¿Un mayor acercamiento entre EE.UU. y Cuba?

En un análisis publicado en The Conversation, Jason M. Blazakis, experto en antiterrorismo y antiguo funcionario del Departamento de Estado, explora las implicaciones de la reciente decisión de Estados Unidos de retirar a Cuba de su lista de países que “no cooperan plenamente” en la lucha antiterrorista. Blazakis sostiene que, a pesar del carácter discreto del anuncio, esta medida podría anunciar un posible deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, siempre que las condiciones políticas lo permitan.

La decisión, transmitida discretamente por un portavoz del Departamento de Estado que señaló que “las circunstancias para la certificación de Cuba como ‘país que no coopera plenamente’ han cambiado de 2022 a 2023”, no atrajo mucho la atención pública. Sin embargo, Blazakis destaca la trascendencia de este cambio, que marca un paso importante hacia un posible acercamiento entre Washington y La Habana. Esta decisión refleja el compromiso en curso entre Estados Unidos y Cuba en materia de aplicación de la ley, que se reanudó en 2023.

Blazakis considera que esta medida es más que simbólica; podría ser precursora de esfuerzos diplomáticos más amplios. La cuestión ahora es si este avance conducirá a una revisión del estatus de Cuba como “Estado patrocinador del terrorismo” (SST, por sus siglas en inglés). A diferencia de la lista de países que “no cooperan plenamente”, no existe ninguna obligación legal de revisar anualmente la designación como SST. La eliminación de Cuba de la lista SST tendría consecuencias más importantes, como la supresión de ciertas restricciones de ayuda exterior de Estados Unidos y la flexibilización de las prohibiciones de exportación y venta de artículos de defensa.

Históricamente, la designación de Cuba ha sido un tema polémico. La administración Reagan designó por primera vez a Cuba como Estado patrocinador del terrorismo en 1982, alegando su apoyo a grupos militantes como las FARC colombianas y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En 2015, la administración Obama retiró a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, buscando un nuevo enfoque político después de décadas de sanciones que no lograron inducir el cambio. Sin embargo, en un movimiento tardío, la administración Trump volvió a incluir a Cuba en la lista SST en enero de 2021, basándose en gran medida en la negativa de Cuba a extraditar a los líderes del ELN que residen en La Habana. Blazakis señala que esta justificación se volvió discutible en agosto de 2022, cuando Colombia suspendió las órdenes de arresto contra estos comandantes del ELN.

Las consecuencias de figurar en la lista como SST son más graves que las de ser nombrado Estado “no plenamente cooperante”. La designación como SST incluye restricciones a la ayuda exterior de Estados Unidos, prohibiciones a las exportaciones de defensa y diversas prohibiciones financieras. Estas restricciones, junto con las de la Ley de Comercio con el Enemigo, significan que Cuba no verá beneficios significativos inmediatos de su eliminación de la lista de “no plena cooperación”. No obstante, Blazakis subraya la importancia de este paso para demostrar el interés de Estados Unidos en ampliar sus relaciones con Cuba.

El siguiente paso depende en gran medida del gobierno cubano, que debe demostrar que está llevando a cabo reformas a múltiples niveles: económico, social y político. Tales reformas requerirían una transición cuidadosamente gestionada para alejarse del comunismo de Estado. Blazakis señala que este proceso requerirá tiempo, paciencia y la voluntad de ambas partes de considerar el levantamiento de las sanciones. La clave es que Cuba prosiga sus esfuerzos contra la financiación del terrorismo y el blanqueo de dinero, como demuestra su cumplimiento de las recomendaciones del Grupo de Acción Financiera Internacional.

Blazakis también aborda los riesgos políticos asociados a esta decisión, especialmente en un año electoral. Con el ex presidente Donald Trump pintando al presidente Joe Biden como débil en cuestiones internacionales, cualquier cambio político importante sin concesiones claras de Cuba podría ser políticamente arriesgado. Esto es especialmente relevante en Florida, hogar de una gran población de expatriados cubanos anticomunistas.

Reflexionando sobre el pasado, Blazakis argumenta que los esfuerzos de la administración Obama para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba mediante la eliminación de Cuba de la lista de TSM en 2015 no tuvieron tiempo suficiente para demostrar su eficacia antes de ser revertidos por la administración Trump. Este contexto histórico enfatiza la necesidad de una política sostenida y consistente para fomentar un cambio significativo en Cuba.

En última instancia, Blazakis sugiere que el compromiso y las interacciones de persona a persona son cruciales para alentar a Cuba a alejarse del comunismo. Este compromiso requiere algo más que un único mandato presidencial; exige un compromiso a largo plazo, persistencia y la voluntad de levantar las sanciones. Sólo mediante esfuerzos sostenidos puede Estados Unidos esperar lograr cambios políticos significativos y dejar de considerar a Cuba como un enemigo y un patrocinador del terrorismo. 





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