“En Cuba se vive sin poder hacer planes”, publica Reuters

En Santiago, la segunda ciudad más grande de Cuba, una ferviente multitud se agolpa en las escaleras de un pequeño mercado estatal, un vivo retrato de la creciente crisis de la nación isleña. En medio de apagones y escasez de alimentos, los residentes claman por una ración mensual de pollo, y su paciencia se agota cuando se corta la electricidad, sumiendo la escena en el caos. Mauri Macías, cocinero de 39 años, resume el sentimiento de muchos cubanos: “Se vive sin poder hacer planes”, publica Reuters.

Esta escena se desarrolló en Santiago, una ciudad sinónimo del fervor revolucionario cubano, pero que ahora es un foco de disidencia pública. Tras una inusitada protesta a principios de mes, en la que resonaron en las calles gritos de “energía y comida”, el gobierno cubano se enfrenta a un grave problema. Los cortes de electricidad, que a veces duran más de 10 horas al día, y la escasez de alimentos han llevado a la población al límite, incitando protestas incluso en zonas históricamente favorables al régimen comunista de Fidel Castro.

Las entrevistas de Reuters con más de dos docenas de residentes y funcionarios locales en Santiago revelan una frustración generalizada. Yoni Mena, de 34 años, propietario de un puesto de verduras, describe la vida sin electricidad como “primitiva”, un sentimiento del que se hacen eco muchos que luchan contra el calor sofocante, las plagas de mosquitos y el suministro esporádico de agua. La desesperación resultante ha desembocado en violencia y disturbios.

Las protestas del 17 de marzo, aunque mayoritariamente pacíficas, han provocado un giro gubernamental hacia el diálogo y la acción rápida para aplacar las quejas, con medidas para distribuir raciones subvencionadas y estabilizar el suministro eléctrico. El ministro de Energía y Minas, Vicente de la O’Levy, admite que “la electricidad es la chispa de cualquier protesta”.

El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, atribuyendo los disturbios a Estados Unidos y a los “medios capitalistas”, insiste en la apertura al diálogo. Sin embargo, la receptividad del gobierno tras las protestas contrasta con su tradicional reticencia. Santiago, con su importancia histórica como “cuna” de la Revolución Cubana, es emblemática de las luchas más amplias a las que se enfrenta Cuba en la actualidad. El declive económico de la ciudad, agravado por la pandemia del COVID-19, el embargo comercial de Estados Unidos y la ineficacia de la economía estatal, dibuja un panorama desolador.

Los residentes, como Mirta Rusel, trabajadora textil del Estado, y Luz Pérez, antigua maestra de escuela, expresan una mezcla de resistencia y desesperación. El aprecio por los logros pasados de Cuba en sanidad, educación y bienestar social contrasta con la realidad actual de escasez y frustración. “Nadie puede vivir así”, afirma Pérez, capturando el sentimiento de muchos cubanos que se enfrentan a las dificultades diarias.

Puede que la Constitución cubana de 2019 garantice el derecho a protestar, pero la falta de marcos jurídicos claros deja a los posibles manifestantes en un limbo, sostiene la agencia de noticias. La respuesta a las protestas, incluida la detención de 38 personas en todo el país, subraya el férreo control del gobierno sobre la disidencia. 





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