Ha pasado más de un año desde que el huracán “Ian” azotó violentamente las costas de Cuba, dejando un rastro de destrucción y alterando la vida de innumerables ciudadanos. Sin embargo, para muchos, las secuelas de este devastador evento natural persisten, como un duro recordatorio de la negligencia y la ayuda insuficiente del gobierno cubano.
Septiembre de 2022 está grabado en la memoria de la población cubana como el mes que lo cambió todo. Las estadísticas oficiales dibujan un panorama desolador: de las más de 100 000 viviendas dañadas, sólo se ha reparado el 43%. Y lo que es aún más preocupante, de las 12 805 viviendas que se derrumbaron, sólo se ha reconstruido un escaso 3%. La lentitud de la respuesta y la falta de acción han puesto de manifiesto la flagrante incapacidad de las autoridades cubanas para ayudar a sus ciudadanos en momentos de necesidad.
Las historias humanas que se esconden tras estas cifras son desgarradoras. Por ejemplo, la difícil situación de José María Puentes, de 86 años. Sentado con desesperación frente a su improvisada residencia, construida con tablones de madera y un tejado de zinc, se lamenta: “Aquí no ha venido nadie. Nadie ha venido nunca aquí”. Del mismo modo, la lucha diaria de Marta Travieso consiste en utilizar cualquier medio disponible para proteger su morada de la incesante lluvia.
La amargura y la indignación de la población cubana son palpables. Para ellos, las prioridades del gobierno no están alineadas. La afirmación de Juan Carlos Carrasco: “El tabaco y los tiendas son más importantes que la gente”, personifica este sentimiento. Los recursos parecen dirigidos a otra parte, mientras los cubanos de a pie luchan por lo esencial.
El relato de Dolores Rodríguez subraya aún más la gravedad de la situación. Incapaz de confiar en la ayuda gubernamental, buscó láminas de zinc en el mercado negro para proteger su casa. Muchos, incapaces de encontrar soluciones alternativas, permanecen vulnerables y expuestos.
Las voces de lugares como La Coloma amplifican el profundo descontento. La conmovedora observación de Katiuska pone de relieve el predicamento: los que más sufren son los que “realmente deberían tener prioridad”.
Aunque las autoridades cubanas han intentado gestionar la crisis distribuyendo materiales, sus esfuerzos parecen plagados de desorganización y favoritismo, lo que complica aún más una situación ya de por sí desesperada.
El huracán “Ian” se ha retirado hace tiempo, pero su huella permanece en Cuba. El sufrimiento continuo de sus víctimas es un testimonio de la desesperada necesidad de una intervención gubernamental más eficiente y compasiva.
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Un nuevo episodio, de este, tu podcast, La pastilla.