El Ballet Nacional de Cuba celebró su 75 aniversario el 28 de octubre con notables actuaciones que concluyeron con un homenaje a su difunta fundadora, Alicia Alonso. Conocida mundialmente por sus contribuciones a la industria del ballet, el legado de Alonso transformó el ballet, antaño considerado un privilegio de la aristocracia, en un elemento cultural esencial en Cuba, a pesar del gobierno revolucionario.
La gala de aniversario, celebrada en el Teatro Nacional de Cuba, se centró en el ballet romántico “Giselle”, un papel que marcó la ilustre carrera de Alonso. Sorprendentemente, interpretó este papel hasta bien entrados los 70 años. En los preparativos para esta velada, los miembros de la compañía ensayaron diligentemente bajo el sofocante calor caribeño en las históricas, aunque vetustas, instalaciones de la isla. Estas fueron las mismas salas en las que una Alonso con discapacidad visual dirigió a sus bailarines con la ayuda de artistas dedicados hasta su fallecimiento en 2019 a los 98 años.
A pesar de los orígenes aristocráticos del ballet, la narrativa del arte en Cuba es muy diferente. “El ballet nunca fue (para la) élite en Cuba”, comentó Leonardo Vinageras, habitante de La Habana y entusiasta del ballet, que asistió a un reciente acto de aniversario.
Bajo la dirección de Alonso, el mundo fue testigo del nacimiento de una institución de ballet con una técnica sin parangón. En la actualidad, se encuentra al lado de instituciones tan consolidadas como el ballet francés, cuyo origen se remonta a la corte de Luis XIV, y las emblemáticas compañías rusas Bolshoi y Mariinsky, que datan del siglo XVIII.
Dirigido actualmente por la excepcional primera bailarina Viengsay Valdés, el Ballet Nacional de Cuba, junto con su escuela afiliada, es un faro de talento. Ha dado al mundo una impresionante nómina de iconos del ballet como Carlos Acosta y José Manuel Carreño, una hazaña encomiable para una nación de sólo 11 millones de habitantes.
El camino de Alicia Alonso hacia la fundación del Ballet Nacional comenzó poco después de alcanzar el estrellato con la compañía de Nueva York, que acabó convirtiéndose en el American Ballet Theatre. En 1948 fundó en Cuba la Academia Nacional de Ballet. Unos años más tarde, inspirada por la revolución de Fidel Castro en 1959, Alonso se identificó con su causa. Se trasladó permanentemente a Cuba y trabajó codo con codo con el gobierno, recibiendo importantes ayudas para propagar el ballet como una forma de arte nacional.
Reflexionando sobre el crecimiento de la compañía e imaginando su futuro, Grettel Morejón, la última bailarina principal que fue elevada por Alonso, compartió su optimista perspectiva tras un ensayo de gala. “Después de décadas de crecimiento, siento que estamos en un camino diferente y espero que 100 años puedan ser algo más maravilloso que ahora”.
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