En un artículo para The Guardian —que parece escrito en auxilio de un gobierno que se ahoga y al que intenta lanzar un salvavidas— el analista Bhaskar Sunkara presenta una visión crítica de las políticas de la administración Biden hacia Cuba, argumentando esencialmente que Biden se está retirando de la postura más abierta iniciada por Barack Obama.
Sunkara señala que el embargo de Estados Unidos a Cuba, al que se refiere como “el bloqueo”, lleva décadas en vigor y no ha logrado su objetivo declarado de derrocar al gobierno cubano. Por el contrario, ha provocado penurias al pueblo cubano. Atribuye a Obama el reconocimiento del fracaso de esta política y la adopción de medidas para normalizar las relaciones, sólo para que Trump revierta estos logros y Biden, en opinión de Sunkara, no logre alterar significativamente las políticas de Trump.
Sunkara argumenta que la administración Biden ha perdido la oportunidad de mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y levantar las sanciones que, en su opinión, perjudican al pueblo cubano y obstaculizan los esfuerzos de reforma dentro de Cuba.
Asimismo, sugiere que el embargo permite al gobierno cubano culpar de las dificultades económicas a Estados Unidos, desviando la responsabilidad de sus propias políticas. Además, Sunkara destaca las contribuciones “positivas” de Cuba, como sus misiones médicas internacionales —de las cuales obvia las acusaciones de explotación y semiesclavitud que pesan sobre ellas— y su papel en los esfuerzos contra el apartheid, argumentando que estas acciones contrastan con la imagen que Estados Unidos tiene de Cuba como Estado Patrocinador del Terrorismo.
Ahora bien:
1. Si bien es cierto que la administración Biden no ha revertido totalmente las políticas de Trump, es importante considerar el contexto más amplio de las relaciones internacionales y la política interna. La administración debe equilibrar el deseo de mejorar las relaciones con la preocupación por los derechos humanos y la democracia en Cuba. Los cambios de política deben medirse para garantizar que incentiven cambios positivos dentro de Cuba.
2. La crítica de que Biden no ha alterado significativamente el curso establecido por Trump simplifica una cuestión compleja. La diplomacia es multifacética, y los cambios en la política exterior a menudo se producen durante largos períodos. Además, la administración Biden se ha enfrentado a numerosos desafíos nacionales e internacionales que pueden haber afectado a su capacidad para priorizar y ajustar la política hacia Cuba con rapidez.
3. El argumento de que las sanciones sólo han perjudicado al pueblo cubano y no han conducido a un cambio político es significativo. Sin embargo, el uso de sanciones se basa en la premisa de que pueden presionar a los gobiernos hacia las reformas deseadas. El debate sobre su eficacia sigue abierto, con argumentos válidos en ambos bandos. Es probable que la administración Biden considere las sanciones como una herramienta que, en caso de levantarse o suavizarse, debería coincidir con pasos concretos del gobierno cubano hacia mayores libertades políticas y económicas.
Las preocupaciones de Estados Unidos con Cuba también abarcan cuestiones de derechos humanos, libertades políticas y la falta de un gobierno democrático. Por lo que la postura de Estados Unidos hacia Cuba implica una compleja ponderación de estos factores.
En respuesta, la administración Biden podría argumentar que su enfoque hacia Cuba es pragmático y refleja las realidades actuales. Puede estar buscando un equilibrio que promueva los derechos humanos y las oportunidades económicas para el pueblo cubano, al tiempo que responsabiliza al gobierno de sus acciones. La diplomacia, especialmente con países en los que existen tensiones desde hace tiempo, requiere una cuidadosa navegación para evitar consecuencias imprevistas.
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