Cristina López-Gottardi: “Las relaciones Cuba-Rusia cierran el círculo”

En septiembre de 1960, el primer ministro soviético Nikita Jrushchov dio a Fidel Castro un sonoro abrazo de oso. El escenario era la reunión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y el abrazo marcó el comienzo de una larga y rica historia entre Cuba y la Unión Soviética. Según James G. Hershberg, este encuentro simbolizó “la creación de una sólida alianza política, económica y militar soviético-cubana, y la incorporación de la isla al mundo comunista.” 

El antiguo corresponsal en el extranjero del New York Times, Ted Szulc, se referiría más tarde a esta reunión en la ciudad de Nueva York como “un magnífico teatro político, que no dejaba lugar a dudas de que Cuba había cambiado la esfera de influencia estadounidense por la de los soviéticos, con todas las implicaciones políticas que ello conllevaba…”. 

Y en los años que siguieron, Cuba se hizo desesperadamente dependiente de los mercados y la ayuda soviéticos, convirtiéndose en un firme aliado de la Guerra Fría, llegando a unirse al CAME dirigido por los soviéticos y convirtiéndose en receptora de unos 4500 millones de dólares anuales en subvenciones soviéticas.

Varias décadas después, Cuba parece dispuesta a repetir la historia, poniendo de nuevo en peligro la seguridad de Estados Unidos y su propia soberanía. En los últimos días, un convoy de barcos rusos llegó a Cuba para una estancia de una semana que incluirá una serie de ejercicios aéreos y navales en el Caribe. La caravana de cuatro buques incluye un submarino de propulsión nuclear, un petrolero de flota, una fragata, un remolcador de salvamento y un misil hipersónico. 

Este acontecimiento —una clara demostración de fuerza y de fortalecimiento de los lazos entre Cuba y Rusia— se produce pocos años después de que ambos países anunciaran planes para mejorar una instalación conjunta de inteligencia en la isla, y dos años después de la guerra de Rusia en Ucrania. También se produce tras la desaprobación expresada por Cuba de la entrada de Ucrania en la OTAN y cuando las tensiones entre Estados Unidos y Rusia siguen aumentando, amenazando la estabilidad y la seguridad europeas y occidentales en general. 

La semana pasada, en respuesta a la decisión de Estados Unidos de permitir a Ucrania utilizar armas estadounidenses dentro de Rusia, el presidente ruso Vladimir Putin respondió con nuevas amenazas, anunciando que podría proporcionar armas a sus aliados con el fin de atacar objetivos occidentales.

Aunque no se espera que el convoy ruso suponga un riesgo inmediato para la seguridad de Estados Unidos, es difícil imaginar que su llegada no sea también una demostración de la objeción de Rusia al apoyo continuo de Estados Unidos a Ucrania. Estas acciones, que recuerdan a la crisis de los misiles cubanos de 1962, demuestran que Cuba sigue acogiendo y apoyando a algunos de los adversarios más peligrosos de Estados Unidos. Dado el pésimo Estado de la economía cubana, es probable que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel crea que la supervivencia de su país depende de ello.

Para complicar aún más las cosas, las relaciones Cuba-Rusia no se limitan a la esfera militar. De hecho, como en los primeros tiempos de la Guerra Fría, existen amplios planes para aumentar los lazos económicos y la influencia entre ambas naciones. 

El pasado mes de mayo, Cuba recibió a una delegación rusa de funcionarios gubernamentales y dirigentes empresariales con promesas de acceso preferente a tierras cubanas, aranceles de importación más favorables y mejores acuerdos de transporte marítimo. También se ha hablado de acuerdos relacionados con el trigo ruso, el petróleo crudo, la producción de azúcar, la creación de un mercado cubano para diversos productos rusos, así como de posibles inversiones conjuntas en la industria turística de Cuba.

En 2022, el comercio entre ambas naciones creció hasta una cifra estimada de 450 millones de dólares, el triple que el año anterior, y con expectativas de seguir creciendo este año. Estos acontecimientos se producen en un momento de creciente desesperación económica y social para los cubanos, que durante años han luchado contra una grave escasez de alimentos y medicinas y cortes diarios de electricidad. Los cubanos también siguen lidiando con un gobierno obstinadamente apático, represivo y draconiano. 

Desde al menos julio de 2021, cuando estallaron las protestas en toda la isla, la frustración pública y las protestas se han hecho más habituales, y se ejercen severos castigos sobre quienes se manifiestan.

Este fortalecimiento de los lazos militares y económicos entre Cuba y Rusia, unido a la creciente desesperación económica y social en Cuba, debería servir como una importante llamada de atención a Estados Unidos y a sus aliados occidentales. 

Por si quedaba alguna duda, la llegada de barcos rusos al puerto de La Habana esta semana constituye una prueba dramática de que Cuba y Rusia pueden estar retomando sus vínculos de la época de la Guerra Fría. En consecuencia, la administración Biden debería reconocer este hecho y ajustar sus expectativas y políticas en consecuencia. No hacerlo podría tener consecuencias nefastas para Estados Unidos y para la seguridad del hemisferio en general.



Cristina López-Gottardi es profesora adjunta y jefa de programación del Centro Miller de la Universidad de Virginia.

* Artículo original: “Cuba-Russian relations come full circle — why US policy must reflect this reality”. Traducción: ‘Hypermedia Magazine’.





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