Michelle Caruso-Cabrera: “Para los titulares de reclamaciones cubanas en Estados Unidos, el acuerdo de culpabilidad del espía Manuel Rocha plantea nuevos interrogantes”

El espía cubano Manuel Rocha fue condenado a 15 años de prisión el pasado viernes. La condena del ex embajador de Estados Unidos subraya las profundas actividades de espionaje de Cuba contra Estados Unidos, un relato que abarca más de cuatro décadas.

Manuel Rocha, de 73 años, se declaró culpable de actuar como agente extranjero y de cargos de conspiración. Además de su encarcelamiento, se enfrenta a una cuantiosa multa de 500.000 dólares y tres años de libertad supervisada. Su detención el año pasado fue una revelación sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta su dilatada carrera en el Departamento de Estado de Estados Unidos y cargos destacados como embajador de Estados Unidos en Bolivia y miembro del Consejo de Seguridad Nacional.

El quid del acuerdo de Rocha es su cooperación con la fiscalía de Estados Unidos, argumenta la periodista Michelle Caruso-Cabrera en CNBC, prometiendo desvelar el alcance de sus actividades clandestinas en nombre de Cuba. Se espera que esta cooperación arroje luz sobre varios aspectos turbios de su espionaje, en particular los que afectan a las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y a las antiguas reclamaciones de propiedades estadounidenses confiscadas por el régimen de Fidel Castro tras el golpe de Estado de 1959.

Una de las historias más personales entrelazadas con las actividades de espionaje de Rocha es la de Carolyn Lamb, de Omaha, Nebraska. Lamb conoció a Rocha hace unos 20 años, cuando éste intentó comprar la propiedad de su familia en Cuba por una fracción de su valor. La propiedad, una granja de 80 acres junto con otros bienes, fue confiscada durante la campaña de nacionalización de Castro, que convirtió indiscriminadamente toda la propiedad privada en propiedad del gobierno.

El gobierno de Estados Unidos había valorado la reclamación de Lamb en 489.208 dólares en 1970 y, con los intereses devengados, ahora asciende a 1,9 millones de dólares. A pesar de la importante suma, Rocha y su socio desestimaron despectivamente el valor de la reclamación durante su reunión con Lamb, ofreciendo sólo 114.000 dólares. Esta interacción dejó a Lamb ofendida y desconfiada, sentimientos que se repitieron el pasado viernes cuando se enteró de la sentencia de Rocha.

Las implicaciones del espionaje de Rocha van más allá de las reclamaciones individuales. Cerca de 6.000 reclamaciones estadounidenses siguen sin resolverse, con un valor combinado que supera los 7.000 millones de dólares. Grandes empresas estadounidenses como Pepsi, General Electric y Twentieth Century Fox se encuentran entre las afectadas por las confiscaciones. La resolución de estas reclamaciones es un requisito previo para el levantamiento del embargo de Estados Unidos a Cuba, en vigor desde hace más de seis décadas.

Jason Poblete, abogado de Lamb, expuso las implicaciones más amplias de las actividades de Rocha, cuestionando si Rocha estaba implicado en una estrategia deliberada para devaluar las reclamaciones estadounidenses, proporcionando al gobierno cubano un resquicio para evitar importantes pagos de restitución. Las ramificaciones jurídicas y diplomáticas de tales acciones son profundas y pueden obstaculizar cualquier avance hacia la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

John Kavulich, del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba, añade la periodista, también destacó la ventaja estratégica que supondría para Cuba obtener información de los interrogatorios de Rocha. La información procedente de estas fuentes podría ser fundamental en las negociaciones, influyendo en la dinámica y los resultados de los acuerdos sobre reclamaciones.

Timothy Ashby, socio de Rocha en la empresa de adquisición de reclamaciones, expresó su asombro ante las revelaciones sobre la doble vida de Rocha. Reflexionando sobre sus tratos anteriores y los comportamientos excesivamente cautelosos de Rocha, como los frecuentes barridos de seguridad en busca de micrófonos ocultos, Ashby ve ahora estas acciones bajo una nueva luz, sospechando que formaban parte de las operaciones encubiertas de Rocha.

El desarrollo del caso Rocha sigue revelando las complejas capas del espionaje internacional y sus repercusiones en las relaciones diplomáticas y en la vida de las personas. A medida que se desarrolla esta saga, muchos como Carolyn Lamb la siguen de cerca, con la esperanza de que se cierre y se haga justicia en su lucha de décadas por reclamar lo que una vez fue suyo. En palabras de Jason Poblete, “vamos a utilizar todos los instrumentos para ayudar a los estadounidenses cuyos bienes fueron confiscados”, lo que indica una lucha continua por la resolución y la justicia. 

Reflexionando sobre las implicaciones más amplias, parece que, como bien dice Ashby, “Una vez espía, siempre espía, y la verdad tiende a salir a la luz con el tiempo”.





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