Cuando uno termina de leer la reciente entrevista entre la escritora Zoé Valdés y la hermana Nadieska Almeida, queda claro que su conversación va más allá de las capas superficiales de la religión y la política. Llega a la esencia misma del ser cubano, y a los paisajes espirituales, emocionales y políticos de la nación.
Valdés comienza con una evocadora reflexión sobre sus primeros años. Sus palabras trazan un lienzo contrastado de una infancia dividida entre dos mundos: uno en el que fue “inculcada en el amor a Dios y la oración” por su abuela irlandesa y otro en el que las escuelas nos “adoctrinaban políticamente con una veneración ciega por Fidel Castro”. La experiencia de Valdés ofrece una lente a través de la cual podemos percibir los retos más amplios a los que se enfrentan los cubanos que lidian con la yuxtaposición de la fe religiosa y el adoctrinamiento político.
En su respuesta a la pregunta de Valdés sobre el papel de la espiritualidad en la comprensión de las realidades de Cuba, la hermana Nadieska afirma: “Para mi rezar con la realidad es clave, no escribo nada si no es bajo la mirada de Dios y es desde esa experiencia orante la que me ayuda a discernir lo que debo pedir, reclamar, defender”. Subraya la importancia de una perspectiva divina, sugiriendo que le otorga la “fuerza y la humilde sabiduría” necesarias para navegar por un mundo lleno de desesperación e injusticia. Su creencia en la última palabra de Dios refleja una profunda reserva de esperanza y resistencia.
Un momento crucial de la entrevista llega cuando Valdés se refiere a la armoniosa relación entre la Iglesia y el pueblo cubano, aludiendo a los significativos acontecimientos del 11 y 12 de julio de 2021. La respuesta de la hermana Nadieska es a la vez reverente y previsora. Reconoce los hechos de las figuras religiosas del pasado, pero también hace hincapié en la necesidad de una “voz profética” en los tiempos contemporáneos. Con la llegada de las redes sociales, observa, las figuras religiosas están ahora más expuestas tanto a los elogios como a las críticas.
Uno de los momentos más conmovedores es cuando la hermana Nadieska se describe a sí misma como “Una cubana más”. Sus palabras, “Me duele sentir que estamos presos en una isla de la que muchos se han olvidado”, encapsulan un sentimiento colectivo de aislamiento y abandono que sienten muchos cubanos.
El discurso da un giro cuando Valdés plantea la desafiante pregunta: “¿Qué hemos hecho los cubanos para merecer esto?”. Aquí, la hermana Nadieska defiende apasionadamente al pueblo cubano, atribuyendo su sufrimiento a un sistema construido sobre “mentiras e intimidación”. Sin embargo, también reconoce con franqueza los fallos colectivos: sucumbir al miedo, falta de coraje y de unidad.
Sobre el tema de un nuevo socialismo para Cuba, la opinión de la hermana Nadieska es clara. Ella ve la necesidad de un sistema que “libere” a los cubanos, permitiéndoles pensar de forma independiente, valorar sus esfuerzos y cultivar sus potencialidades.
Para concluir la entrevista, Valdés pide a la Hermana Nadieska que se describa a sí misma más allá de los límites típicos de la biografía. La hermana hace una sincera declaración:
«Soy una Consagrada, miembro de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
»Soy una mujer feliz, me siento realizada como mujer, y el haber recibido la vocación ha sido una de las mayoes bendiciones de mi vida.
»Como cubana sufro profundamente todo lo que vive mi pueblo, sin embargo, sé que Dios me ha regalado el poder mirar de manera esperanzada y eso es lo que intento compartir una y otra vez.
»Soy de las que quiero estar en mi patria hasta el final de mi existencia, no me concibo fuera de ella, amo esta isla desde lo más hondo de mis entrañas y disfruto de mi bandera como si fuera la única que existiera».
Sin dudas, esta entrevista ofrece una profunda exploración de la interacción entre la fe personal, la identidad nacional y el panorama sociopolítico más amplio de Cuba. El diálogo entre Valdés y la hermana Nadieska es un testimonio del perdurable espíritu cubano, un espíritu que, a pesar de décadas de desafíos, sigue buscando consuelo, fuerza y, en última instancia, liberación.
“¿Embargo? ¿Qué embargo?”
“¡Dejad vivir a Cuba!”, aclamarán los círculos de solidaridad. “¿Embargo? ¿Qué embargo?”, alegarán muchos opositores al gobierno cubano.