca un 6% este año y un 3% el próximo.
Shell y Chevron dijeron al Financial Times que participarán en la subasta de licencias Big Beautiful Gulf One del mes que viene y que tienen una mayor confianza en las nuevas estructuras introducidas por la administración Trump.
“En años pasados tuvimos ventas de licencias aplazadas, ventas canceladas y desafíos legales a las ventas, lo que crea un entorno de trabajo y funcionamiento mucho más difícil. Ahora las ventas en el golfo forman parte de la ley. Creo que eso es un gran paso adelante”, afirma Hirstius, de Shell.
Sin embargo, pese a las políticas favorables a los combustibles fósiles de la administración Trump, mantener la producción estadounidense de crudo en los niveles actuales dista mucho de estar garantizado. La Administración de Información Energética de Estados Unidos prevé que la producción de crudo del país alcance este año un máximo de 13,5 millones de b/d, antes de caer ligeramente en 2026 debido a la fuerte bajada de los precios del petróleo vinculada a un exceso de oferta mundial.
La industria estadounidense del esquisto necesita, de media, un precio de 65 dólares por barril para obtener beneficios, y los precios del crudo han caído este año hasta situarse cerca de los 60 dólares por barril. El aumento de los costes vinculado a los aranceles de Trump sobre el acero ha llevado a muchos operadores terrestres estadounidenses a reducir plataformas de perforación, despedir cuadrillas de fracking y recortar inversiones para proteger sus márgenes.
Pero, pese a sus elevados costes iniciales, los proyectos de petróleo y gas costa afuera pueden tener puntos de equilibrio tan bajos como 20 dólares por barril, ya que su fase de producción puede extenderse durante varias décadas.
Según los expertos, la industria estadounidense del esquisto también podría estar entrando en una fase crepuscular, ya que los mejores recursos terrestres se han agotado justo cuando una nueva ola de desarrollo tecnológico permite a los operadores explotar nuevas cuencas costa afuera.
“Empiezan a surgir interrogantes sobre la viabilidad económica a largo plazo de las cuencas terrestres”, afirmó Paul Goodfellow, director ejecutivo de Talos Energy, un productor del golfo, en una conferencia estratégica con analistas en junio. “Al mismo tiempo, los avances tecnológicos han desbloqueado importantes reservas en aguas profundas… creemos que la producción costa afuera desempeñará un papel cada vez mayor para atender la demanda energética mundial”.

Un petrolero, tanques de almacenamiento y equipos de carga en la terminal marítima de la refinería de Pascagoula.
Los productores costa afuera del golfo pueden mostrarse optimistas sobre el futuro, pero siguen enfrentándose a desafíos a corto y largo plazo.
El récord de producción petrolera previsto para 2026 y 2027 se alcanzará gracias a grandes inversiones en proyectos previamente sin desarrollar —o greenfield— y en exploración realizada hasta una década antes.
Pese a la hoguera regulatoria de Trump en Estados Unidos, se prevé que la producción en el golfo retroceda a los niveles de 2024 para 2030 debido a una desaceleración en los nuevos proyectos durante los próximos cinco años, a menos que las petroleras aumenten la inversión.
Pero la fuerte caída de los precios del petróleo causada por un inminente exceso de oferta está obligando a muchas compañías a recortar el gasto de capital a escala global, según Wood Mackenzie, que pronostica una reducción del 2% en 2026 y recortes más profundos si los precios bajan de 60 dólares.
Los directivos del sector, que planifican proyectos de varios miles de millones con horizontes temporales de décadas, también son conscientes de que la agenda pronuclear para los combustibles fósiles impulsada por Trump podría revertirse en las próximas elecciones. Ya hay señales de que los demócratas y los activistas medioambientales se están organizando para plantar cara a la industria petrolera.
En el golfo, han puesto el foco en un plan de BP —operadora de Deepwater Horizon— para emplear perforación de ultraalta presión en su proyecto Kaskida, previsto a 250 millas de la costa de Luisiana.
En agosto, senadores demócratas enviaron una carta a la Oficina de Gestión de Energía Oceánica de EE. UU. instando a la agencia a rechazar la solicitud de BP. “Quince años después del desastre de Deepwater Horizon, conocemos el coste de los atajos en materia de seguridad y de una supervisión débil: vidas de trabajadores perdidas, medios de subsistencia destruidos y ecosistemas dañados”, escribieron.
BP rechaza estas críticas y afirma que mantiene su compromiso de desarrollar Kaskida, un yacimiento descubierto en 2006 tras una perforación realizada por la malograda plataforma Deepwater Horizon. “La seguridad de nuestra gente y del medioambiente seguirá siendo nuestra máxima prioridad durante todo este proyecto y en todas nuestras operaciones”, señaló en un comunicado.
Pero la dependencia de nuevas tecnologías altamente complejas entraña riesgos que, según advierte Jetter —coautora del informe sobre Deepwater Horizon—, las petroleras quizá no estén preparadas para gestionar. “Operaciones más complejas, más automatización, más contratistas diferentes… parecen dificultar la comprensión de lo que ocurre y el desarrollo de la conciencia situacional”, afirma. “Y todavía no existen marcos sólidos de seguridad de procesos y gestión del riesgo”.
La plataforma petrolífera Anchor está rodeada de océano en un radio de al menos 140 millas en todas las direcciones.
A bordo de Anchor, Menzies afirma que la seguridad es la “máxima prioridad” de Chevron y rechaza cualquier sugerencia de que la nueva tecnología aumente el riesgo de un accidente.
“Hemos trabajado muy estrechamente con el regulador, la Oficina de Seguridad y Cumplimiento Ambiental, para verificar de manera independiente que contamos con equipos eficaces para gestionar la presión y las amenazas con las que estamos lidiando”, señala. El regulador costa afuera, OSCA, lleva a cabo programas de formación, inspecciones de equipos y simulacros sorpresa para evaluar la preparación de los operadores ante situaciones de crisis.
Los empleados de la compañía confían en que las políticas favorables de Trump se mantengan y que Anchor pueda sentar las bases para décadas de crecimiento en el golfo.
“Esta es una industria constante y sostenible. No va a desaparecer solo porque cambie la tendencia de un cuatrienio. Va a mantenerse”, afirma Russell Benoit, que empezó a trabajar con Chevron en el golfo en 2004.
Pero Andrew Hartsig, experto en política de petróleo y gas costa afuera en Ocean Conservancy, un grupo medioambiental, advierte que los vaivenes de corto plazo en las políticas de Trump no han generado el tipo de certidumbre que necesita el sector para realizar inversiones a largo plazo.
“El ping-pong entre administraciones, esas cosas tienden a ir de un lado a otro con bastante rapidez”, señala. “A mí me parece que sigue habiendo mucha incertidumbre sobre en qué punto estará la política dentro de cinco o diez años.”
La administración Trump ha priorizado desbloquear lo que denomina el “tesoro energético” bajo las aguas.
* Artículo original: “The revival of deep-sea drilling in the Gulf of Mexico”. Traduccion: ‘Hypermedia Magazine’.



















